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Sábado, 3 de enero de 2004

EL FíSICO ARGENTINO QUE SALVó A CIENTíFICOS AMENAZADOS POR EL NAZISMO

La lista de Gaviola

Por Omar Bernaola *

Millones de personas sufrieron incontables padecimientos por razones políticas o raciales durante el transcurso de la Segunda Guerra Mundial y a muchas de ellas les costaron la vida. Si bien el nazismo tomó el poder en Alemania el 30 de enero de 1933, los atentados contra la vida y los bienes espirituales y materiales de sus víctimas se iniciaron varios años antes. Pero a partir de esa fecha, estas acciones pasaron a constituir una política de Estado.
En la Argentina, hubo personas que se dedicaron a rescatar a aquellos amenazados por el nazismo, y una de ellas fue el físico Ramón Enrique Gaviola. Había nacido en Mendoza el 31 de agosto de 1900 y murió también en ella el 7 de agosto de 1989. Fue seguramente el científico más destacado y de mayor trascendencia con que contó la Argentina en la primera mitad del siglo XX. Se formó en Alemania y Estados Unidos entre 1922 y 1929, y estudió con Max von Laue y Walter Nernst.
En 1931 regresó en forma definitiva a la Argentina, donde recibió una carta del Premio Nobel Max Born, decano en la Universidad de Göttingen, solicitándole ayuda para tratar de salvar a Yuri Rumer, su principal colaborador, de los vientos del nazismo que ya soplaban con gran intensidad.
Rumer era un físico judío que se había refugiado en Alemania escapando de las purgas del régimen de Stalin en la Unión Soviética. Su vida nuevamente estaba en peligro, pero ahora bajo la nueva “etiqueta” de judío y comunista. La carta de Born demostraba el prestigio, el respeto y la consideración que merecía Gaviola entre la elite científica internacional de esa época.
En esos momentos Gaviola se desempeñaba como investigador en la Universidad Nacional de Buenos Aires y actuó de acuerdo con lo solicitado por Born. Pero sus intentos de contratar a Rumer fueron rechazados por el Consejo Directivo de la Facultad. Aquí también los vientos habían cambiado a partir del golpe de Estado de 1930 y es probable que la “etiqueta” europea de Rumer influyera para que fuera rechazada su contratación. Con posterioridad, Rumer realizó una brillante carrera científica en la Unión Soviética.
Años después, el físico italiano Andrea Levialdi junto a su esposa Lea Ghiron y su hijo Steffano, escapando primeramente del régimen fascista de Italia en 1938 y luego de la Francia invadida por Alemania en 1941, pudieron finalmente embarcarse en el último barco con refugiados judíos que partió del puerto de Barcelona con destino a Sudamérica. A pocos días de la llegada de Levialdi a la Argentina, Gaviola inició el trámite para contratarlo como investigador en el Observatorio Astronómico de Córdoba, donde lo incorporó el 8 de enero de 1942. También en 1942, por información que le suministró desde Estados Unidos el físico judío James Franck, Gaviola se puso en contacto con el físico teórico Guido Beck quien, escapando tanto del nazismo como del comunismo europeo, se encontraba en la ciudad de Coimbra (Portugal). En este caso Gaviola actuó con celeridad y finalmente Beck pudo desembarcar en Buenos Aires en mayo de 1943, con un dólar y 50 escudos en su bolsillo. El 9 de abril, Gaviola ya había logrado el nombramiento de Beck para hacerse cargo del curso de Física Teórica en el Observatorio de Córdoba. La llegada de Beck resultaría fundamental para dar nacimiento a la física teórica organizada como verdadera ciencia en la Argentina primero y en Brasil después. En el Observatorio de Córdoba, bajo su dirección se formaron figuras de la talla de Mario Bunge, Ernesto Sabato, José Antonio Balseiro, Damián Canals Frau y Fidel Alsina Fuertes.
Gaviola también ayudó a rescatar al matemático judío-polaco Rosemblat, que se encontraba en París. Ante la imposibilidad de contratarlo en Argentina, finalmente logró que lo nombraran en la Universidad de San Marcos en Lima, Perú, para organizar un Instituto de Matemáticas.
Pese a todo lo anterior, e increíblemente, Gaviola fue acusado, entre otras cosas, de antisemitismo. Pero no todo fue ingratitud. Albert Einstein solicitó a Gaviola, el 22 de junio de 1948, su adhesión al llamado “Manifiesto de Chicago” o “Manifiesto de los Nobel” en que se alertaba a la humanidad sobre los peligros que implicaba el uso de la energía nuclear en sus aplicaciones bélicas.
Seguramente, existen todavía capítulos desconocidos en esta anónima actividad humana de Gaviola. Queda la esperanza de que otros, a quienes interesen los desconocidos caminos de nuestra historia, aporten nuevos elementos para rescatar del olvido las acciones de este argentino tan fascinante.

* Autor de Enrique Gaviola y el Observatorio Astronómico de Córdoba. Su impacto en el desarrollo de la ciencia argentina. Ediciones Saber y Tiempo, Buenos Aires, 2001.

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Carta de Albert Einstein a Enrique Gaviola. 12 de junio de 1948.
 
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