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Jueves, 3 de mayo de 2007

DISCOS › “VOLTA”, LO ULTIMO DE BJÖRK

Nueva excursión a lo desconocido

La artista islandesa concibió otro trabajo experimental, pleno de matices.

 Por Roque Casciero

Björk ha dicho que Volta, su sexto álbum, que aparecerá la próxima semana, es lo mejor que puede hacer para escaparle al aburrimiento. Y si a eso se le suma la presencia del mago de la producción Timbaland en tres canciones del disco, alcanza para comprender por qué se ha instalado la idea de que la islandesita vuelve al punto de partida, a aquel Debut que la mostraba como una diosa de la disco. Algo excéntrica, es cierto, pero siempre entregada a ritmos que pusieran a todos a bailar. Y Volta arranca como para darle la razón a la presunción de que Björk mira hacia atrás: en “Earth Intruders” suenan botas marchando y ella susurra que “somos los intrusos de la Tierra”, mientras Timbaland propone un

beat intenso, tenaz pero invitador. El recuerdo de un single como “Army of Me” está ahí nomás, aunque la atmósfera esté más sobrecargada. Pero para el segundo tema ya empieza a disiparse la idea de una Björk haciendo concesiones: el ensamble islandés de damas que tocan bronces ataca como si fuera un conjunto de bocinas de barcos desenfrenadas –según la cantante, imitan el sonido del código Morse– y se ocupa de la melodía de “Wonderlust”. Sí, hay un estribillo y

beats que llevan grabado a fuego el nombre de Mark Bell –antiguo colaborador de Björk, otra vez en el ruedo con ella–, pero la canción conserva el halo de experimentación que deslumbra a algunos de los fans de la cantante y que directamente expulsa a los que no se atreven a seguirla en sus excursiones hacia lo desconocido.

En “The Dull Flame of Desire”, una canción íntima aunque grandiosa, continúan los bronces cruzados con electrónica como base para el encuentro de dos de las voces más interesantes de la música popular actual: la de la propia Björk y la de Antony, de Antony & The Johnsons. Y de ahí la islandesa salta a más Timbaland en “Innocence”, con un ritmo que podría haber hecho estragos en manos de Missy Elliott, pero que se resignifica al ser tomado por Björk. La tercera canción en conjunto entre la cantante y la estrella de la producción de hip hop es “Hope”, a la que ella le agregó la kora del virtuoso africano Toumani Diabate para abrir nuevas posibilidades sonoras en el contexto de Volta. “I See Who You Are” es otra pieza de introspección, que propone casi un viaje oriental mientras la damisela se pregunta cómo ella y su interlocutor pudieron convertirse en cadáveres. En cambio, “Vertebrae by Vertebrae” vuelve sobre un ritmo de marcha, al punto de tener redoblantes marcando el pulso del ejército de trombones y trompetas.

Antes del final, con otro momento de belleza extrema a dúo con Antony, Björk se muestra lista para una batalla en la que, en realidad, está embarcada desde hace rato: “Declará la independencia, no dejes que te hagan eso”, insta en “Declare Independence”. El ambiente se carga de graves deformes, mutantes, y una batería machaca cuando ella, que suena como una Yoko Ono punk en busca de justicia, insiste: “Construí tu propia bandera/ izá tu bandera”. La diminuta cantante de garganta monumental sabe muy bien lo que es cargar contra la comodidad de algunos, los prejuicios de otros y la tontería sin límites de quienes sólo la consideran un bicho más raro que esa mezcla de ave, humano y extraterrestre que encarna en la tapa de Volta. Ella sólo quiere divertirse, dijo. Sólo que, mientras la mayoría se revuelca impúdicamente en los lugares comunes, Björk encuentra placer (y belleza) en esquivar prolijamente la insensata repetición de fórmulas probadas.

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Björk, lejos de aquella diosa pop, sigue cautivando.
 
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