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Lunes, 14 de marzo de 2011

LITERATURA

Los tangos de la tía Nelly

En La tercera mañana hay un personaje entrañable, la tía Nelly; con ese nombre la conocen todos en el mundo de la milonga: los lunes y viernes en el Salón Canning, los jueves en Niño Bien, los domingos en Porteño y Bailarín. Es una dama de unos 80 años que un día le aseguró a Víctor: “Cuando me llegue la hora, no me van a encontrar muerta con el control remoto en la mano”. En la vida real Nelly se llama Betty. “Sé que se rompió un brazo y le tuvieron que poner unos clavos. No la veo desde hace más de un año, creo que está en un geriátrico”, dice Edgardo Cozarinsky. “Betty era muy conocedora del tango, la quiero mucho, espero que viva. Me dieron la dirección del geriátrico pero no me animé a ir... En una charla en una milonga habían pasado de Fresedo a Pugliese y yo le dije algo así como ‘¡qué suerte!’”.

–¿A usted le gusta Pugliese? –le preguntó Betty.

–Sí.

Sorprendida, la octogenaria dama le explicó que “es mejor Fresedo para bailar porque es más regular, sigue el ritmo del principio hasta el final, no tiene cortes abruptos, no tiene esas pausas dramáticas que hace Pugliese, que es muy teatral”.

–¿Y usted cómo baila la pausa?

–Bueno, Betty, yo espero que la música retome (y le hice un gesto dando a entender que uno está aferrado al cuerpo de la mujer).

–Usted debe ser un franelero –me dijo (risas).

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