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Lunes, 19 de noviembre de 2012

MUSICA

Dos pérdidas muy cercanas

Spinetta fue un músico que siempre manifestó en público su admiración por usted, desde que aparecieron Los Shakers, hasta pidió que le den un Gardel de Oro, cuando el que lo había recibido había sido él. ¿Qué impacto emotivo le causó semejante pérdida?

–A ver, el flaco es de un kilate tan alto, de una dimensión tan gigantesca, que nada puedo decir yo al respecto. No sé si la palabra es admiración... hay un poco de redundancia en la cosa: él siempre habló bien de mí, yo de él, pero el que escucha Spinetta, no importa el apellido que tenga, o si es músico, o carpintero, o mozo de café, tiene todo claro, porque el que dio la dimensión fue él. Yo me maravillo. Soy un fan de Spinetta.

–También se fue su hermano Osvaldo: Shakers, Opa, Barcaloa, el trío Fattoruso, una vida de amor subsumida en la música.

–La parte familiar es espantosa. Cuando la muerte visita un hogar, bueno, pasa en todas las puertas, todos los barrios, todos los niveles, las profesiones y los idiomas... es algo desgarrante. Hay que aceptar algo que no tiene explicación, porque la cabeza no sabe dónde meterse. En cuanto al arte, me atrevo a decir que la mitad de mi música se fue cuando se fue este botija... me quedé con la mitad. La cosa era entre él y yo, y se partió.

–¿Cómo lo definiría en su rol específico de baterista?

–Como un arreglador al paso. Un baterista que estudiaba todos los días, y eso se notaba mucho. Andaba como pedrada. Osvaldo fue su estilo, fue un gran arreglador.

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