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Miércoles, 3 de febrero de 2010

TELEVISION › ALGUIEN QUE ME QUIERA, LA FLAMANTE TIRA DE POL-KA

El costumbrismo va de compras

Un mercado comunitario es el ámbito donde transcurre la historia. El primer capítulo mostró fidelidad al canon que identifica los productos de la factoría de Suar, pero evidenció también saludables esbozos de renovación genéricos y estéticos.

 Por Emanuel Respighi

Un mercado en el que conviven la carnicería, la verdulería, la pescadería, la florería y el almacén, entre otros puestos, como en aquellos viejos lugares de compras barriales que la globalización desterró por completo. Un espacio en el que reinan la alegría y la bondad entre los trabajadores que diariamente le dan vida a ese modesto centro de compras que nada tienen que ver con los hipermercados actuales. Un Mercado Comunitario del Sur –así se llama– donde todo brilla con pulcritud y los dueños de los puestos, impecables, hasta se permiten fiarles a los vecinos que tienen nombre y apellido y que concurren a hacer algo más que sus compras diarias. Ese es el ámbito en el que transcurre la trama de Alguien que me quiera, la flamante tira de Pol-ka que el lunes estrenó El Trece (lunes a viernes al término de Valientes). Una ficción que parecería posar sus ojos sobre una Argentina que ya no existe, una sociedad que alguna vez fue y que hoy se recuerda con la melancolía de lo perdido, con la certeza de lo irrecuperable.

Si para transitar el registro costumbrista como ninguna otra productora lo hizo, Pol-ka pasó por diferentes oficios populares a lo largo de su década y media de vida, en Alguien que me quiera encontró en el mercado la posibilidad de juntarlos a todos en un mismo programa. De esta manera, el abanico de líneas argumentales e historias se expanden casi infinitamente, siempre dentro del paseo de compras diseñado para que la identificación de los televidentes con los personajes se vuelva inmediata, de tan cotidiana. La extensa galería de personajes que motorizan el mercado, interpretados por un elenco que combina figuras de larga trayectoria con actores más jóvenes, es el aval en el que se refugia Pol-ka a la hora de garantizarse diferentes escenarios para los más de 200 episodios que tendrá Alguien que me quiera.

Con el peso de reemplazar a Valientes, la telenovela que fue el programa más visto de 2009 con un promedio diario que suele alcanzar los 30 puntos, la comedia romántica no sólo combina oficios en su trama sino también géneros, en este caso la telenovela y la telecomedia. Ese mix se percibió claramente en el primer capítulo en las dos historias de amor que motorizan la trama. Por un lado, Ana (Andrea Del Boca) y Rodolfo (Osvaldo Laport) conforman el romance más clásico, propio del culebrón, iniciado con el típico “encuentro casual”, plagado de mentiras piadosas que poco duran y envuelto en un fuerte tono romántico, desde la forma y el contenido. Por otro, Paloma (Susú Pecoraro) y Armando (Miguel Angel Rodríguez) son dos viejos amigos, compañeros en el mercado –él es el carnicero, ella la dueña del almacén– que se aman en silencio, y que viven con alegría sus enredos cotidianos. La musicalización elegida, el tono de las actuaciones y las situaciones que se viven en cada una de estas dos historias de amor –que no son las únicas, sino las principales– marcan las diferencias de género en la que inteligentemente se desdobla Alguien que me quiera.

Si bien la ficción mantiene el registro costumbrista clásico de la factoría Pol-ka, Alguien que me quiera tiene algunas particularidades que la diferencian de sus antecesoras. Una de ellas es que la comedia romántica parece cederle al humor un lugar importante, como acompañante de las historias de amor. En la galería de personajes que transitan el mercado sobresalen en este rubro los que interpretan Julia Calvo, Luisana Lopilato, Jorgelina Aruzzi y Daniel Casablanca (integrante de Los Macocos), este último componiendo a un mudo, confidente de Arturo, sumamente divertido. En este punto, el debut dejó sentado que la trama escrita por Solange Keloyán, Alejandro Ocón y Sebastián Parrota tiene las herramientas necesarias para atraer al heterogéneo público que suele mirar televisión abierta en la primera franja del prime time local.

La otra veta distintiva que mostró el capítulo inicial de Alguien... es que a la típica fórmula que desde los contenidos persiguen las tiras diarias le sumó cierta búsqueda estética en la forma en que se cuenta el relato. Algunos travellings bien logrados y una adecuada utilización de la musicalización para reforzar los diferentes tonos de la trama sirvieron para diferenciarla de otras tiras chorizos pensadas únicamente en función del rating. Al menos, ésa es la sensación que dejó el capítulo debut.

Sin embargo, la muestra más cabal de que en Alguien... se percibe una superación de Pol-ka respecto a sus ficciones diarias anteriores la brindó la forma en que desde lo visual resolvió la fantasía y la poesía que pretende el guión (supervisado por el guionista y realizador Marcos Carnevale). La escena del flahsback con el que Rodolfo recuerda a su padre, jugando con los colores, las intensidades de las luces y los planos para marcar el tiempo pasado y el presente de la historia fue de lo mejor que dio la TV en muchos años. Otra escena propia de un unitario fue el “encuentro casual” entre Ana y Rodolfo, enmarcada en un eclipse lunar que hizo que personajes unieran sus manos, sin saberlo, a través de un vidrio espejado. La duda es saber si esa intención estética se mantendrá a lo largo de la historia o sólo se trató de un recurso utilizado en el debut para seducir al público.

A fuerza de un elenco coral multitarget, líneas argumentales infinitas y un trabajo de la imagen más fino que la media, Alguien... tuvo un debut auspicioso, que deja abierta la posibilidad de que se transforme en una opción televisiva interesante y cuidada. Una expectativa que, siguiendo la historia de manoseos que las tiras diarias suelen sufrir por cuestiones televisivas-económicas, corre el riesgo de perecer en pocas semanas.

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Alguien que me quiera va de lunes a viernes al término de Valientes, por El Trece.
 
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