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Lunes, 3 de octubre de 2005

TEATRO

Un escenario histórico

“Que se sepa que tampoco estamos solos en esta etapa”, señala Diego Kogan, comprometido como sus colegas a mantener activo el teatro con espectáculos y actividades culturales. Esas fueron las premisas de los fundadores en el lejano 1952, cuando un grupo de artistas y técnicos –conducidos entre otros por el actor Onofre Lovero– transformaron un sótano en desuso de Ferrocarriles Argentinos en sala teatral. Pionero de la escena independiente, Lovero estrenó allí obras enjundiosas, como Galileo Galilei, de Bertolt Brecht. Entre otros títulos importantes se ofrecieron El otro Judas, de Abelardo Castillo; Viet Rock, de Megan Terry; Los días de La Comuna, de Bertolt Brecht; El señor Galíndez y Telarañas, de Eduardo Pavlovsky; Visita y Marathon, de Ricardo Monti; Krinsky y La lista completa, de Jorge Goldenberg; Calderón, de Pier Paolo Pasolini, dirigida por Felisa Yeni; y Criminal, de Javier Daulte y puesta de Diego Kogan. Estos constituyen sólo una muestra de la fervorosa actividad desplegada en el Payró, únicamente interrumpida –y por breves períodos, porque ni el equipo ni el público se amilanaron– por cuestiones de fuerza mayor. Por atentados, como las balaceras de los años 1961 y 1962 (tareas del grupo de ultraderecha Tacuara) y la bomba arrojada por integrantes de la Triple A, el 22 de agosto de 1974. Después, las amenazas y censuras de la dictadura militar. Las experiencias fueron muchas, desde soportar que les arrojaran, casi por costumbre, bombas de gamexane (otra labor de la SIDE) hasta resistir desalojos o quedar prácticamente sepultados bajo los escombros cuando comenzaron las tareas de remodelación de las privatizadas Galerías Pacífico.

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