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Sábado, 16 de enero de 2010

VIDEO › CICLO DE CORTOMETRAJES DEL CANADIENSE GUY MADDIN

La pasión muda de un freak

En la muestra programada por el departamento de cine del Palais de Glace se exhibirán diez films del notable director de My Winnipeg. Abrirá el ciclo Odilon Redon, una suerte de paráfrasis del Buñuel más surrealista.

 Por Horacio Bernades

A partir de un ciclo que tuvo lugar en la sala Lugones a fines de los ’90, la obra del canadiense Guy Maddin (Winnipeg, 1956) se fue conociendo de modo bastante regular en la Argentina. Su carácter de habitué del Bafici se coronó en la edición 2007, con la exhibición especial de la por entonces flamante Brand Upon the Brain!, que contó con acompañamiento orquestal y narración en vivo a cargo de Isabella Rossellini. Consecuencia de esa frecuentación, dos de los ocho largometrajes de Maddin llegaron a salas comerciales: La canción más triste del mundo (2003), primero; My Winnipeg (2007), meses atrás. Quedaba por conocer una caudalosa zona ciega: la integrada por más de una veintena de cortometrajes, todo un cuerpo de obra paralelo que atraviesa la filmografía de este enfant terrible del cine contemporáneo. Parte de ese continente oscuro puede recorrerse ahora hasta fin de mes, gracias a un ciclo programado por Kino Palais, departamento de cine del Palais de Glace (ver detalle aparte).

Una paráfrasis del Buñuel más surrealista y una fusión del cine de gangsters de los años ’30 con la imaginería porno-libertina abren y cierran la cronológica decena de cortos programados. El ejercicio metabuñueliano es Odilon Redon (o El ojo, como un extraño globo, se dirige al infinito, 1995), uno de los cortos más conocidos del realizador, mientras que Glorious (2009), mix porno-gangsteril en cuestión, es tan reciente que, si se la busca en la actualizadísima base de datos www.imdb.com, no se la hallará. Desde ya que la enorme mayoría de los cortos que exhibirá el Kino Palais son mudos y en blanco y negro, como corresponde a quien hizo del cine silente su referente central. Central y múltiple: de aquel cine, Maddin puede tomar con igual soltura la veta experimental (como sucede en Odilon Redon), la expresionista (The Heart of the World, 2000, con su iconografía como de Metrópolis) y la soviética (el montaje eisensteiniano de The Heart of the World).

La pasión muda de Maddin no excluye el cine de terror primitivo (las pesadillas de Hospital Fragment, 1999), ni la comedia “de tortazos”. Tortazos releídos, por supuesto: en Sissy Boy Slap Party (La fiesta de cachetazos del mariquita, 2004), un grupo de marineritos, morochones y efebos se entregan a una desaforada orgía... de cachetazos, al mejor estilo Los Tres Chiflados. La erótica perversona reaparece en la también muy reciente Envíame a la silla eléctrica, proyectada, en la última edición del Festival de Rotterdam, sobre el exterior de un edificio de oficinas. Es en la silla eléctrica que una fiel amiga de la casa, Isabella Rossellini, experimenta sus goces más intensos.

Dos de los cortos programados se salen, aunque sea en parte, de lo que podría considerarse “canon maddiniano”. Uno de ellos, Sombra dolorosa, por ser enteramente en colores. En un México de puro estudio, una señora debe vencer, en una pelea de lucha libre, a un enmascarado tipo “El Santo”, para que un ritual antropofágico le permita recuperar a su marido muerto (sic). La rareza de Night Mayor (2009) consiste en ser hablada, hasta por los codos incluso. En ella, un inmigrante bosnio intenta reconvertir la energía de la Aurora Boreal en imágenes “saludables para el pueblo”, gracias a una máquina de su invención. Un alter ego de ese científico loco del cine llamado Guy Maddin.

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Maddin, un director de culto para los cinéfilos argentinos.
 
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