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Martes, 16 de diciembre de 2014

PLASTICA › EL ARTISTA MEXICANO ABRAHAM CRUZVILLEGAS EN EL MUSEO JúMEX

Laberinto artístico y social

Uno de los artistas mexicanos con mayor reconocimiento internacional rearma con su muestra Autoconstrucción el laberinto urbano y edilicio –pero también personal y social– de la construcción de su casa familiar durante veinte años.

 Por Fabián Lebenglik

Página/12 En México

Desde México DF

Durante veinte años, el artista local Abraham Cruzvillegas (nacido en el DF en 1968 y formado en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Autónoma de México) vio y vivió la lenta construcción de su casa familiar, en un barrio improvisado, que por prepotencia de trabajo y esfuerzo colectivo terminó conformando una colonia más de la caótica y abrumadora ciudad de México.

“En el contexto de una invasión masiva de migrantes procedentes del campo –explica el artista–, con necesidades muy precisas como la vivienda, la construcción de mi casa y de mi colonia comenzó en los años ’60 en una zona de piedra volcánica al sur de la ciudad de México que no había sido contemplada en la planificación de la ciudad, si es que hubo alguna. Los materiales y los métodos usados fueron casi completamente improvisados y dependían de las circunstancias específicas de nuestro entorno inmediato, de inestabilidad social y económica generalizada. Las soluciones estaban basadas en necesidades y situaciones concretas, como hacer una nueva habitación, modificar un techo, mejorar o cancelar algún espacio. Por haber sido construida sin presupuesto y sin voluntad arquitectónica, actualmente la casa aparece caótica y casi inútil. Sin embargo, cada detalle y cada esquina tiene una razón de ser, de estar allí. La casa es un auténtico laberinto pulido por la pátina simultánea de la construcción, el uso y la destrucción.”

Con esta experiencia, que al mismo tiempo resume procesos tanto personales como sociales, y describe procesos similares no sólo en América latina, Cruzvillegas comenzó a realizar un proyecto artístico de largo aliento bajo el título Autoconstrucción, caracterizado por él mismo como “un proceso cálido en el que la solidaridad entre vecinos y familiares es muy importante. Es una colaboración en la que se comparte el capital y también es un entorno educativo y enriquecedor para que cualquier individuo que forma parte de una comunidad pueda entender su propia circunstancia”.

En estos días, y hasta el 8 de febrero, el impactante Museo Júmex –que abrió sus puertas hace un año– está presentando una enorme exposición de Cruzvillegas, donde se destaca la obsesión por el ordenamiento de materiales precarios y encontrados. La reunión, acumulación, clasificación y organización de multitud de materiales es una de las claves en los procedimientos del artista.

En este sentido, uno de los espacios en que está subdividida la muestra exhibe parte del cosmos/ caos del artista con el que compone su repertorio: mapas editados que muestran el crecimiento urbano de la ciudad de México; fotos de la colonia Ajusco; letras de canciones que escribió como alegorías de su niñez; textos de sus lecturas personales sobre arquitectura, literatura y poesía; y carteles serigráficos de movimientos de liberación en América latina. Otro sector de la exposición incluye los siguientes componentes: alfileres de acero inoxidable y pintura acrílica sobre servilletas de papel; sobres; imágenes y artículos de diarios y revistas; recibos; boletos de colectivo, subte, tren, tranvía y avión, postits, tarjetas de presentación, dibujos, cartas, tarjetas postales, vales, facturas, recetas, calcomanías, volantes, carteles, mapas, etiquetas...

Las instalaciones de este artista resultan de la minuciosa disposición en el espacio y en el plano de esa inmensa colección de materiales.

“La serie de obras que componen el proyecto Autoconstrucción –cuenta Cruzvillegas– parte de tomar la casa como un todo, observando los detalles creados con técnicas improvisadas que derivaron de la urgencia de componer un hábitat humano a como dé lugar, un espacio que deviene espontáneo, contradictorio e inestable. Las referencias originadas a partir de la observación de la casa también se transforman de manera inestable, como los obstáculos, rebarbas, estorbos, saltos, brincos, sacudidas, irregularidades, desprendimientos, rebotes, quiebres o anulaciones que apelan a lo local, en forma de una conciencia somática de lo inmediato o de lo urgente, de una presencia física en el tiempo y en el espacio que es múltiple y simultánea.”

La inmensa colección de materiales organizados y dispuestos en el espacio por el artista generan estructuras complejas, como si el procedimiento constructivo fuera un virus que se expande, a través de distintos patrones de diseminación, por todos los espacios y con todos los materiales: “Muchas de las obras –sigue Cruzvillegas– evidencian mi voluntad de confrontar dos o más sistemas económicos radicalmente distintos, llevando a cabo matrimonios híbridos y mezclas inesperadas de materiales y técnicas. No existe representación de los detalles técnicos de la construcción sino una reproducción de las diversas dinámicas involucradas, observando sus entornos sociales y económicos como un andamio en el cual me muevo. Aun cuando aisladamente algunas piezas pueden recordar figurativamente la estructura básica de una ‘casa’, más que simplemente presentar maquetas de arquitectura pobre, mi meta principal es producir conocimiento acerca de cómo la actividad humana genera formas, y también tratar de renovar, en mí mismo, un vehículo significativo para la invención y la creación”.

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Vista parcial de la muestra Autoconstrucción, de Abraham Cruzvillegas, en el Museo Júmex.
 
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