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Martes, 14 de junio de 2016

PLASTICA › LA MUESTRA POéTICAS OBLICUAS, EN EL ESPACIO DE ARTE DE LA FUNDACIóN OSDE

Poesía de lo visual, sonoro y textual

La exposición reúne un enorme conjunto de obras de poesía experimental, realizadas por 38 artistas, desde los años 50 hasta la actualidad: poesíavisual, oral, fonética, performática y electrónica, entre otras vertientes.

 Por Fabián Lebenglik

La exposición Poéticas oblicuas, con curaduría de Fernando Davis y Juan Carlos Romero tiene un título elocuente. La condición poética supone aquí no el sentido más estricto de aquello que suele entenderse como un género literario, sino que se expande a otros modos de ver y expresar el mundo; en todo caso: a lo poético como hipótesis, expresión y condensación de otros mundos posibles. Y esos otros mundos no son lineales ni unívocos, sino muchas veces ambiguos y siempre cargados de significados múltiples e inesperados.

La muestra define su contenido en el siguiente texto: “El conjunto de obras de esta exposición articula sus estrategias poético-críticas en la puesta en cuestión de órdenes normalizados del lenguaje, a través de operaciones oblicuas de extrañamiento y desvío, mediante la apropiación y montaje de gramáticas y sintaxis que remiten a diferentes sistemas de codificación, recurriendo a la falla, la interferencia y el intervalo (visuales y fonéticos). En la movilidad crítica de estas operaciones, lo que está en juego es mucho más que la mera exploración estética de las formas poéticas. Por el contrario, la poesía experimental hace pulsar la pregunta en torno a los posibles órdenes de sentido (y, por lo tanto, en torno a la invención de mundos), susceptibles de imaginarse o activarse cuando se desbaratan los órdenes normados del lenguaje”.

“Poéticas oblicuas” se puede ver como un continuo pero al mismo tiempo está compuesta de capítulos que ofician de categorías: “Diagonal Cero”, alrededor de la figura y la obra de Edgardo Antonio Vigo y de Carlos Guinzburg, Luis Pazos, Jorge de Luján Gutiérrez, Omar Gancedo, Elena Lucca. El sector de la “Ilegibilidad”, contiene a León Ferrari, Jorge Bonino y Mirtha Dermisache. “Contraescritura”, que incluye a Leandro Katz, Juan Carlos Romero, Margarita Paksa, Roberto Elía y Susana Rodríguez. “Paralengua”, con obras de Roberto Cignoni, Carlos Estevez, Fabio Doctorovich, Ladislao Györi y Jorge Perednik. “Vórtice” alrededor de Fernando García Delgado y artistas como Hilda Paz, entre muchos otros.

“Construcciones poéticas” reúne a Alberto Méndez, Daniela Mastandrea, Alejandro Thornton, Alejandra Bocquel, Luis Espinosa, Horacio Zabala, Ana Marìa Uribe, Javier Sobrino, Belén Gache, Hugo Masoero. El capítulo de las “Apropiaciones” convoca a Claudia del Río, Mauro Cesari e Ivana Vollaro.

Uno de los artistas “faro” de la muestra es Vigo (1928-1997). Desde mediados de la década del cincuenta hasta comienzos de los años noventa Vigo fue un artista casi secreto para los ambientes más visibles e institucionales de las artes plásticas. Prefería no ser encerrado en una galería ni en un museo. Su proverbial discreción y su militancia en pro de los canales alternativos para la difusión de su pensamiento y de su obra, múltiple e inclasificable, lo mantuvieron a prudencial distancia de cualquier operación consagratoria. Y esa distancia siempre la midió desde su ciudad refugio de La Plata. Fue un pionero del arte conceptual y uno de los primeros en América Latina en dedicarse al arte por correo, a través del cual estableció fluidos vínculos internacionales: la comunicación a distancia de su arte portátil le permitió ser un lúcido viajero inmóvil –que hizo de su casa un mundo, un Correo Central paralelo–, generando contactos y participando de circuitos alternativos y originales, evitando casi siempre intermediaciones institucionales, así como bronces y laureles. Más que un artista secreto, Vigo fue un artista clandestino, en el sentido de la politización transgresora, voluntaria y estratégica del secreto. El siempre eligió el modo de comunicarse con el espectador y el lector, porque tenía en gran estima la capacidad participativa del lector y espectador futuro de su obra. La misma falta de sincronía entre su obra y un público más amplio se relaciona con la carga de futuro que tiene todo su trabajo múltiple, a través de poemas visuales, esculturas, grabados, documentos, máquinas inútiles y arte por correo.

Una parte de la circulación de las obras e ideas de Vigo se dio a través de las publicaciones y revistas que creó, de los lugares alternativos e inesperados que eligió para exhibirlas, así como a través del contacto directo y personal con colegas y grupos de artistas.

A diferencia de muchos artistas que se centran más en la realización de su práctica que en dar cuenta de la producción teórica y crítica que implica, Vigo era un constante teorizador y escribió numerosos textos programáticos y algunos manifiestos. El trabajo, las acciones y pensamientos de Vigo siempre apuntaron a trastocar las reglas de la rutina, a quebrar la lógica cotidiana.

Es común que sus obras, siempre profundamente ideológicas y al mismo tiempo autorreflexivas respecto de las cualidades visuales, se presenten como “Anteproyectos de proyectos de propuestas”. Esa broma lingüística que supone un laberinto recursivo, por una parte marca una ausencia colectiva de verdaderos proyectos y por la otra funciona como una respuesta a los dogmatismos ideológicos que piden proyectos a cada paso, como quien pide documentos.

“Poéticas oblicuas”, en conjunto, muestra una serie de búsquedas que van de la palabra, el sonido y la imagen articulados, a su transformación, reconstrucción y también a su disolución, de modo que los signos navegan sobre los sentidos para expandirlos y recrearlos.?

La selección de la obra es el resultado de una investigación y un conocimiento precisos y exhaustivos, con la consecuencia de generar una exposición alrededor del cuestionamiento y problematización de la materialidad de los códigos lingüísticos compartidos (visuales, textuales, sonoros), plasmados sobre el papel, los objetos, los registros de sonidos, las instalaciones y el video. En esta muestra, no sólo debe hablarse de artistas sino también de obras puntuales, porque en algunos casos la relación entre escritura, imagen y sonido los atraviesa desde siempre, a lo largo de toda su producción y en otros constituye una circunstancia más o menos limitada a una obra o una serie.?

Si por momentos en ciertos trabajos la letra y la palabra se disuelven, hay obras en las que la grafía, la escritura, la marca y la incisión (siempre en términos que incluyen a la imagen y el sonido) toman cuerpo hasta convertirse en el eje de la obra.

La muestra rastrea el momento difuso en que la grafía y la articulación (visual, sonora) se separa de su cualidad “significativa” más inmediata, para producir una nueva codificación, una nueva secuencia cuya función cambia de eje y pasa a depender de un lenguaje alternativo.

Un elemento a tener en cuenta es que la actitud del visitante oscila entre la del lector, espectador, oyente que por aproximaciones sucesivas debe interpretar y reinterpretar activamente cada cosa que ve, oye, lee. En contra de la espectacularidad como tendencia expositiva y programática del presente, “Poéticas oblicuas” es una muestra más modesta con mucha obra pequeña que hay que ver de muy cerca (casi olfatearla) y al mismo tiempo más ambiciosa respecto de la confianza en el espectador, oyente, lector, en busca de nuevas maneras de legibilidad (o de ilegibilidad, según sea el caso).

Las obras elegidas ofrecen al visitante toda una secuencia de matices y registros, desde la morfología hasta la constitución del sentido (o el sinsentido). El recorrido de la exposición propone nuevas funciones y disfunciones de los materiales lingüísticos y, en sentido literal y metafórico (nuevamente: implicando lo textual, sonoro y la imagen) se le propone al visitante un recorrido que va y viene de la partícula (la letra, el sonido y la imagen puntuales) al contexto; a través del encadenamiento de sentidos diversos en busca de otros nuevos.

En términos muy amplios, la exhibición supone una operación política sobre los signos, a veces notoria, a veces clandestina.

Es una muestra en contra de la univocidad y la claridad más estrictas. La exposición juega también con el efecto de supuesta transparencia que debería tener toda cadena lingüística. La condición artística y poética es mucho más que algo legible, de modo que la selección de obra invita a una mirada menos literal que creativa, en busca de la libertad de interpretación, para activar la proliferación de los sentidos segundos, metafóricos, incluso oscuros, para expandir las posibilidades de todo lenguaje.

En el Espacio de Arte de la Fundación OSDE, Suipacha 658, hasta el 23 de julio.

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Sello de uno de los “señalamientos” de Vigo (1972).
 
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