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Sábado, 20 de septiembre de 2008

TELEVISION › UNA “ELITE” DE ESPECTADORES

Comunidad de fans

Como el fan de Lost, el de Fringe (apenas un desprendimiento de esa tribu mayor) respeta el pacto de no referencia al argumento, y hasta se organizan escraches y ataques virales a bloggers o críticos incautos que osaran mencionar datos de la trama. Es exclusivista y solidario al mismo tiempo. Cuando se vinculan entre sí, lo hacen intercambiando reflexiones de orden especulativo, más en el orden de la metáfora (“¿Qué significa este nuevo avión?”) que en el de la información argumental, más afines al ensayo que a la reseña.

Conscientes de que la capacidad de abstracción los hace más sofisticados que un fan de Héroes, hacen valer la superioridad imponiendo una dictadura de la opinión. Para incorporar a un nuevo miembro a las bendiciones de sus papás múltiples, la comunidad requiere que se lea todo lo dicho en la enciclopedias... pedia, se domine la trama del videojuego, se conozcan las especulaciones sobre los enigmas expuestas en varias de las biblias temáticas... El fan de Lost/Fringe vuelve haciendo mucho ruido y dejando en claro que su masividad exige la división en castas: están el vulgar aguantador que recién retorna cuando se estrena en el cable (lo más bajo del espectro), el despreciable espectador de copias pirateadas que jamás se da una vuelta por una página que complemente con más data y –claro– los príncipes de dedicación full time, que son capaces de refutar orgullosos a cualquier comentador simplemente especializado y presienten que si hubiera un concurso como Tiempo de siembra (que conducía Pancho Ibáñez) ellos se llevarían el premio mayor. Su tendencia es a alambrar y dejar afuera, menos como una señal de egoísmo o inseguridad personal que como un rasgo de irritabilidad de carácter. El verdadero es pura conciencia racional, dureza espiritual y capacidad analítica, o al menos eso es lo que cree invariablemente de sí mismo, como si cada hora pasada junto a la serie fuera un arduo trabajo de introspección por el que no se paga un peso, que no provee beneficios en esta vida, pero que seguramente –y acá es donde se ponen un tanto místicos– los hará mejores en la otra.

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