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Miércoles, 23 de mayo de 2012

DISCOS › TANGO DEL ESTE, DEL TRíO FATTORUSO-MAZA-FATTORUSO

El tango como rico engaño

Más allá del título, no subyace en el álbum una pretensión tanguera sino, más bien, una necesidad de plasmar el estadio actual del desarrollo de un estilo universal y elegantemente provisto, una libre interpretación de una matriz jazzera.

 Por Cristian Vitale

Es tan versátil, tan amplio, tan polifacético el juego musical que acompaña históricamente a los hermanos Hugo y Osvaldo Fattoruso que hasta se pueden dar el lujo de llamarle tango a un disco que no es de tango. O, al menos, no lo es en términos de rótulo preciso, de clasificación puntual. Inmunidad e impunidad sonora, podría decirse. Corrimiento de fronteras, también. El hecho de que le agreguen una coordenada geográfica a la palabra (del Este) apenas opera por dos: homenajear a Manolo Guardia, autor del tema, y ratificar una procedencia sabida: ambos, más Daniel Maza –casi un hermano postizo– son uruguayos. Pero no subyace, más allá, una pretensión tanguera en las diez piezas que pueblan Tango del Este (Barca Discos). Hay, más bien, una necesidad de plasmar el estadio actual del desarrollo de un estilo universal, libre, y tan elegantemente provisto como para caer bien parado en cualquier parte del globo.

Más que tango, entonces, este sonar lúdico y virtuoso a seis manos ancla en una matriz jazzera. En una interpretación libre de tal matriz. Todo suena a jazz pero no del todo, dicho de otro modo. Y hay superposiciones de estilos que ratifican la impronta. Casos: “Un samba para Tobías”, de ese bajista extraordinario que es Maza, deja colar, mínimo pero vital, un aire más sutil que explícito de bossa. “A Monte de un Deus de Sol”, de MenescalBoscoli, expresa una musicalidad también transfronteriza con cadencias brasileñas inmiscuidas en territorio rioplatense. O “Cravo e Canela”, de NascimentoBosco, que da un gran trabajo de Osvaldo en batería, cuya ubicuidad está en permanente tensión con el mundo... se deja penetrar por un patrón estético que lo trasciende.

El tango según “los Fatto”, entonces, es un rico engaño. Tal vez una estrategia sagaz para correr del molde a un género casi intocable para ciertos guardianes del mármol. Casi una afrenta. “Boleros y candombes”, uno de los tres temas que aporta Hugo desde la composición (los otros son “Desde casa” y “Ana y Marcela”), obedece también a una vocación de cruce que, excepto durante sus lapsus rockeros (Los Shakers, en especial), es la huella que pisa su historia. “New Candombe”, otro aporte de Maza, encauza en una dirección parecida. Además de nuevo es “new”, y sus sutilezas rítmicas, finísimas, le agregan un componente disruptivo a la idea de identidad intocable. “La zapada”, que cierra el disco es una cabal demostración de velocidad, precisión y soltura en clave funk –los golpes de bajo de Maza le hacen honor a su apellido– y el “Baile de los morenos” (ImperioGavioliYorio) es de esos cables que estos volados de la música tiran a tierra cuando les da por fijar procedencias. El speech inicial (“Baile de los morenos que siempre vivirá mientras que los tambores impriman su chas chas”) viene a decir “sabemos de dónde venimos”. Pero nadie sabe adónde van... y en esto radica el jugo. Su sabor.

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