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Jueves, 16 de septiembre de 2010

CINE › EL CINEASTA ENRIQUE PIñEYRO HABLA DE LA INJUSTICIA DEL CASO CARRERA, QUE DESENTRAñA EN SU NUEVO DOCUMENTAL

“Estos jueces y policías rozan la asociación ilícita”

El director de Whisky Romeo Zulú y Fuerza Aérea Sociedad Anónima todavía se indigna cuando describe cómo condenaron a treinta años de cárcel, tergiversando lo dicho por los testigos, a un hombre al que policías de civil le habían pegado ocho balazos.

 Por Oscar Ranzani

Si se necesita tener coraje y lucidez mental para pilotear un avión, mucho más se precisa de estas dos aptitudes para dirigir un documental como el que el ex piloto y cineasta Enrique Piñeyro estrena hoy en la cartelera porteña. El director de Whisky Romeo Zulú y Fuerza Aérea Sociedad Anónima presenta en esta ocasión El Rati Horror Show, donde, valiéndose de atrayentes herramientas audiovisuales, establece una contundente denuncia contra las irregularidades cometidas en la investigación policial y judicial del caso Fernando Carrera, bautizado mediáticamente como “La masacre de Pompeya”. Pero también abre la discusión sobre la modalidad en que los noticieros televisivos presentan las noticias de alto impacto. Al igual que en Fuerza Aérea..., Piñeyro busca demostrar la falsedad de la versión oficial; en esta oportunidad, poniendo la lupa sobre un caso que a simple vista podría resultar extremo por sus derivaciones, pero que el cineasta no duda en calificar como “totalmente habitual”. Básicamente, se refiere al accionar policial en el armado de causas que involucran a inocentes.

El 25 de enero de 2005, Fernando Carrera conducía su Peugeot 205 blanco por el barrio de Pompeya cuando fue interceptado por personal civil de la Policía Federal, a bordo de un Peugeot 504. Según relató Carrera, como el auto no era un patrullero y los policías no vestían uniforme creyó que se trataba de un asalto cuando le apuntaron con armas. Carrera aceleró su coche y entonces comenzó la desgracia. Según la versión oficial, Carrera había protagonizado, momentos antes, dos asaltos a mano armada, cerca de allí, y una de las víctimas había alertado a la policía, que comenzó a buscar un auto blanco por la zona. Carrera dijo que los policías se equivocaron de coche y que decidieron plantarle un arma en el auto para acusarlo de los robos. Su auto terminó con dieciocho balazos y su cuerpo con ocho. Un tiro impactó en su maxilar y le ocasionó un estado de inconsciencia. El automóvil siguió su marcha y atropelló a un grupo de peatones, lo que provocó la muerte de tres personas. Carrera fue condenado a treinta años de prisión por “homicidios agravados”, en un fallo de primera instancia que luego fue ratificado por la Cámara Nacional de Casación Penal.

“Siento que estoy viviendo en una sociedad donde los directivos de LAPA están sueltos por un delito que cometieron y Carrera está preso por un delito que no cometió”, dispara Piñeyro. “Y estoy viviendo en una sociedad en la que hay jueces que tergiversan el testimonio de testigos para condenar a un inocente. No quiero vivir en una sociedad así”, reafirma. En diciembre de 2009, Nora Cortiñas, Adolfo Pérez Esquivel y el propio Piñeyro se presentaron ante la Corte Suprema de Justicia bajo la figura de Amicus Curiae (Amigos del Tribunal) adjuntando la presentación de un video (previo a la realización de la película) que mostraba las pruebas de las irregularidades del expediente. Se le dio vista al procurador general de la Nación, Esteban Righi, para que dictaminara si la Corte Suprema debía abocarse o no a la revisión de la causa. En su dictamen, la Procuración General le recomendó a la Corte confirmar la sentencia a treinta años de prisión para Carrera.

Piñeyro señala que también siente que está viviendo en una sociedad “en la que el procurador general manda un párrafo que dice: ‘Si bien es cierto que el damnificado no reconoce a Carrera y que esto se omite en el fallo, esto lo único que prueba es que no fue reconocido en la rueda, mas no su ajenidad al hecho’. O sea que invierte la carga de la prueba y ahora vos tenés que demostrar que sos ajeno al hecho y no es el Estado el que debe demostrar tu vinculación al hecho. Entonces, no quiero vivir en una sociedad sin la presunción de inocencia, porque éste es el bien jurídico más importante que tenemos a la hora de trasponer el umbral de nuestras casas, salir a la calle e interactuar en esta sociedad con esa mochila a nuestro favor”. Piñeyro cree que todo este caso es “una locura monumental y como sociedad estamos en el horno si no lo sacamos a este tipo de ahí”.

–¿El principal objetivo del documental es que contribuya a que Carrera salga en libertad?

–Sí, totalmente. Es cine con segundas intenciones (risas).

–¿Qué debería pasar para que eso ocurra?

–La Corte debería anular el juicio, sobreseerlo, absolverlo... El abanico de recursos jurídicos que tiene la Corte es inmenso. Eso es lo único que debería pasar porque ahora está en la última instancia del sistema legal argentino.

–¿La investigación fue hecha en el mismo momento del rodaje como se muestra en el film? ¿Así fue el trabajo?

–Una parte. Digamos que yo vengo a cerrar el trabajo de mucha gente. Alicia Pierini y Adolfo Pérez Esquivel estuvieron desde el primer día. Nosotros recibimos una investigación bastante adelantada cuando vinieron el periodista Pablo Galfré y el documentalista Pablo Tesoriere (director de Puerta 12 y Fútbol Violencia S.A.). Ellos venían con un proyecto de un documental más tradicional. Trabajamos sobre eso y fuimos avanzando. Obviamente, aparecieron cosas nuevas en el transcurso del rodaje. Y algunas de las cosas que se ven se hicieron en ese momento.

–¿Por qué cree que si usted, desde el empleo de la lógica y del sentido común, descubrió todo lo que queda expresado en el documental no sucedió lo mismo con la investigación policial y judicial?

–Voy a hacer una salvedad: yo no descubrí todo, sino que gran parte de las cosas las descubrió otra gente que vino trabajando en esto hace mucho. Nosotros encontramos algunas cositas. Y en relación a la pregunta, es porque la policía y la Justicia no tenían el menor deseo de encontrar nada. Y claramente tenían el más absoluto deseo de condenar a Carrera. A punto tal que los jueces tergiversaron los dichos de los testigos. Los testigos dijeron: “No lo vimos disparar a Carrera”. Los jueces pusieron que lo vieron disparar a Carrera. Es un delito grave: prevaricato. Es fundar un fallo en un hecho o resolución falsa. Y la impunidad es tan grande que lo escriben. Lo cotejás con las grabaciones y decís: “¡No puede ser!”. Pensaron que nunca nadie iba a mirar nada porque si no, no se pueden mandar en cana de esa forma, se cubrirían un poco. Y el acto delictivo más grande de todo lo que vi me parece que es ése, porque anula la posibilidad de apelación. Uno no puede apelar porque el juez de Casación que mire eso va a decir: “Ah, no: hay tres testigos que dicen que lo vieron”. No va a ir a buscar la grabación como hice yo. Se va quedar con eso porque no va a poder creer que un juez esté mintiendo.

–Después de hacer la investigación, ¿su conclusión es que hay una red de complicidad entre sectores de la Justicia y de la policía en torno de este caso?

–Red de complicidad es una palabra suave. Estoy tratando de buscar alguna: es una banda. No sé qué es. Es una cosa increíble. Raya con la asociación ilícita; o sea, concertarse para delinquir. No entiendo cómo pueden plantar armas de esa forma, cómo pueden reventar a tiros un auto en Pompeya a la una y media de la tarde. Tienen que estar mal de la cabeza. Tenés que estar muy loco para hacer eso porque no puede ser. De milagro no mataron a diez o veinte más.

–Usted critica de modo muy fuerte la cobertura mediática al poner en evidencia que los canales tomaron la versión policial y, en algunos casos, disfrazaron de información algo que no lo era.

–Hay una clara diferencia entre lo que dicen Nelson Castro, Enrique Sdrech y Mónica Cahen D’Anvers y del otro lado todo lo que se ve en los noticieros. No es que los noticieros tomaron la versión policial: la tomaron con enmiendas y agregados. ¡Le agregaron delincuentes y capturas! Uno escucha todo ese bloque y había “un delincuente, dos, tres, cuatro”. “Uno se bajó, al otro lo agarraron”, “El otro se estaba fumando un porro”. ¡Todos bolazos! Para concluir con la frase más significativa: “Se está diciendo por estas horas que los delincuentes atropellaron a propósito a la gente para generar una distracción en la policía”. No pueden pararse frente a la cámara de un noticiero y decir eso. Eso es un feria. En un noticiero veo qué está pasando por estas horas y no qué se está diciendo. O sea, si vamos a armar un bolazo, pensémoslo un poco.

–Muchas veces los films de denuncia privilegian el contenido sobre la forma. No es éste el caso: tiene una gran ingeniería multimedia. ¿Cómo fue ese trabajo?

–Primero, tuve una especie de mago digital que fue Santiago Svirsky. Por más que yo diga lo que diga, si uno es aburrido y su imagen es chata, irrelevante o intrascendente, la película gusta menos. Si el sonido es malo, también gusta menos. Si la imagen es buena, la película gusta más. Uno nunca sabe cuál es el detalle que está enganchando al espectador, pero sí que si no se consigue la atención del espectador, se diga lo que se diga, no le va a llegar nada. Es el artilugio de todo: del cine, del teatro, de cualquier espectáculo; es decir, hay que captar la atención y después vemos. Primero queremos que las miradas de los espectadores estén ahí, pero si sus miradas no están puestas ahí, en la televisión hacen za-pping y en el cine se van puteando porque se aburrieron.

–¿Nunca pensó en que si hiciera este tipo de denuncias en un ciclo televisivo lo vería mucha más gente? ¿Por qué elige el cine?

–Porque la tele es evanescente. Uno hace la investigación que sea, la cámara oculta que sea pero... Dígame dónde está “Papito” Ramini, el que decía: “¿Vos sabés quién trajo las armas? ‘Papito’”, “¿Sabés quién metió veinte toneladas de falopa? ‘Papito’”. Y te hacía un listado de todos los curros que se habían hecho en el califato (por el menemismo). “Papito” estaba en todos. Hubo cámara oculta, no recuerdo en qué programa. Al día siguiente, “Papito” Ramini fue a Tribunales, entró, declaró, salió, se fue. ¿Dónde está “Papito”? La cámara oculta pasa. Si se difunde el miércoles, se habla el jueves, el viernes a la noche ya estás pensando si vas a salir con una chica. Y si te va bien con una chica, ni hablar: ya te olvidaste de la cámara oculta del miércoles. El domingo estás con el asado y el partido. Y vendrá la cámara oculta del miércoles siguiente, que vas a recordar el jueves hasta el viernes a la noche. O sea, tiene un alcance masivo pero una repercusión bajísima. De hecho, a Fuerza Aérea S.A. en un momento la pensamos para la tele: un punto de rating son 100 mil espectadores. Y después dije: “Voy por el cine, aunque va a verla la décima parte”. Pero tiene otro peso, otra densidad. Lo que pasa en cine, queda. Y queda, queda, queda... Y el impacto político, judicial y mediático es muchísimo más alto. La vida de ese producto es mucho más prolongada: después va al video, a la tele, luego a un festival y posteriormente a otro país. El cine queda y la tele pasa.

–Algunos criticaron su presencia en la puesta en escena con el argumento de que en Fuerza Aérea S.A. se justificaba por su experiencia en el tema y que, en cambio, en este caso se podría haber evitado. ¿Por qué decidió poner el cuerpo?

–A los que me critican por eso les diría que me tienen aburrido, que soy narcisista por otras cosas, pero no por eso. Si vienen y me preguntan, puedo darle argumentos mucho más sólidos para acusarme de narcisista. Hay una diferencia entre poner la cara y poner la cabeza. Eso es lo que me gustaría que entiendan. Para poner la cara, escribo una comedia romántica, busco a la actriz más linda de todas, hago fierros dos meses, salgo así, conquisto a todas las bellezas de la película y se terminó el asunto. Acá estoy tomando otros riesgos. Esto tiene más que ver con poner la cabeza y no solamente la cara. El tema es a quién se pone en vez de a mí. ¿Quién conduce la película? Todo producto audiovisual tiene un conductor, sea Julián Weich, Tinelli, el protagonista de una película de ficción o el relator del documental. Alguien tiene que llevar el relato. ¿Por qué me pongo? Básicamente, porque soy actor. Entonces, ya más o menos manejo algunas pequeñas técnicas de cómo comportarme ante la cámara. Y, básicamente, porque conozco profundamente la causa. De hecho, todo lo que digo está improvisado, no hay nada guionado. Y también porque los recursos histriónicos sirven para captar la atención del espectador y poder contarle lo que quiero contarle. Si no, ¿para qué se ponen actores en una película? Y si les molesta que esté yo, que me den un reemplazante y con todo gusto voy a evaluarlo profundamente. Si me convence, lo pongo, no tengo ningún problema.

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“La principal intención del documental es contribuir a que liberen a Carrera. Es cine con segundas intenciones”, asegura Piñeyro.
Imagen: Guadalupe Lombardo
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