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Martes, 28 de agosto de 2007

PLASTICA › ANTICIPO DE LA MUESTRA EUROAMERICANA DE CINE, VIDEO Y ARTE DIGITAL, MEACVAD 07

Las artes visuales y la cibernética

Desde hoy está en Buenos Aires, para dar unas conferencias, el artista y teórico británico Roy Ascott, pionero desde los años ’60 en la relación entre arte y cibernética. El programa.

 Por Roy Ascott *

La cibernética tiene que ver con la idea de la perfectibilidad de los sistemas; en la práctica, se ocupa de procurar la acción efectiva mediante sistemas autoorganizados. Reconoce la idea de la perfectibilidad del hombre, de la posibilidad de una evolución ulterior en la esfera biológica y social. En eso comparte el optimismo de la biología molecular. La biocibernética, la simulación de procesos vivos, la manipulación genética, las ciencias conductuales, los entornos automáticos constituyen una forma de entender al ser humano que requiere y, con el tiempo, producirá nuevos valores humanos y una nueva moralidad.

¿Qué lugar ocupa el artista en relación con estos cambios radicales? A nivel conceptual o de opinión, el artista es y será libre de aceptar o rechazar esos cambios. Pero a nivel de la experiencia humana profunda, esos cambios “alterarán constantemente y sin resistencia los coeficientes de sentido o patrones de percepción”. El artista se encuentra ante dos posibilidades: dejarse llevar mecánicamente, medio inconscientemente, por la sucesión de hechos y, quizás, amargado y hostil por eso mismo, o aceptar su propio mundo, moldearlo y desarrollarlo entendiendo sus características cibernéticas subyacentes. La conciencia de esas fuerzas subyacentes agudizará su percepción; la utilización de nuevas técnicas ampliará su capacidad de pensamiento y acción creativa; el artista podrá no sólo construir una visión en el arte que mejore la sociedad cibernetizada, sino también enriquecerse con ella. En pocas palabras, la comprensión y la toma de conciencia son los requisitos para el optimismo en el arte.

Existen razones para suponer que es posible la unidad de valores artísticos, científicos y humanos; no cabe duda de que sea conveniente. Más específicamente, sugerimos que una visión cibernética en esencia podría unificar y alimentar esa cultura. Los motivos para suponer que el arte ha anticipado esa situación integral y está preparado para ella pueden encontrarse en la tendencia rotundamente conductual que muestra. La cibernética es consecuente con el arte conductista, puede ayudar a su evolución, así como, a su vez, una síntesis conductual puede encarnar una visión cibernética.

Es preciso distinguir entre el espíritu cibernético y la cibernética en cuanto método descriptivo. Ahora bien, el arte puede estudiarse desde el punto de vista cibernético, como cualquier otro proceso o sistema; también puede obtener apoyo técnico y teórico de esa ciencia, como ha hecho antes con la óptica o la geometría. Este no es un dato menor, dado que el campo del artista se puede ampliar considerablemente. Pero es importante recordar que la visión cibernética en el arte, que unificará el arte con una sociedad cibernetizada, es una cuestión de “postura”, una actitud fundamental hacia los acontecimientos y las relaciones humanas, antes que una cuestión técnica o de proceso en todo sentido.

El arte conductista constituye un proceso retroactivo de participación humana, en el que el artefacto funciona como matriz y catalizador a la vez. Como matriz, es la sustancia entre dos conjuntos de conductas; no existe por sí mismo ni en sí mismo. Como catalizador, provoca cambios en la conducta total del espectador. Su estructura debe ser implícita o físicamente adaptable para adecuarse a las respuestas del espectador y así dar lugar a la evolución creativa de la forma y la idea. El principio básico es la realimentación. El artefacto/observador del sistema provee su propia energía de control; hay una función de una variable de salida (respuesta del observador) que ha de actuar como variable de entrada, que da más variedad al sistema y se traduce en un resultado más variado (experiencia del observador). Esta rica interacción proviene de un sistema autoorganizado en el que hay dos factores de control: uno, el espectador, es un subsistema autoorganizado; el otro, la obra de arte, no suele ser homeostática hoy en día.

A priori, no existe motivo alguno por el cual el artefacto no deba ser un sistema autoorganizado, un organismo, por así decirlo, que obtiene su programa o código inicial de la actividad creativa del artista y luego desarrolla su identidad y función artísticas específicas en respuesta a los entornos con los que se topa. La actividad creativa del artista también depende de la realimentación; los cambios que haga el artista en su entorno inmediato (o “ámbito”) valiéndose de herramientas y medios establecen configuraciones que realimentan sus decisiones y acciones posteriores. Así, el arte moderno, con su cualidad conductual fundamental, es el arte de la organización de los efectos. Y cuando todos los factores de control, incluida la obra de arte misma, sean en efecto homeostáticos, el arte se ocupará del control automático de los efectos. Desde luego, la cibernética es la ciencia de la organización de los efectos y del control automático de los efectos.

Al mismo tiempo, no existe a priori motivo alguno por el cual la obra de arte deba convertirse en un sistema autoorganizado; el proceso básico de realimentación del arte conductista funciona según las convenciones de la pintura y la escultura, siempre que éstas muestren poca definición, muchas asociaciones y un contenido indeterminado, según parámetros que sean flexibles, por lo menos implícitamente. Y, como ya hemos sugerido, eso se da hoy en día, incluso al punto de facilitar un receptáculo más o menos vacío (el lienzo) hacia cuyo interior el espectador puede proyectar su propio universo imaginativo, por ejemplo, Yves Klein, Ad Reinhardt.

No obstante, ha sido una característica histórica del artista valerse de las herramientas y materiales que produce la tecnología de su época, así como han tendido su percepción y patrones de pensamiento a identificarse con actitudes científicas y filosóficas del período. Si el espíritu cibernético constituye la actitud predominante de la era moderna, la computadora es la herramienta suprema que ha producido su tecnología. Cabe esperar que, cuando se usa en conjunción con materiales sintéticos, abra caminos para el cambio radical y la invención en el arte. Porque no es solamente una herramienta física en el sentido en que lo son una planta de fundición de aluminio o un equipo de soldadura a CO2, es decir, extensiones del poder físico. Es una herramienta para la mente, un instrumento para la ampliación del pensamiento; potencialmente, un amplificador de la inteligencia. Se prevé la interacción entre el hombre y la computadora en alguna empresa creativa, que implique la exaltación del pensamiento imaginativo. También se puede prever la interacción entre artefacto y computadora, en el contexto de la estructura conductual. [...]

La computadora puede estar vinculada a una obra de arte y la obra de arte puede ser una computadora en cierto sentido. El arte conductista exige necesariamente que el espectador participe y que, de alguna manera, la obra de arte tenga una conducta. Ahora bien, parece probable que en el intento del artista por crear estructuras probabilísticas, el artefacto sea el resultado del modelado biológico. En pocas palabras, puede desarrollarse con las propiedades del crecimiento. La cibernética ya provee modelos que podrían contribuir a ese desarrollo, por ejemplo, los sistemas fungosos de Beer y la investigación de las computadoras químicas y químicas coloidales. El potencial para el futuro es enorme.

La visión cibernética no sólo da forma a la ciencia y la tecnología modernas, integrando y acercando campos distintos del conocimiento y mejorando los sistemas de control y comunicaciones artificiales mediante la comprensión de los procesos naturales complejos, sino que también puede encontrar expresión y ampliación en el arte. Puede ayudar a la evolución del arte y aumentar su variedad y vigor.

* Fragmento de un artículo de Ascott de 1964, inédito en castellano, que formará parte del libro de la Meacvad 07, Artes y Medios Audiovisuales. Un estado de situación, compilado por Jorge La Ferla y editado por Aurelia Rivera - Nueva Librería.

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Obra de Yves Klein, un “artista conductista”.
 
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