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Martes, 23 de noviembre de 2010

MUSICA

Textual

- “En el Conservatorio había un profesor que se llamaba Ochoa. Un día nos reunió a los estudiantes de piano y nos dijo: ‘Ustedes con el piano no irán a ningún lado. Desde ahora deberán elegir un instrumento de viento; si no serán expulsados. Yo pedí trompeta, pero no había plaza. Al final me apunté a clarinete. Dejé el piano, estudié clarinete, pasé el examen y me fui.”

- Ya empezaba a trabajar en una orquesta de tango, de Hurlingham. Se puso entonces –con 13 años– los pantalones largos. Su padre le dijo: “Mire, una vez que se pone los pantalones largos no puede ponerse más los cortos. Usted tendrá que tomar un camino definitivo: trabajar o estudiar”. Berlingieri recuerda que entró en esa orquesta porque el pibe pianista, que era excelente, se marchó a integrar la formación del conocido director Sánchez Gorio. Su abuela le prestaba 25 centavos para el autobús. Tocaban para los bailes de las pistas de barrio. Ganaba bien: 8 pesos los sábados y 5 los domingos. La mitad del dinero se lo daba a su madre, para la casa.

- Cuando Troilo lo llamó nació otro Berlingieri. Fue el comienzo de la madurez y la lucha por abrirse camino con personalidad propia. Troilo aceptó y estimuló su salto hacia adelante, sostenido en la inventiva, las nuevas armonías, el juego de notas surgidas en el momento de la interpretación. Cuidó siempre que sus músicos no se salieran del tango, un campo que siempre sintió grande, anchísimo.

- Cuando Berlingieri entró en la orquesta de Troilo, en la noche porteña se rumoreó que había novedades. El piano, a todas luces fundamental para Troilo, fue entonces tema de debate. Los rumores crecieron y hubo tipos que empezaron a insinuarle al director, que escuchaba con afable silencio o lejanía en casos, que ese pianista no iba. Al fin, en la prensa, Mario Silva por un lado y Luis Adolfo Sierra por otro, se despacharon contundentes. En síntesis, dijeron que ese pianista no era tanguero, que había traído sonidos extraños pertenecientes al jazz... y deformaba la orquesta de Troilo. Berlingieri habló con el director: “Maestro, creo que debo irme” (...) Temblando de rabia y de pudor, extiende la nota detractora publicada en una revista de gran tirada. Troilo, que seguramente ya la conocía, le contestó: “Déjelos que hablen”.

- Cuando se le pregunta a Osvaldo Berlingieri si tras sus más de sesenta años de historia de la música argentina recibe alguna ayuda económica, contesta: “Yo toco el piano”. Sabe de muchos colegas con una asignación mensual por sus indiscutibles carreras, semejantes a la suya. Enarca las cejas nuevamente, mira hacia otro lado, bromea y vuelve a decir: “Yo toco el piano”. Es notorio que desde que se puso los “pantalones largos”, vivió de su trabajo de músico para ganarse los panes materiales y los espirituales. Así es, “porque un músico debe tener su personalidad. No puede hacer cosas como comprar instrumentos en el interior para después venderlos en Buenos Aires. Si hacés eso, largá la música”. Y agrega: “Tampoco está bien que formes parte de una institución gremial de músicos y la utilices para beneficiarte individualmente. Eso es sencillamente una canallada”.

Fragmentos del libro Yo toco el piano, de Rafael Flores Montenegro (Editorial Abrazos).

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