futuro

Sábado, 16 de febrero de 2008

NOTA DE TAPA

Los macaquiavélicos

 Por Ricardo Gomez Vecchio

Casi todos hemos escuchado decir alguna vez, en referencia a algún político, que “es maquiavélico”, refiriéndose a su tortuoso modo de manejar las situaciones y las personas, o hemos oído a algún aspirante a la presidencia citar a El Príncipe, como libro de cabecera. Pero a pocos se nos ocurriría usar el término maquiavélico para calificar el comportamiento de un mono.

Sin embargo, Darío Maestripieri, un especialista en conducta de los primates y profesor de desarrollo humano comparativo y biología evolutiva en la Universidad de Chicago, Estados Unidos, estudia el comportamiento de los macacos rhesus –un tipo de mono que comparte con nosotros fuertes tendencias al nepotismo y a las maniobras políticas turbias–, y afirma que su éxito como especie responde, como en el caso del hombre, a su inteligencia maquiavélica.

Maestripieri ha estudiado a los monos durante más de veinte años y escribió largo y tendido sobre su comportamiento. Lo ha hecho en Europa, en un centro de investigaciones en Atlanta, EE.UU., y en una isla de Puerto Rico, donde los investigadores establecieron una colonia de macacos rhesus con propósitos científicos y de reproducción.

Según él dice –y aunque nos duela– en lo concerniente a la conducta social algunas veces actuamos como monos. En última instancia, y por más que la sola idea moleste a los antievolucionistas que aún sobreviven, descendemos de ellos (en realidad es técnicamente más correcto decir que nosotros y los monos tenemos antepasados comunes, pero bueno).

Así lo indican los resultados de la más reciente investigación de Maestripieri, que desarrolló en el libro Macachiavellian Intelligence: How Rhesus Macaques and Humans Have Conquered the World, o en criollo Inteligencia Macaquiavélica: Cómo los macacos rhesus y los humanos han conquistado el mundo.

EL PADRE DEL ASUNTO

Niccolò di Bernardo dei Machiavelli nació en San Casciano in Val di Pesa, Italia, en 1469 y murió en Florencia en 1527. Fue diplomático, filósofo, historiador, poeta, autor teatral y un actor importante del Renacimiento italiano. Su aporte abrió camino a la modernidad en la concepción política y a la reestructuración social.

Era partidario del republicanismo, es considerado el fundador de la filosofía política moderna y uno de sus principales exponentes. Todo su sistema está expuesto en tres obras: Discursos sobre la primera década de Tito Livio, El arte de la guerra y El Príncipe. Su nombre dio origen al término “maquiavelismo”.

En El Príncipe, escrito en 1513, dice por ejemplo: “Se puede decir de los hombres lo siguiente: son ingratos, volubles, simulan lo que no son y disimulan lo que son, huyen del peligro, están ávidos de ganancia; y mientras les haces favores son todos tuyos, te ofrecen la sangre, los bienes, la vida y los hijos cuando la necesidad está lejos; pero cuando ésta se te viene encima vuelven la cara. Los hombres olvidan con mayor rapidez la muerte de su padre que la pérdida de su patrimonio”. ¿Es esto aplicable a los monos? Veamos.

PURO MACAQUIAVELISMO

Los macacos rhesus viven en sociedades complejas con fuertes jerarquías de dominio y lazos sociales de larga duración entre los parientes femeninos. Los individuos compiten constantemente por status sociales superiores y el poder que de allí deriva. En esa competencia emplean la agresividad despiadada, el nepotismo y complejas alianzas “políticas”. También usan el sexo con estos propósitos.

Los machos alfa (individuos de la comunidad a quien los otros siguen) gobiernan a alrededor de cincuenta macacos, emplean amenazas y violencia para apropiarse de los lugares más seguros para dormir, la mejor comida, y el acceso a las hembras del grupo con las que desean tener sexo.

Como los humanos en similares situaciones, los monos dominantes usan la agresión de manera frecuente e impredecible como forma efectiva de intimidación. A los miembros menos poderosos de estos grupos los marginan y fuerzan a vivir en las fronteras del área que ocupa el grupo, donde son vulnerables a los ataques de los depredadores.

En esos lugares deben esperar a que los demás coman primero, y conformarse con las sobras. Ah, y sólo pueden practicar sexo cuando los monos dominantes no están mirando. Aparentemente, las tácticas que emplean los macacos para elevarse en el poder o mantenerlo parecen gozar de las preferencias de numerosos políticos contemporáneos.

Siguiendo con las comparaciones, los macacos machos forman alianzas con individuos más poderosos, e incluso intervienen en acciones para convertir en chivos expiatorios a monos de los escalones inferiores de la jerarquía, estrategia que un mono de rango medio puede emplear cuando está bajo el ataque de uno de mayor rango. Maquiavelismo, o si prefieren, macaquiavelismo puro.

MENAGE A TROIS

El altruismo es muy raro, y en la mayoría de los casos es sólo una forma de nepotismo, que en los humanos se refiere a la preferencia que algunos gobernantes o funcionarios públicos tienen para dar gracias o empleos públicos a sus familiares. Salvando las distancias, las madres macacas, por ejemplo, ayudan a sus hijas a alcanzar un status similar al de ellas mismas, así como a mantenerlo a través de sus vidas.

En lo relativo a la reproducción también pueden verse curiosas coincidencias. Las hembras se aseguran de tener mucho sexo con el macho alfa para incrementar las probabilidades de que él proteja a las crías que nacerán seis meses después, y cuyo padre verdadero puede ser otro mono.

Pero, aunque practiquen mucho sexo con el macho alfa y le hagan creer que será el padre de sus crías, también lo hacen con otros machos del grupo. A espaldas del alfa, por supuesto. Esto les sirve como precaución para el caso de que el macho alfa sea estéril, fallezca, o pierda su poder antes de que nazcan los bebés.

Y qué decir de las batallas por el poder. Dentro de un grupo a veces culminan en una revolución, en la cual todos los miembros de la familia más dominante son atacados de repente por familias enteras de subordinados. Estas revueltas finalizan con cambios drásticos en la estructura de poder de las sociedades de los rhesus. ¿Les suena conocido?

DIOS Y PATRIA O... MUERTE

El “patriotismo” –con perdón de la osadía– también está presente entre los monos, y no tiene nada que envidiarle al de los humanos. Cuando un grupo de macacos rhesus se enfrenta a otro y empieza una guerra –algo frecuente porque les desagradan los forasteros–, todas las diferencias jerárquicas y las enemistades se dejan de lado. Entonces, todos los monos del grupo, hasta los de menor rango, se unen para defender a su “patria” luchando con la máxima agresividad posible contra el enemigo.

Según Maestripieri, lo que los macacos rhesus y los humanos podemos tener en común es que muchas de nuestras predisposiciones psicológicas y conductuales han sido modeladas por una competencia intensa entre individuos durante la historia evolutiva de estas especies. Los grupos de rhesus son capaces de funcionar como ejércitos, al mejor estilo de los humanos, y esto puede explicar por qué estos monos han tenido tanto éxito al competir contra otros primates.

Del mismo modo, la presión para hallar soluciones maquiavélicas a los problemas sociales pudo también haber impulsado la evolución de cerebros humanos mayores.

“POCOS VEN LO QUE SOMOS, PERO TODOS VEN LO QUE APARENTAMOS”

“Nuestra inteligencia maquiavélica no es algo de lo que podamos sentirnos orgullosos, pero quizá sea el secreto de nuestro éxito como especie. Si contribuyó a la evolución de nuestros cerebros más grandes y habilidades cognitivas complejas, también contribuyó a la evolución de nuestra capacidad para realizar actividades intelectuales superiores y de nobleza espiritual, incluyendo nuestro amor y nuestra compasión por otras personas”, Maestripieri dixit.

A esta altura de la exposición seguramente ya nos sentimos un poco incómodos, molestos u ofendidos por esta cercanía, al menos en ciertas formas, con nuestros predecesores evolutivos. Que nos comparen con macacos no resulta muy simpático. Un tropel de argumentos acuden a nuestra mente sobre las simplificaciones exageradas que se hacen cuando se trata de comparar el comportamiento animal, por más que sea el de una especie bastante desarrollada, y el humano.

“Pocos ven lo que somos, pero todos ven lo que aparentamos”, decía Maquiavelo en El Príncipe, allá lejos y en el Renacimiento. En lo que a puras apariencias se trata, aun a comienzos del siglo XXI, las cosas no parecen jugarle muy a favor al homo sapiens.

ENTRE “EL PRINCIPE” Y LA CONDUCTA DE LOS MONOS

DARIO MAESTRIPIERI

Darío Maestripieri es profesor asociado del Departamento de Desarrollo Humano Comparado y Biología Evolutiva, de la Universidad de Chicago, Estados Unidos. Su interés en investigación se centra en la biología del comportamiento desde una perspectiva comparativa. Parte de su investigación examina los aspectos neuroendocrinos, ecológicos y evolutivos del comportamiento social en los primates. Otra línea se dedica a examinar los aspectos evolutivos del apareamiento y la paternidad. Tiene más de 130 trabajos científicos y cinco libros publicados desde 1988 a la fecha. Fue distinguido por la American Psychological Association con un premio científico por su temprana contribución profesional a la Psicología y también fue premiado por el Instituto Nacional de Salud Mental de los Estados Unidos. Es miembro de la Asociación Americana para el Avance de la Ciencia.

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