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Jueves, 18 de agosto de 2005

TELEVISION › MIRTHA LEGRAND VOLVIO CON SUS ALMUERZOS Y SU ESTILO

“Si me censuran me voy, y digo
por qué me voy”

Fiel a la técnica de “decir sin filtro”, critica a América por el fin de TVR, revela sus técnicas para entrevistar y recorre la televisión 2005. “Maradona, Tinelli y yo somos milagros”, dice Mirtha.

 Por Julián Gorodischer

La Señora toma su tecito en la mesa aggiornada de los almuerzos más famosos, que ya no tiene candelabros ni servilleteros dorados, ni objetos de plata, más afín a la onda de Palermo Soho. Pero ella reedita el mismo espíritu de siempre: esa pretensión de decirlo todo, como ahora, cuando hace pública su posición tomada: “Los programas de Diego Gvirtz –dice– no han sido especialmente agradables conmigo, más bien todo lo contrario. Pero yo estoy en contra de la censura, y tengo que decir que el canal ha hecho muy mal en censurarlo”. Es un día caliente en el estudio de los almuerzos: entra el invitado, el ministro Lavagna, protestan ahorristas en la puerta, resuena la partida de Diego Gvirtz, el fin de TVR e Indomables, y Mirtha Legrand sigue pateando el tablero, consciente de que no hay vigencia sin resonancia mediática; sabe que su marca es el decir sin filtro, sin premeditación, haciendo un culto a lo espontáneo que ahora confirma en acto:
–Sobre todo hicieron mal porque había salido la promoción al aire, y ya sabían de qué se trataba. Los canales son como telarañas, tienen cosas que uno nunca llega a descubrir. Se sugiere un nombre y entonces lo llevan arriba, a las autoridades. Ellos sabían que venía Pontaquarto.
–¿A usted le objetaron a alguien?
–Bueno, mirá, yo no tengo facilidades de traer a la Carrió, pero no te quepa duda de que la voy a traer. Ellos son más papistas que el Papa. El Gobierno no se enoja; las que se enojan son las empresas por esa cuestión de la publicidad, por el miedo a que se la recorten. Lo de Pontaquarto hubiera pasado desapercibido, nadie se hubiera dado cuenta... Empecemos diciendo que yo no lo hubiera invitado, pero una vez que está invitado no se lo saca.
–¿Y si se meten con los almuerzos?
–Yo no permito la censura en mi programa... jamás. Yo me voy..., y hago público por qué me voy.
Aquí están, juntos, todos los clásicos que rodean a la diva: sus mucamas llenas de spray de pelo lanzado al pechito, una productora que grita divina, preciosa, una cohorte obligatoria. Mirtha pregunta, al aire: ¿Cómo estoy? Y Eliana, su mano derecha y armadora de mesas políticas, le dirá por enésima vez: Muy bonita. Eliana se ubica en la primera fila y no permite que se le paren adelante, porque Mirtha necesita verla todo el tiempo: la tranquiliza. Carlos Rottemberg, su productor histórico, monitorea el ingreso de invitados y explica lo que se escucha: esa retórica de la espiralidad que garantiza los mismos remates de la conductora (porque el público se renueva). “Nosotros somos unos privilegiados por estar sentados a esta mesa”, dice Mirtha, una entre en el combinado de frases posibles que ya se escucharon alguna vez, y Rottemberg tiene una teoría al respecto: “Todo el resto de la TV vende y ofrece cambios –argumenta–, y Mirtha se diferencia y sigue vigente porque ofrece el mismo programa hace 37 años. A esta TV le falta ese tipo de programa artístico de autor al estilo de Cosa juzgada, Atreverse o Situación límite. Hoy hasta la ficción se trabaja en términos de marketing”.
El camarín de Mirtha, al que se accede por cortesía de un contacto, es un espacio chiquito, con una virgen, un santo y fotos familiares. Sergio Company, ex panelista de Indomables, conduce la visita guiada: se ve a la Rosa Mística y a San Cayetano. Las chicas (Gladys y Olga, maquilladora y vestuarista) cuentan que los santos “no son de siempre”, que llegaron después de la muerte de Daniel (hijo) cuando la diva empezó a rezar con frecuencia y se hizo más espiritual. ¿Un objeto que la represente? “El espejo –dice Company–, porque refleja la cosa más linda que tiene la TV.... ¿Y qué querés que te diga del canal –yendo a temas más picantes–. Me dejaron sin trabajo de un día para el otro, a mí y a otras 120 personas de TVR e Indomables. Pero yo los cagué... no me pueden prohibir la entrada porque trabajo con Mir-tha.” En todo el plantel de los almuerzos se percibeesa resistencia pasiva, como una tensión que no se disimula pero que llega acompañada, en cualquier caso, del elogio desmedido para la Señora. Sigue Company, pero ahora como decorador: “Era la gente la que pedía que se terminara el barroquismo. Adentro mismo de la familia decíamos: pongamos sillones de cuero, saquemos los objetos de plata, instalemos arañas del estilo de Palermo Soho. Es más chic, más refinado... ¿Lo más caro? Mirtha siempre va a ser lo más caro –algo impúdico–. Siempre lo que reluce es Mirtha”.
Si se le pide una teoría sobre sí misma, ella reitera su defensa de la espontaneidad. A esta altura es un lugar común aquello de que ella lo dice todo sin filtro, pero es tan cierto como el modo en que lo pone a funcionar: avanza mediante idas y retrocesos, dice una crítica y un halago continuado que se neutralizan entre sí. Así se metió con la infidelidad de Susana (en el primer programa), mencionando la foto de su novio con una chica en el Uruguay, y luego elogiándole la figura. “Yo digo lo que siento, lo que viene a mi cabeza –dice la Señora–. No es atacar al invitado, no me gusta ni me gusta que lo hagan conmigo, pero aparece cierta dosis de espontaneidad que he adquirido y de la que yo misma me sorprendo. Nunca imaginé decir lo del zurdaje, me salió espontáneamente, no fue pensado. Aquí estaba el Presidente, aquí estaba la señora Cristina, y me salió decirlo. Y sé que fue despectivo, que no fue una palabra agradable, pero ahí salió...”
–¿Y se arrepintió de decirlo?
–No, nunca me arrepentí. Ellos reaccionaron bien... y hoy me pareció oportuno repetirlo (N de la R.: dice a Lavagna que el zurdaje se vino con todo). Es un ministro fuerte, y se lo dije con simpatía, no agresivamente. Pero no es al único. A Patti le dije: míreme a los ojos, ¿usted mató a alguien? Yo tiro para todos lados... yo reparto. Y a Susana le pregunté si le habían molestado las fotos que salieron del novio con una supuesta compañía, habrá sido una cosa así, momentánea, pasajera...
–¿Y si le responden mintiendo?
–Los detecto cuando no me miran a los ojos, cuando titubean... les digo vos me estás mintiendo, no es así... Recién me dijo el ministro: yo valoro su espontaneidad. Todo es muy técnico, y la señora que está en su casa quiere saber si le van a aumentar la luz, si le van a subir la nafta. Y esa cosa directa me sale por la sangre andaluza, es congénita; yo estoy más allá del bien y del mal... qué me va a pasar..., ¿me van a prohibir?, ¿me van a sacar del aire?
“Yo no soy amiga de Xuxa –monologa en un corte cualquiera–, pero es una mujer encantadora.../ Este canal no invierte un peso/... todo es gratis..../ Figuras internacionales no vienen ni una/ El lunes va a ganar Harry Potter/ No hay nada que pueda contra Harry Potter”, todo dicho como por un oráculo posmo, convirtiéndola en un espacio de consulta de lo más variada, omnívora, allí donde todos los temas (la tele, la política, la economía, la farándula) se mezclan, se enchastran en una bolsa de opiniones y juicios dichos al tuntún. “Mire... no hay mujer de mi edad que sepa de quiebras y convocatorias... que lea todos los diarios cada día”, dice Mirtha Legrand como para marcar la diferencia: espontánea pero nunca improvisada. Sigue el chorro de opiniones vertidas al azar, compulsivamente, sin temor al desconocido que pueda parar la oreja, con la conciencia de estar de vuelta de todo. “Y qué me van a hacer, ¿me van a echar? –dice otra vez–. La gente me pide la escalera, aunque sea de cinco escalones... Miren qué bonito lo que tengo puesto... Y... ¿no dicen nada?”. Se va cebando y dice: “Este es un gobierno rico con habitantes pobres”. Así sin filtro, como si el desafío fuera quebrar el tedio cotidiano, la nada...
Y dice más: “Yo creo que la Argentina está en manos de Brasil... veo brasileños por todas partes”. Más, siempre más, jamás respetuosa de una corrección política. “Yo he estado en Francia y hay un sector delimitado para que marchen los huelguistas. Acá los dejaron avanzar demasiado. No digo represión, ni violencia. Pero la ciudad se ha convertido en un desastre.” Es la autoconciencia de que, como Gran Señora, puede decir o preguntar cualquier cosa, la impunidad que se le concede sólo a ella y, claro, a Maradona, la enunciación al borde del desastre. “La Señora puede preguntar cualquier cosa”, confirma Eliana, su mano derecha. Y Mirtha se hace la que no escucha, pero la sonrisa se le dibuja, enorme.
–¿Cómo estimula la pelea?
–Si no hay disenso es aburrido, y no hay nada peor que la televisión aburrida, cuando todos hablan del mismo tema y es demasiado armonioso. A mí me gusta el cruce de opiniones. Me he dado cuenta de que los conductores nunca repreguntan. Y yo digo: ¿qué me estás queriendo decir? Vienen el político y el actor con un discurso muy armado o muy confuso.
–Usted fue, en 2002, la más crítica denunciante de la telebasura... ¿hoy qué opina?
–Yo creo que va a aflojar de a poco, y en todos los países del mundo se ve. Los teleteatros son de una factura fantástica. Lo peor es cuando se ataca al otro. A Intrusos le molestaba mucho que dijera: ahora viene el programa que me continúa. Y por eso este año digo: ahora viene Intrusos. Mi política es ser pacífica con todo el mundo. Vamos a cultivar una política de buena vecindad. Además estoy acá, en el mismo estudio que ellos, y antes estaba a la vuelta.
–¿Y qué opina del bajón del 13?
–Tiene una programación de la tarde que es muy floja. La de la noche es excelente..., no sé qué ha pasado con el 13. Para mí en la TV hay dos cosas mágicas: el adelgazamiento de Maradona y el éxito descomunal de Tinelli. ¡Son milagros! La gente muere por estar en cámaras y Tinelli les da la oportunidad. Es un poco circense: recurre a todo: chicos, leones... no queda nada por ver... pero a la gente la atrapa.
–Y sobre Susana...
–No está destruida, está luchando... y está desconcertada por todo esto que ha pasado. Me dice: Chiquita, no puede ser que haya bajado de 25 a 14 puntos. Hay que averiguar si las mediciones son genuinas. Yo, por ejemplo, nunca he tenido altos niveles de audiencia, pero cada día tengo más sponsors. Sabe una cosa..., antes hablé de dos milagros. ¡Pero también Mirtha Legrand es milagrosa!

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Mirtha Legrand, a esta altura, una diva resistente y sin concesiones.
 
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