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Miércoles, 11 de julio de 2007

DISCOS › MITIMAES, ENTRE CHILE, BOLIVIA Y EL NOE ARGENTINO

Todos los cruces posibles de la canción popular andina

Fernando Cáceres y Rafael Lazarte explican el sentido de su último CD, Wipala, en el que participan como invitados León Gieco, Jaime Torres, Los Tipitos y Víctor Heredia.

 Por Cristian Vitale

Mitimaes, del quechua, quiere decir “gente venida de otro lugar”. Según Fernando Cáceres, único miembro original del grupo, fue la mejor manera de rotular –allá por 1979– un ensamble de músicos venidos de tres geografías: Chile, Bolivia y el noroeste argentino. El punto de encuentro fue –y sigue siendo– la música de Los Andes, colorida y completa. “Como venimos de diferentes lugares, lo tomamos como que nos representaba... somos gente trasladándose”, explica. El más reciente disco, Wipala, es una acabada obra de música autóctona que participa a León Gieco, Jaime Torres, Los Tipitos y Víctor Heredia de un festival musical en que todos los instrumentos son posibles: sikus, maltas, maulinchos, chulis, charangos, quenas, trutrucas, huancaras, quenachos, jembes, sankas. “Nos enriquece mezclarnos con gente como Los Tipitos o Gieco, y no es que nos metamos con ellos para sonar más rockeros, sino para sonar más como nosotros”, dice Rafael Lazarte, la pata tucumana.

Wipala, injustamente omitido, incluye cruces estupendos. De una versión bellísima de “Ruta del Coya” –con Gieco y Los Tipitos–, salta a “Razón de vivir” –de y con Víctor Heredia– o “Mi cochabambita”, bailecito clásico compuesto por Jaime Torres y Jaime Dávalos y así Mitimaes va reconstruyendo el mapa variopinto y diverso de tres geografías solamente divididas por banderas y fronteras. “Hacer música autóctona no es sólo tocar, es algo sacrificado –dice Lazarte–. En los primeros momentos del grupo no íbamos a muchos espectáculos y casi vivíamos encerrados en nuestras casas, porque nos perseguían. Había poca gente que sabía dónde encontrarnos.” “Era muy difícil levantar una bandera que tuviera que ver con la integración latinoamericana. Era una mochila pesada... hoy día es más fácil ver una banda de sikus en una plaza, pero en el ’79, ’80, nos echaban de todos lados. Era mal visto enseñar música comunitaria y antes de cada show teníamos que empapelar la avenida Corrientes a oscuras. Era complicado encontrar pares... parecías un loco”, agrega Cáceres.

–¿Era igual en Argentina y en Chile?

Rafael Lazarte: –Acá era peor, porque no existían músicos que se dedicaran a lo andino. Yo quería armar algo y me salía una cosa tipo Anacrusa: flauta y piano... nada que ver.

Fernando Cáceres: –En Chile había más referencias. En los comienzos, yo estaba relacionado con la peña de los Parra, con Inti Illimani. Incluso, me formó Alberto Sapicai, el bombisto de Violeta Parra...

Casi treinta años después, Mitimaes cosechó tres discos y relaciones duraderas. Jaime Torres los hizo número clave en sus Tantanacuy... se mezclaron con Fortunato Ramos, Ricardo Vilca, Leda Valladares y Tomás Lipán, viajaron muchas veces a Europa e integraron jóvenes alumnos al cambio estético. Explica Cáceres: “Nuestra historia es coherente, resistimos el archivo. No solamente diciendo, sino grabando música de todos los países. Levantamos la bandera de la integración latinoamericana, pero nunca nos afiliamos a un partido político. Es algo que está implícito en la propuesta del grupo”.

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Cáceres y Lazarte perserveran en la música autóctona.
 
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