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Domingo, 14 de enero de 2007

Un ping pong a la hora del balance

La historia de Julio Bocca es como la de Cenicienta, pero en versión masculina: de su casita de Munro pasó al Teatro Colón, para pronto cumplir el sueño de cualquier bailarín. En 1985 ganó la medalla de oro en el Concurso de Ballet de Moscú, el más importante de todos, lo que le abrió las puertas del American Ballet Theatre (ABT) y lo puso en la mira del mundo entero. El resto es historia conocida, los viajes por el mundo, los reconocimientos, la creación de su propia compañía, su escuela y su fundación. En vistas de su retiro, Página/12 le ofreció al bailarín hacer un recorrido por los episodios y las personas más importantes de su vida mediante un simple juego, un “ping pong de recuerdos”, poniéndolo a pensar sobre su pasado, en esta etapa de cierres y balances.

–Su mamá y la escuela de danza de Nely Bocca...

–Mamá y los comienzos de mi carrera, de mis estudios y de una vida maravillosa.

–Eleonora Cassano...

–La hermana mayor.

–Alessandra Ferri...

–Una artista, una amiga. La esposa de la danza.

–El ABT...

–Mi casa.

–El Colón...

–(Duda.) El Colón, sin palabras.

–La medalla que ganó en Rusia...

–Una llave al mundo.

–La experiencia en el musical Fosse...

–¡Me abrió la cabeza!

–Ricky Pashkus...

–Un gran amigo, un gran director y un personaje único, un loco maravilloso.

–Un personaje de ballet que haya sido especialmente suyo...

–Son varios, pero con quien más se me identificó fue con Vasili en Don Quijote y Romeo en Romeo y Julieta.

–Una cábala antes de las funciones...

–Ninguna.

–Buenos Aires...

–Mi casa, mi amor.

–Nueva York...

–Mi libertad.

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