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Jueves, 23 de julio de 2009

TELEVISION › CóMO FUE EL ESTRENO DE ZOOM, POR CANAL 13

Furcios, desorden y gritos

El nuevo programa de Andy Kusnetzoff, Daniel Tognetti y Fredy Villarreal se pareció a una estudiantina adolescente que no estuvo a la altura de otros clásicos de la cruza entre humor e información, como Fax, CQC y La noticia rebelde.

 Por Emanuel Respighi

Con la idea de continuar la línea periodístico-humorística de ciclos como Semanario insólito, La noticia rebelde y CQC, el martes comenzó en El Trece Zoom, mirá de cerca (lunes a viernes a las 19). En un debut que estuvo plagado de furcios, desorden y gritos, risas y aplausos de una bullanguera claque, el programa conducido por Andy Kusnetzoff, Fredy Villarreal y Daniel Tognetti se pareció mucho más a la primera práctica televisiva de una estudiantina adolescente que a la mirada irónica y profunda sobre la realidad argentina que supieron tener –cada uno a su manera– los ciclos del género que marcaron a fuego diferentes épocas. El primer envío reforzó la idea de que al estilo de un programa lo conforman sus contenidos y la inventiva de sus hacedores. No basta con proclamarlo a los cuatro vientos.

La obsesión forzada por transmitir “buena onda” –expresión que repitieron una y otra vez los integrantes del trío– atentó desde el comienzo contra la posibilidad de disfrutar de un programa que analizara con ironía e inventiva la realidad argentina. La excitación que signó el debut del ciclo producido por Mandarina hizo que, por momentos, la visión se volviera insufrible para quienes estaban frente al televisor. Más acelerado que reflexivo, más humorístico que filoso, Zoom es otra muestra de que abordar la realidad con creatividad no es tarea sencilla. Mucho menos si al periodismo se le antepone la “buena onda” como único y forzado medio para abordar el afuera. Ninguna risa con recibo de sueldo a fin de mes (“son obsecuentes extraordinarios”, admitió Villarreal al aire, en referencia a la claque), por más bullicio que haga, puede reemplazar o suplantar el efecto que provoca una pregunta o reflexión inteligente.

Extrañamente nerviosos para la experiencia que poseen en el medio, rasgo que se notó especialmente en Kusnetzoff y Tognetti, el primer envío de Zoom sirvió para exhibir el lugar que ocupa cada uno de los conductores: Villarreal es el encargado de aportar la cuota humorística; en Tognetti descansa la pata periodística y Andy es el anfitrión e integrador de esos dos eslabones de los que se vale el programa. Mesa redonda de por medio, la expectativa por ver la interacción al aire del atípico trío chocó el martes contra la imposibilidad que demostraron los conductores para hablar sin pisarse y, en los pocos momentos en que eso no ocurrió, al menos intentar escucharse para llevar adelante una conversación más o menos comprensible.

Superada la observación del funcionamiento del piso, cuestión que siempre es plausible de aceitar con el tiempo, tal vez donde mayores falencias mostró Zoom es en sus contenidos. La mirada transgresora y filosa que tuvieron los escasos programas destacados del género brilló por su ausencia en el flamante magazine. Los recursos que mostró hasta aquí el programa no van más allá de viejos conocidos remozados. El mininoticiero replica en formato y estética las noticias comentadas en CQC. La sección “Protesta cantada”, en la que se busca solucionar algún problema de los ciudadanos, con una canción ad hoc en tono humorístico, hace recordar al “Proteste ya!” de CQC y a “Los raporteros” de Showmatch. Sin embargo, el hecho de que el programa se haya excusado de ir en busca de la solución para las 200 familias del barrio Utevi que no tienen escritura de sus viviendas (y por ende no pueden solicitar la red cloacal ni la de gas) fue una decisión editorial que hace pensar que Zoom corre el riesgo de limitarse a la búsqueda del efecto más que a la denuncia.

La manera en que se encaran otras secciones que pueden pensarse que el programa recicla de La noticia rebelde también demuestra la distancia que lo separa de aquel legendario ciclo de Jorge Guinzburg, Adolfo Castelo, Carlos Abrevaya y Raúl Becerra. Mientras en el programa pionero del género el “Pasando revista” funcionaba para que los periodistas mostraran con acidez las contradicciones y absurdos de la clase política y artística del país, Zoom se limita a poner el aire el típico informe sobre los aspectos más bizarros y graciosos de la TV, sin querer ir más allá. Incluso, la entrevista –en el primer envío contó con los protagonistas de Valientes, en un reportaje imposible, casi sin respuestas– cuenta con “el cono de silencio”, donde supuestamente el entrevistado responde sobre algún tema urticante. El problema de ese recurso, un símil de “la pregunta para romper el cubito” de La noticia rebelde, es que resultará inocuo si la pregunta se limita a saber si los galanes de la tira de Pol-ka se la “bancan” sexualmente o si a Gonzalo Heredia “lo están tratando bien” (por su romance con Cecilia Roth, protagonista de Tratame bien).

El desorden y la desprolijidad que primó en el debut –en el que se destacó la cuota de humor que le imprimió Villarreal a través de la composición del intendente de Loma Bella Roberto Charuto y del entrometido mozo Rogelio– es la más clara prueba de que Zoom es hijo de los tiempos televisivos actuales, donde los programas se ponen al aire antes de haber alcanzado la maduración suficiente para no patinar. Un elemento que por el momento le juega muy en contra a Zoom, pero que a la vez deja la puerta abierta para que el programa encuentre su tono y equilibrio con el correr de los envíos. Una tarea que podrá tener un horizonte más despejado si quienes están detrás y adelante de Zoom comprenden que no se puede (no se debe) confundir caos creativo con caos al aire. Y dejan de pensar en el envoltorio del programa para agudizar su ingenio en los contenidos: no basta con mostrar el fuera de foco del piso ni ostentar una dirección segmentada para ser transgresor y moderno. La noticia rebelde, el alma pater de las infinitas propuestas televisivas que quisieron emular sin éxito el estilo de aquél, no contaba con nada de eso y, sin embargo, nadie puede negar el lugar que ocupa en la historia de la TV argentina.

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Tognetti, Kusnetzoff y Villarreal se mostraron obsesionados por transmitir “buena onda”.
 
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