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Jueves, 9 de septiembre de 2010

TEATRO

En el nombre del padre

¿Cómo es su trabajo en España?

–Tengo un estudio de teatro y dirijo espectáculos. Hace dos años realicé una versión de Hamlet, de William Shakespeare, interesante para mi gusto. El título era Buenas noches, Hamlet, y partía de la escena del acto tercero, la de Gertrudis con Hamlet. El punto central era la discusión entre madre e hijo. Introdujimos un largo flashback que conduce al entierro del padre de Hamlet en presencia de toda la corte. La narración es fragmentada, pero quedó lo esencial. La estrenamos en Madrid y fue invitada al Festival de Teatro Clásico de Almagro. Compartí la dramaturgia con el autor madrileño José Ramón Fernández. Otra obra que dirigí fue Misiles melódicos, de José Sanchís Sinisterra, un espectáculo de prosa y música que presentamos en el Centro Dramático Nacional, de Zaragoza.

–¿Sobre el “no a la guerra”?

–Es una farsa sobre una empresa española que se dedicaba al negocio armamentista. La estrenamos también en Madrid, donde tengo nuevos proyectos. Estoy ensayando Souvenir de papá con un grupo de actores que parten de sus experiencias personales: evocaciones elaboradas por ellos mismos alrededor del padre. Como material literario, sólo incluimos fragmentos de Carta al padre, de Franz Kafka.

–¿El padre, como obsesión?

–Como proveedor de un mandato. Pensar en el personaje de Hamlet nos da idea de lo que puede el mandato del padre. Cuando el fantasma del rey se le aparece al príncipe y le pide que vengue su muerte, Hamlet jura, y ese pacto lo lleva a la muerte, porque no tendrá otro destino que cumplir con el mandato. Las órdenes implícitas o explícitas de los padres son terribles, sobre todo cuando el hijo guarda una actitud de adoración y sometimiento. Por eso, me sorprendió bien una puesta que en 2001 trajo a Buenos Aires la Compañía Meno Fortas, de Lituania: al final de la obra, el actor que interpretaba al padre volvía como fantasma, se arrodillaba ante Hamlet y le pedía disculpas.

–Regresa entonces a un tema que lo seduce...

–La figura del padre es muy fuerte. Está también en Strindberg, de quien estrené varias obras: Sonata de espectros, El Pelícano (en el Teatro General San Martín) y Señorita Julia, en Bruselas. Es cierto que la temática de Strindberg se relaciona más con la guerra de los sexos y la denigración curiosa y extravagante de la figura femenina, pero también está la del padre. Es un autor genial que ha mentido y deformado la realidad. En su libro autobiográfico, El hijo de la criada, atribuye a su madre el papel de sirvienta de su padre, que en realidad no lo fue. Sigue poniendo el acento en la mujer, y ella es la traidora: en El padre es una mujer la que le coloca a éste la camisa de fuerza. Pero también Strindberg reelaboró la imagen del padre, y lo hizo a su manera, de forma individual y pionera.

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Tango ruso transcurre en San Petersburgo, en 1920.
 
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