Viernes, 13 de enero de 2006 | Hoy
VIDEO
Sin duda una de las mejores películas argentinas del 2005, nacida de una creación colectiva de la que participaron actores y técnicos (en una suerte de retiro comunitario, celebrado en Monte Hermoso). Como pasan las horas es una de esas películas en las que la narración, entendida como progresión de acontecimientos, deja paso al registro de lo sensorial, lo sensible, lo recónditamente íntimo. Todo aquello que se supone la cámara no podría “ver” y sin embargo sí puede, gracias a la penetrante mirada de Inés de Oliveira Cézar y su director de fotografía, Gerardo Silvatici, que consuman una de las experiencias visuales más subyugantes de todo el cine argentino. Lástima esas imágenes deformadas, que suenan como saqueadas a Sokurov y su Madre e hijo.
Una de las dos películas de Jorge Gaggero estrenadas en 2005 (la otra fue el documental Vida en Falcon), Cama adentro observa la decadente Argentina post 2001 desde un interior, el del departamento ocupado por una señorona venida a menos (Norma Aleandro) y su mucama de toda la vida (la debutante y actriz no profesional Norma Argentina). Mientras la dueña de casa se niega a reconocer una caída a pique que es la de parte de su clase (la media-con-pretensiones-de-alta), la mucama libra con ella una sorda guerra de amor y odios, largamente cultivados. Veterano de aquellas famosas primeras Historias breves de 1994, la ópera prima de Gaggero es irreprochable. Pero sufre también de exceso de tibieza, como si lo único a lo que se aspirara fuera a la máxima corrección cinematográfica.
Celebrable recuperación de esta admirable comedia dramática de fines de los ’30, dirigida por el muy poco conocido Gregory La Cava y con uno de esos guiones que habría que convertir en caso de estudio. Indudable modelo para Mujeres que trabajan y otras del argentinísimo Manuel Romero, Entre bastidores transcurre casi enteramente en una pensión neoyorquina, cuyas únicas inquilinas son aspirantes a actrices. Realismo verdaderamente sucio (obligadas por las circunstancias, todas buscan algún ricachón que las saque a comer ... o peor), acidez destilada y unos diálogos que de tan geniales ya casi son demasiado, Stage Door jamás deja de hacer causa común con sus protagonistas. Todas ellas extraordinarias. Y capitaneadas nada menos que por Katie Hepburn, the one and only.
Otro que comete pecado de corrección. En su primer trabajo por encargo en Hollywood el brasileño Walter Salles hace todo bien ... salvo que nada está del todo bien en esta remake de una obra maestra del terror japonés. Tan aplicado y moderado como en Diarios de motocicleta, puesto a dirigir este drama de terror Salles deja el drama y lo vacía casi completamente de todo indicio de terror. Entendiendo como tal algún estremecimiento, por ligero que fuera. Lo que queda es la historia de culpa de una madre separada y a cargo de su hija (Jennifer Connelly, magnífica), que por falta de plata se ve obligada a mudarse a un edificio en avanzado estado de descomposición ... y, según parece, con alguna que otra niña muerta corriendo por los pasillos.
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