Hace exactamente un año, por los pasillos del Abasto pasó Thomas Imbach. Seis meses más tarde, varios directores suizos dijeron presente en el DocBuenosAires para acompañar un foco sobre aquel país. Ahora, abril de 2012, la bandera roja con la cruz blanca en el medio vuelve a ilustrar los catálogos con la presencia de Fernand Melgar. ¿Qué está pasando en esa zona de Europa? “Se ve un interés mayor por hacer documentales que ficciones”, teoriza Melgar antes de ensayar una explicación al fenómeno. “Son varias razones. Primero, el apoyo al cine está en la Constitución. Además si uno observa en detalle, no hay un realizador que se parezca a otro y todos tenemos formas muy particulares de ver la realidad. También hay cuestiones políticas. Quizá porque somos una democracia directa, el documental es parte de esa forma de gobierno, ya que es una manera de ver la sociedad en perspectiva”, asegura.

Sin embargo, todo eso sería insuficiente si no existiera la posibilidad de explorar diversos temas y locaciones. “Hay una libertad muy grande para filmar sitios que en otros países no se podrían. Es un trámite muy complicado, pero se puede. Si quisiera hacer la misma película en Francia, el país de los derechos humanos, no podría, sería imposible. Nunca se pudo entrar a uno de esos centros. En Suiza, en cambio, tenemos instituciones muy transparentes. Incluso creo que fui el primero en entrar con cámaras a un centro de detención de inmigrantes de toda Europa. Para mí es interesante el hecho de poder criticar a las instituciones.”