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Sábado, 13 de julio de 2013

VIDEO › EL INCREIBLE BURT WONDERSTONE, DE DON SCARDINO

Trucos para todos los gustos

Protagonizada por un trío de oro (Steve Carell, Steve Buscemi y Jim Carrey) y con James Gandolfini en su última aparición cinematográfica, esta comedia sobre el lado oscuro del mundo de la magia es tan corrosiva como desternillante.

 Por Horacio Bernades

El increíble Burt Wonderstone es una digna representante de la Nueva Comedia Estadounidense.

“Lo adoré durante diez años y me hizo odiarlo en 60 segundos”, le dice, perpleja, a Burt Wonderstone la chica a la que acaba de tomar como ayudante. El tipo no sólo la llama por un nombre que no es el de ella, sino que la trata como una cosa. Además de, por supuesto, intentar volteársela como si lo fuera, en cuanto la conoce. Mago de esos que se presentan con trajes rococó, camisas llenas de volados y un bronceado de cama solar de 24 horas al día, Wonderstone (cuyo verdadero apellido es Weinselstein) se cansó de llenar teatros de Las Vegas junto a Anton Marvelton (¡!), la otra parte del dúo de ilusionistas que conforman. Pero ahora acaba de aparecer un competidor que les vació los escenarios gracias a trucos tan delicados como cortarse la cara en vivo o retener, durante doce días, las ganas de orinar. Y a Burt no se le ocurrió nada mejor que pelearse con todos los que siempre lo bancaron. AVH acaba de lanzar The Incredible Burt Wonderstone, respetando el título literal. El increíble Burt Wonderstone se llama por aquí la película protagonizada por un trío de oro: Steve Carell, Steve Buscemi y Jim Carrey.

Sí, claro, también está el lamentado James Gandolfini, en papel secundario. Burt Wonderstone es su última película estrenada hasta la fecha, queda por ahí alguna que se conocerá póstumamente. Medio rubión y tan grasa como todo en esta película, Gandolfini hace del dueño del hotel de Las Vegas donde el casi impronunciable dúo Wonderstone-Marvelton se presenta durante años. Hasta que llega Steve Gray, con su bien torneado torso al aire, el pelo rubio y lacio hasta la cintura, aspecto de heavy rocker y números de heavy magician, para robarles todo: el público, la popularidad, la fama, la plata, el escenario y las groupies. Y encima se les ríe en la cara. En el papel de Gray, la de Jim Carrey es, como de costumbre, una presencia impresionante. Esta vez más orgánicamente impresionante que cuando quiere robarse el show a fuerza de muecas y más muecas. El de Gray es, junto con Truman Burbank, Andy Kaufman, el conde Olaf de Lemony Snicket y el Joel Barish de Eterno resplandor de una mente sin recuerdos, uno de los papeles de su vida.

Ante el arrasador avance de Gray, cuyos números extremos hacen que los espectadores aplaudan como locos, al mismo tiempo que vomitan (literalmente: una idea genial), el narciso de Burt (Steve Carell, perfectamente odiable) opta por separarse de Marvelton, que lo aguantó toda la vida (Steve Buscemi, completando la delantera de selección) y ganarse en 60 segundos el odio de la sufrida Jane (Olivia Wilde, dueña de los ojos más rasgados del mundo), presentando, en solitario, el mismo show que hacía con ambos (corre de un lado al otro del escenario, tratando de estar en todas partes a la vez). Gandolfini le da una patada donde se merece y termina yendo a parar a uno de esos retiros para ancianos del espectáculo, donde los internos están más preocupados por no hacerse encima que por prestarle atención al tipo que saca pañuelos, galeras y conejos. Alan Arkin: ése es el cuarto mosquetero que faltaba, en el papel del mago que los formó a todos, y que, formando pareja con él, permitirá el renacimiento de la rata de Wonderstone.

Salvo ese típico final redentor –que viene con chica y todo–, el resto de Burt Wonderstone (dirigida por Don Scardino, que estuvo varios años al frente de 30 Rock) es tan corrosivo, venenoso, desternillante y eventualmente genial como cualquier buena representante de la Nueva Comedia Estadounidense. La cama óctuple de Wonderstone en un hotel de Las Vegas, los trucos para dejar contentas a las pobres chicas que depreda cada noche, la claustrofobia que le agarra cuando quiere hacerse el Houdini y, sobre todo, el número de trepanación de cráneo con el que Carrey pretende alcanzar el cielo de los ilusionistas estilo Tu Sam son momentos francamente geniales. Que sea la última de Gandolfini no debería ser el primer motivo para ver El increíble Burt Wonderstone.

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