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Miércoles, 17 de agosto de 2005

DISCOS › “TESTOSTERONA”, DE LA BERSUIT

Retrato del grupo en estado de gracia

En su momento de mayor popularidad, la banda no baja la guardia: su nuevo disco es más convincente que La argentinidad...

 Por Eduardo Fabregat

¿Qué hace un músico con su banda cuando se ha sobrevivido a todo, se tocó fondo sin remedio aparente y de a poco, con paciencia y con trabajo, se ingresa en un período de gracia? Desde aquellos lejanísimos fines de los ’80, los camarines de Bersuit Vergarabat han sido testigos de toda clase de escenas, algunas de ellas francamente patéticas. Y esto no es una afirmación caprichosa, sino un producto del testimonio del mismo Gustavo Cordera, quien alguna vez reconoció que hubo un tiempo en que la banda se saboteaba una y otra vez, comenzaba el año tocando para quinientas personas y lo terminaba en un triste show para quince en el Viejo Correo, con el cantante rifándose a sí mismo en escena y consiguiendo... una solitaria moneda de un peso.
Como al rock le encantan las historias de hundimiento y rendición, la actualidad de La Bersuit conforma todo un leading case. El Señor Cobranza prestado por Las Manos de Filippi significó un buen espaldarazo para empezar a dejar atrás aquellas noches de rifa, pero de allí en adelante el grupo consiguió la confianza necesaria para defenderse solo. Bueno, y con la manito de Gustavo Santaolalla. En 2000, Hijos del culo tuvo en El gordo motoneta, La petisita culona y La bolsa los caballitos de batalla necesarios para seguir construyendo. Pero el disco en vivo De la cabeza (2002) y el doblete de La argentinidad al palo (2004) llevaron sin escalas a un estado de alta popularidad que llenó con facilidad el Luna Park y provocó una venta de discos muy lejana a aquella solitaria monedita de un mango.
Y entonces, lo del principio: ¿Qué se hace cuando tu banda es una de las más populares del medio? ¿Convertirse en una caricatura repetitiva? ¿Sentarse a contar plata? ¿Comprarse una mansión, llenarla de chiches y terminar imantado a una pantalla de plasma de mil pulgadas clavada en el Llame ya? ¿Renunciar a todo, comprarse un equipo de fútbol? Bersuit podría haber elegido cualquiera de esas opciones, o simplemente dejar que La argentinidad... siguiera su marcha y tomarse un descansito hasta la próxima aventura. Pero, en estado de gracia, el grupo eligió seguir generando. Y así apareció en estos días Testosterona, otra colección de canciones que, reducida al formato de único disco, hasta parece más compacta y efectiva que el derroche de Se es / Lo que se es.
Para este 2005 de buena cosecha, la apuesta de Cordera, Juan Subirá, Carlos Martín, Pepe Céspedes, Oscar Righi, Albertito Verenzuela, Daniel Suárez y Germán Sbarbatti es confiar en las canciones. La filosofía queda clara desde Yo, el track de apertura que, bien coloreado por las cuerdas de Alejandro Terán, navega entre la delicadeza, la oscuridad y la intensidad eléctrica para decir que “Venía, vengo, estoy/ Encallado aquí/ Disfrazado de yo”. Claro que, para dejar claras sus dos facetas más célebres, Testosterona desemboca de inmediato en un par de esas bacanales que llaman al baile desatado, la festiva Me duele festejar y En la ribera, una oda a los desharrapados cantada por Subirá, que habla de rebeliones indigentes y púas que reemplazan a las lanzas guerreras y advierte que “en la ribera se culea, el parapléjico te mueve, los abuelos te voltean”. En ese terreno se ubica también O vas a misa..., que más allá del jueguito de palabras con el salamín termina garpando con la voz invitada de Andrés Calamaro y una referencia a Cromañón y aquella “ambición” de la que habla Cordera: “Con mis amigos teníamos una orquesta/ Monedas en la gorra y no había protestas/ Y ahora que hacemos canchas de fútbol/ como no nos alcanza buscamos más laburo”.
En la otra mano, Bersuit tiene más cartas para mostrar. Como el aire reggae de Sencillamente, la influencia murguera de Andan yugando, el ska furioso de Vamo’ en la salud, el pasaje sedante de Barriletes, el relato musicalizado de La flor de mis heridas o Inundación, que desde el arranque viene preanunciando una de esas tempestades de salto general ideales para el vivo. Así se prepara todo para la despedida de Llegará la paz, otro ensayo sexópata del grupo, esta vez en tiempo de marcha. Y así se cierra el nuevo disco de un grupo para el cual las rifas de un peso ya son solo una graciosa anécdota. Y frente al que solo cabe preguntarse por qué, frente a tantas canciones de buena factura, en las radios suena ese choreo desvergonzado al Creep de Radiohead llamado Madre hay una sola.

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El grupo parece poseído por una fiebre creativa imparable.
 
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