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Miércoles, 17 de enero de 2007

DISCOS › “LIVE AT THE FILLMORE EAST”, DE NEIL YOUNG

Joyas sacadas del archivo

El CD reúne grabaciones en vivo de 1970, con la primera formación de Crazy Horse.

 Por Roque Casciero

Neil Young siempre fue impredecible, como bien lo demuestra el hecho de que su sello discográfico de los ’80, Geffen, le haya entablado juicio por hacer discos “poco representativos”. O la famosa anécdota de cómo abandonó la gira con Stephen Stills con una nota como toda explicación, en la que decía: “Es curioso cómo todo lo que empieza espontáneamente termina del mismo modo. Comete un durazno. Neil”. El canadiense siempre siguió a sus musas, sin importarle si detrás dejaba terreno devastado, como le reprocharon varios de sus colaboradores. Y parte de lo impredecible de Young tiene que ver con su eterna amenaza de desempolvar su archivo con centenares de canciones inéditas. Cada tanto aparece la noticia de la salida de una caja con montones de CD, que después se desvanece sin siquiera una desmentida. Pues bien, Live at the Fillmore East, que recoge grabaciones en vivo de 1970, es el primer disco que ve la luz de los famosos archivos. Pero, atención, porque en la tapa dice que es el disco 2 de la serie de performances, lo que provoca más dudas que certezas. ¿O sea que habrá otros discos dedicados a los inéditos? ¿Las famosas cajas? ¿Cuál es el número 1? ¿Saldrá alguna vez? Los fans de Young ya han dejado de contener la respiración y se relajan sabiendo que, al fin de cuentas, nadie conoce la brújula del canadiense.

Live at the Fillmore East salda una vieja deuda: la de tener una grabación en vivo oficial de la primera formación de Crazy Horse, con el talentoso guitarrista y cantante Danny Whitten (que murió por sobredosis de heroína en 1972 e inspiró el disco Tonight’s the Night) intercambiando con Young armonías vocales y solos de alto vuelo. Sin embargo, el CD apenas sobrepasa los 40 minutos, porque incluye seis de las siete canciones que el cuarteto eléctrico tocó en las presentaciones de marzo de 1970 y ninguna de las acústicas con las que el canadiense abría los conciertos. El disco deja con ganas de más, en especial porque se trata de un gran período en la carrera de Young, acompañado por la mejor banda que tuvo. El bajista Billy Talbot y el baterista Ralph Molina nunca llamaron demasiado la atención como instrumentistas, es cierto, pero sus bases simples y monolíticas eran lo que ataba a la tierra a Young (y a Whitten, en cierta medida) en sus excursiones por los campos más recónditos y desconocidos de la guitarra eléctrica. Y la presencia de Jack Nitzche en piano terminaba de redondear el sonido de una banda cruda que no desechaba la sutileza.

El disco comienza con una notable versión de “Everybody Knows this is Nowhere”, el primer álbum de Young con Crazy Horse, y continúa con “Winterlong”, una joyita que recién aparecería siete años más tarde en el recopilatorio Decade. En los más de doce minutos de “Down by the River” y en los 16 de “Cowgirl in the Sand” hay lecciones magistrales de guitarra eléctrica a la manera de Young. El disco se completa con otras dos canciones inéditas en esa época: “Come on Baby let’s go Downtown” (de Whitten) y “Wonderin’”, que fue a parar al disco Everybody’s Rockin’, publicado en 1983 y dedicado al... rockabilly. Esta delicada versión realza la belleza de la canción y, por sí sola, hace que tener este disco valga la pena.

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El impredecible Neil Young, siempre disfrutable.
 
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