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Lunes, 5 de septiembre de 2005

OPINION

Utopía del estancamiento

Hace mucho que el ciudadano común se resignó a no circular. Un traslado de 45 minutos es juzgado como excepcional por su velocidad. La mayoría de los viajeros pasa de tres a cuatro horas diarias en un vehículo. Cuando alguien toca el claxon, suele tener placas de provincia. El residente ha perdido la esperanza de avanzar. La hipótesis de Virilio de que la ciudad moderna crece para derrotar el espacio y la posmoderna para apoderarse del tiempo ha encontrado un caso límite en México DF. La velocidad se ha descartado del horizonte. Esto refuerza la importancia de la ciudad virtual: el 30 por ciento de la población ve televisión más de tres horas al día, y las principales formas de relación dependen de Internet y los teléfonos celulares, que en la última década superaron los 10 millones de teléfonos fijos instalados a lo largo de un siglo.
La necesaria renuncia al movimiento ha traído extrañas formas de vida. La utopía del pasajero detenido no consiste en imaginar el imposible desahogo del tráfico sino que la ciudad se mueva en su beneficio. Llegará el día en que la mayoría de los habitantes estarán encallados y se vincularán a través de mensajeros capaces de correr largas distancias como los indios tarahumaras o de repartidores de pizzas multiusos (en sus breves motocicletas llevarán un resumen del mundo, con hilo para coser y agua oxigenada). Un bastión de sedentarios donde sólo los especialistas serán nómadas.

* Ponencia del escritor mexicano.

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