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Martes, 6 de junio de 2006

PLASTICA › RICARDO CINALLI EN EL MUSEO NACIONAL DE BELLAS ARTES

Combinaciones y efectos de estilo

Dejó la Argentina en 1973 y desde Londres, donde vive y trabaja, hizo una carrera artística internacional. Ahora, Ricardo Cinalli presenta en Buenos Aires una exposición antológica que resume su trabajo de los últimos veinte años, poniendo el énfasis en sus series recientes.

 Por Patricia Rizzo *

Desde que Ricardo Cinalli (Froilán Palacios, Santa Fe, 1948) se radicó en Londres, en 1973, su obra ha tenido una presencia esporádica en el ámbito local. La última muestra individual de importancia que el público argentino pudo ver data de 1998. Antes y después se verifica su aparición de manera discontinua y aislada. Esta exhibición de corte antológico, pero enfocada a revisar con más énfasis sus últimas etapas, también representa la ocasión de ver reunidas las obras de un artista hace tanto tiempo instalado en Europa y reconocido en los principales escenarios y medios artísticos. Con una presencia de importancia dentro del coleccionismo argentino, pero en una escala sensiblemente menor en relación con otras capitales del mundo, casi la totalidad de su producción considerada representativa debió ser reunida e importada desde Inglaterra o Italia.

La realización de frescos y murales públicos y privados ha sido uno de los ejes más reconocidos en su trabajo y por el cual fue tomando rápidamente resonancia pública y trascendencia global. Como forma de confrontar un factor tan importante de su producción se pensó en incluir en el contexto de la muestra un conjunto de films, videos y proyecciones que dieran cuenta de algunas de esas realizaciones que sólo es posible ver en sus sitios originales de emplazamiento y que le aseguraron un rol notable y sostenido en la escena europea.

Su línea estética, apoyada en gran parte en una concepción de escala monumental, el uso de la perspectiva renacentista y la apropiación de formas figurativas que se funden en un espacio intemporal contribuyen a que su trabajo se torne de dificultosa catalogación dentro de una corriente determinada. Una primera impresión puede dar pautas estilísticas que parecen orientarse hacia una lectura por imitación de imágenes surgidas de diferentes épocas, especialmente de estilo neoclásico, pero se trata de una visión reduccionista e incompleta. Su metodología de trabajo no está basada en relecturas. Si bien contiene referencias mitológicas e históricas, sus construcciones son, sobre todo, imaginarias. Observada desde una perspectiva de conjunto, su producción se nutre de un complejo mix de elaboración intelectual, técnica y teórica que deriva en detalles cuidadosamente expresados y muy calculados, que toma elementos tanto actuales como intemporales de las culturas oriental y occidental.

Graduado en psicología y con avanzados estudios filosóficos, Cinalli utiliza a conciencia la metáfora para la ilustración de conflictos e interrogantes a grandes temas humanos, como la trascendencia, la medida del tiempo, el arte y la creación. Sobre problemáticas contemporáneas, una de sus preocupaciones más recientes ha sido el complejo proceso de retorno a la religión que en los últimos años se ha intensificado y la sobrevaloración de cualquier vínculo con lo místico. En su obra, la religiosidad se manifiesta a partir de su conocimiento y experiencia educacional o bien en la puesta en duda de ella. El fenómeno mundial que involucra a todos los sectores sociales era algo impensable hace algunas décadas, según percibe el artista. Una de sus series de última producción –Black People– se refiere al fenómeno de la inmigración, el cual está cambiando el mapa político del mundo. Sus temas se reiteran y son revisitados en distintas etapas, en diferentes versiones, en las que introduce nuevos elementos y reelaboraciones.

Los cambios de efecto estilístico, que maneja con destreza, muestran un examen paciente de la historia del arte y no se revelan como casuales, sino que se apoyan en una estructura onírica que retoma algunos elementos y formatos propios del renacimiento, entre las referencias que parecen más reconocibles. Sin embargo, “parecen” pero no es posible verificarlas como tales. No hay citas específicas ni fragmentarias tomadas de otras obras, ni mitologías preexistentes recreadas, sino formas similares a aquellas. Por otra parte, alguien tan consciente de la tradición no tiene laintención de considerar la historia del arte como un compendio de imágenes para replantear, sino como un pasado existente estilísticamente en continuidad.

Sus composiciones tienden a priorizar los extremos expresivos: las madres muestran un sentimiento de enajenación en su arrobamiento; cuando un personaje muestra dolor, es expresado en arrebato dramático; el gozo es exhibido en exaltación; el placer, glorificado; los miedos, exacerbados; los cuerpos, enaltecidos en cada uno de sus detalles Los entramados juegos de sombras en los fragmentos de cuerpos humanos, cada una de las partes pensadas como un todo, revelan una aguda observación anatómica expresada con rigor. El protagonismo de esos fragmentos, a los que logra darle peso escultórico, no obstante la levedad del material empleado; los detalles magníficos que se regodean en particularidades minuciosas, las atmósferas producidas a medio camino entre el gozo y la pesadilla desvían hacia una lectura que en conjunto evidencia condiciones para el ornato. A pesar de su condición tenue de muchas de sus delineaciones, la fuerza expresiva no hace posible resaltar su carácter de dibujo y toma relieve entre lo pictórico y lo escultórico. Realizadas con pasteles sobre capas engomadas y superpuestas de papel de seda, la condición etérea del material, que con el tiempo se ha transformado en uno de los rasgos identificatorios de su trabajo, contribuye, con su levedad, a una recepción de la propuesta que podría prescindir del discurso, que no obstante se encuentra presente y explícito.

Seguro de sus medios expresivos, en la confianza de sus trazos, técnicamente impactantes por el alto nivel de perfeccionismo, su formación académica se deja ver y se involucra en el discurso, aunque Cinalli en realidad sólo se deja llevar por la intención de la simple exaltación de lo bello. Si bien se evidencia en su trabajo la evocación de un significado, la pretensión de un orden que produzca una apretura hacia un territorio artístico, su tendencia a desplazarse desde la escena formal hacia un tono que bordea lo surrealista, las situaciones latentes, el efecto teatral, manierista y alucinado que caracteriza gran parte de sus escenificaciones –muchas veces llevadas al límite de lo gestual– distrae del objetivo. Es difícil evadirse de ese punto de fuga, del desvío que se produce hacia la escena que incluso diluye otras formas presentes. Un punto de fuga, entonces, desde la unión de factores múltiples: su idea de escala, las superficies que abarca, las cualidades del color, el impacto estético narrativo y escenográfico; no es extraño que el mensaje contenido se verifique entonces, necesariamente, en una etapa posterior.

La interdependencia entre realidad y ficción y los simbolismos con los que Cinalli compone cada imagen constituyen, sin embargo, una reafirmación de su condición de artista rioplatense. La condición surrealista de nuestros paisajes, el factor ilusorio del que se ha hablado tanto en nuestra literatura, inserta en la mente de quienes los han contemplado la posibilidad de lo inverosímil. Tal vez ello le ha permitido el componente exacerbado, la exageración. El mecanismo irreal que le es propio y se ha erigido como parte de su obra y no como resultado y efecto de una construcción. Lo encontró allí mismo, en la visión del campo desolado del pueblo donde creció y transcurrieron su niñez y primera juventud.

(En el Museo de Bellas Artes, Av. del Libertador 1473, hasta el 19 de junio.)

* Curadora de la muestra. Fragmento del texto del libro-catálogo.

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Oleo sin título de Cinalli; 2001, 150 x 120 cm.
 
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