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Miércoles, 11 de septiembre de 2013

DISCOS › MALDIGO, EL NUEVO TRABAJO DE LILIANA HERRERO

El gesto extremo de una voz

La cantante intensifica con tonos propios temas de Violeta Parra, Manuel J. Castilla y Fernando Cabrera, entre otros. “Todo lo que ata es asesino”, canta Herrero a Miguel Abuelo en su versión de “Oye niño”, y ese verso parece atravesar el disco todo.

 Por Karina Micheletto

“Por eso afónica.” La frase que aparece colocada justo al comienzo del disco, antes que nada, y que resuena como toda una advertencia –pertenece, se sabrá cuando se abra el arte de tapa, a Leónidas Lamborghini, en su Eva Perón en la hoguera–, bien resume el espíritu que guía el nuevo, exquisito trabajo de Liliana Herrero: Maldigo. Hacia los límites de la voz y del decir, hacia los bordes de la poesía y del sentido, hacia ese mal decir, se dirige sin concesiones la entrerriana en cada tema y cada verso, cada acento y cada armonía. Justo antes de esa afonía, de que se escape la voz y la palabra, ha encontrado en compañía de grandes músicos cada tema que propone, que así hallado reluce como un gesto extremo, una joya única y preciosa.

Las canciones que suenan como hallazgos en este repertorio pertenecen a una variada paleta de autores y procedencias del cancionero popular, que Herrero se encarga de intensificar con tonos propios: está la potente “Bagualín”, de Fernando Barrientos, que abre el disco –subrayada su temática con amor y sordidez en esta cautivante versión–, el paisaje humano de Aníbal Sampayo en un clásico como “Garzas viajeras”, “El mar” que observa con poesía Dorival Caymmi, la bellísima “La garra del corazón”, de Fernando Cabrera –otra vez presente en un disco de Herrero–, el “Casamiento de negros” de Violeta Parra, la voz alzada y a la vez suplicada de Yupanqui en “Trabajo quiero trabajo”, el sabor criollo de la zamba “Pastor de nubes”, de Manuel J. Castilla –acentuado con Raly Barrionuevo como invitado–, o en el final, sola la voz con la guitarra de siete cuerdas de Pedro Rossi, la “Milonga para la muerte” de Juan Falú y Hamlet Lima Quintana.

No hay elecciones fáciles en este nuevo planteo de Liliana Herrero, con el que la cantante afirma un paso más en su decisión de hacer de la canción un territorio vital a conquistar, en continua indagación. Ni el nombre del disco ni su arte de tapa –toda una poética aparte en la lente de Nora Lezano, en una foto que toma a la Herrero de espaldas y que ningún productor discográfico aprobaría–. Tampoco el modo de encarar estos temas, tensándolos uno a uno con la voz siempre apuntada a ese filo del canto que el título presenta como un mal decir. “Todo lo que ata es asesino”, canta Herrero a Miguel Abuelo en su versión de “Oye niño”, y ese verso parece atravesar el disco todo.

Junto a Herrero hay una banda capaz de sutilezas, integrada por Ariel Naón en bajo y contrabajo, Mario Gusso en batería y percusión, Martín Pantyrer en vientos, Rossi en guitarras. Además de Barrionuevo, hacen su aporte como invitados Diego Arnedo –en el bombo legüero de “Pastor de nubes”–, la celista Lelia Cherro, el marimbista Mauricio Bernal y Lisandro Aristimuño, que comparte la producción artística del trabajo con la misma Herrero. El resultado es una forma de mal decir contundente y hermosa.

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Herrero concibió un disco arriesgado y exquisito.
Imagen: Pablo Piovano
 
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