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Lunes, 23 de enero de 2006

LITERATURA › OPINION

El verbo afilado

 Por Tom Lupo

Quizá lo más notorio de Ramón Plaza es que uno pudo conocerlo poco, como me pasó a mí, y sin embargo dejaba una marca indeleble como para recordarlo siempre. Nos cruzamos por primera vez en una agencia de publicidad, y al enterarse de que me gustaba la poesía se las ingenió para escaparnos a un café, y aparecieron Borges y Lugones y Marechal y Macedonio y no sé cuántos más. Poco tiempo después, compró un ejemplar de Cerdos y Peces, que tenía una magnífica editorial de Enrique Symns y un artículo mío en su interior. Y decidió hacer algo de esas cosas que ya no se hacen. Nos invitó a formar un grupo de pensamiento. Se decidió que fuera en mi casa. Lo que más me emocionaba de la actitud de Ramón era que siempre pelaba un poema y lo hacía con orgullo, no como esos “poetas” que piden permiso para leer un poema que “ocasionalmente” llevaban en su bolsillo. Un vez nos leyó uno llamado Tema Composición, La Vaca, que en una parte decía: Vacadas de alegría,/ sacuden la pampa / cuando se huele / que ahora en Liniers o en Mataderos: / un mazazo, un golpe en la cabeza, / trenes que vienen desde el fondo de la noche, / con animales que mugen de dolor, / apiñados como vacas / que gritan y gritan: / “Oh pampa / llegó mi destino final, / oh maravilla, / sentirme como me siento, / vaca, millonaria / y dueña, / convertida en el sostén, / en el corpiño / ¿invulnerable? / de cuatro a cinco factorías. / Las más prósperas / y serias / del país”.

Y me veo escondido en el baño para que no se enteren de que yo estaba llorando, no sé si por el genocidio de las vacas o por el verbo afilado de Ramón. Y si por esas cosas de la vida nunca se tropiezan con la poesía de este enorme pedazo de ser humano, quiero que se lleven una muestra de lo que puede ver un poeta de un lugar por el cual todos cruzamos miles de veces, y eso que él usaba esos lentes gruesos llamados culo de botella:

“Advertencia geográfica / Serán los dioses del catastro, / o el humor del pueblo, / o tal vez la precisa ubicación / de un momento histórico, / pero en Buenos Aires, / en la Ciudad de Buenos Aires / mirando de Sur a Norte después de la calle Estados Unidos / viene la calle Independencia”.

En la última reunión de los sábados, Ramón, con un tono casi de enojo, nos dijo: “¿Y cuándo vamos a hablar de lo esencial?” Nos quedamos esperando su propia respuesta: “De la muerte, carajo”. Y fue la última vez que lo vi. Qué suerte poder volver a encontrarlo en sus poemas.

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