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Sábado, 20 de enero de 2007

VIDEO › “SOÑANDO CON LAS ESTRELLAS”

El precio de ser un niño prodigio

La película de Don McKellar se mete en la vida de los chicos actores.

 Por Horacio Bernades

Todo comenzó con un encuentro casual con Haley Joel Osment, el chico-revelación de El sexto sentido, durante una fiesta y al pie de la barra. Allí, Don McKellar comprendió que ese pibe que tenía delante de él, harto de los fans y la fama cuando sólo sumaba 12 o 13 años, era la cifra perfecta de una enfermedad social. Bastó unir esa idea con la letra de una canción de Ron Sexmith llamada Child Star (“Amaban a alguien, pero esa persona no eras vos”) para que de allí surgiera Childstar, opus número 2 del canadiense McKellar luego de la muy interesante Last Night, que allá por 1998 llegó a competir en el festival de Mar del Plata. Con el título de Soñando con las estrellas, AVH acaba de editar Childstar en Argentina, en VHS y DVD.

Basta que la azafata le ruegue apagar el celular en vuelo para que Taylor (el debutante Mark Rendall) la saque carpiendo y su mamá, Suzanne (Jennifer Jason Leigh), amenace con hacerle juicio a la línea aérea, por maltrato infantil. Agentes de prensa, productores, cazadores de autógrafos y tipos ofreciendo chicas llueven sobre Taylor ni bien pisa el set de The First Son, la película que esta estrellita yanqui vino a filmar a Toronto, Canadá. “¿Y usted quién es?”, le pregunta el chico a uno que acaba de confesarle su admiración, mirándolo desde arriba. “Soy el director de la película”, dice muy bajito el otro, cuestión de no ofenderlo. The First Son es una típica producción de Hollywood, en la que él debe tomar el lugar de su papá, presidente de la nación para más datos, luego de que éste es secuestrado por terroristas.

Con un productor cuidándolo como si fuera oro en polvo (Dave Foley, ex Kids in the Hall y la sitcom NewsRadio), la madre más pendiente de sus encames que del muchacho y el padre a más de mil kilómetros de distancia, disfrutando de la plata que le deja esa veta que tiene por hijo (Eric Stoltz), no es raro que Taylor elija confiar en Rick, el chofer que la producción ha destinado para él (el propio McKellar, que suele actuar más de lo que dirige). Tanta confianza establece el chico que una noche le pregunta a Rick cómo hacer para levantarse a una chica. Sí, Taylor es virgen.

Potencialmente interesante y llena de líneas narrativas, Childstar es una de esas películas en las que se percibe que entre intenciones y resultados existió algo parecido a una carrera de obstáculos, en la que no todos pudieron vencerse. El precio de la fama, la explotación familiar de las estrellas infantiles, las relaciones entre estadounidenses y sus vecinos canadienses y entre el cine comercial y el alternativo (aparte de ganarse la vida como chofer, Rick filma pequeñas películas experimentales) son algunas de las cuestiones que quedan más en lo que pudo haber sido que en lo que fue. Como sucede con esos proyectos inconclusos que son los niños-estrella, cuya luz parecería de la misma naturaleza que la del fósforo.

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McKellar y una historia de explotación familiar.
 
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