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Sábado, 5 de mayo de 2007

VIDEO › “QUINCEAÑERA” Y “DIAS SALVAJES”

Los dilemas del cine independiente

Ambas películas, del riñón indie estadounidense, terminan sucumbiendo a los prejuicios y los convencionalismos.

 Por Horacio Bernades

Entre la expresión libre y las ataduras de la corrección política. Entre la necesidad de diferenciarse y las presiones uniformizadoras. Entre los gustos de las minorías y la voluntad de masividad. En esos bretes se halla lo que se conoce como cine indie o cine independiente estadounidense. Así lo confirman algunas recientes o inminentes ediciones en video, como Quinceañera (Gran Premio del Jurado y Premio del Público en la edición 2006 del Festival de Sundance) y Fierce People, cuarto largometraje dirigido por Griffin Dunne, eternamente recordado como protagonista de Después de hora. LK-Tel acaba de editar la primera de ellas en DVD y la semana próxima Gativideo hará lo propio con Fierce People, que sale con el título Días salvajes.

En su origen, Quinceañera (así, en castellano, es el título original) fue algo así como un película de barrio. Del propio barrio, el de Echo Park en Los Angeles, donde los realizadores –Richard Glatzer y Wash Westmoreland, que son pareja– viven desde hace un tiempo. La protagonista es Magdalena, chica de origen mexicano que es la quinceañera del título. Por detrás de ella, la entera comunidad chicana de Los Angeles, representada por la familia de Magdalena, sus amigos y allegados. Hay en la película una lograda evocación de carácter semidocumental, en la que ritos y costumbres, formas de socialización y modos del habla revelan no sólo la proximidad que los realizadores tienen con ellos, sino también un genuino interés por volcarlos con veracidad.

Próxima a festejar su “quinceañera” (nombre que los chicanos dan a la fiesta de 15), la familia de Magdalena descubre que el vestido le va demasiado apretado: esa panza está creciendo, y no es por los tamales. Angustia de la mamá, corrillos de parientes y vecinos, expulsión de la familia por parte del padre (que es pastor evangelista) y verdadera sorpresa en la propia Magdalena, que resulta ser... virgen. En un centro médico le explican que los espermatozoides son tan tozudos en su carrera hacia el útero que una eyaculación del novio sobre el muslo habría bastado para dejarla impregnada. Paralelamente a la historia de Magdalena se narra la de su primo, un chico pesadito que en algún momento se convertirá en juguete sexual de los vecinos gays. Pero el odio de clase terminará por abortar el jueguito de seducción.

Más allá de que el conflicto central no sea fácil de creer, los verdaderos problemas de Quinceañera pasan por la estereotipia de algunos personajes (el padre fundamentalista, sobre todo) y, más aún, una fatalidad norteamericana llamada happy end. Fruto de esa compulsión o cálculo comercial, en cinco minutos se pretende cicatrizar, con merthiolate color de rosa, todas y cada una de las profundas heridas que la propia película se tomó el trabajo de abrir durante los 85 minutos previos. Con lo cual termina traicionándose a sí misma. Algo semejante puede decirse de Días salvajes, que cuenta una historia con llamativos puntos de contacto con Recortes de mi vida, otra edición reciente en video, comentada en esta misma página la semana pasada.

Basada en una novela y ubicada en los años ’80, Días salvajes narra la estrecha relación entre un adolescente y su madre promiscua, drogona y totalmente pasada de revoluciones (Diane Lane, siempre lindísima). El chico va a buscarle cierto paquetito, la policía lo agarra con las manos en la masa y sólo la intervención de un recontramillonario amigo de mamá (Donald Sutherland) los salva de ir a la cárcel. En lugar de la cárcel, el loquero. O lo más parecido a eso: la principesca mansión de campo del millonario, que parece salida de un relato de Scott Fitzgerald. Allí vive el hombre con su hija y nietos, el chofer al que convirtió en jefe de policía de la zona y un ejército de gente de servicio, parientes, invitados y colados. Lo que empieza lúdico y extravagante pierde la línea al ponerse oscuro y forzadamente dramático, como si fuera ésa la única manera en que una película puede ganar respetabilidad. Los prejuicios: otro enemigo del cine indie.

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Días salvajes, cuarto largometraje de Griffin Dunne.
 
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