futuro

Domingo, 8 de febrero de 2004

ENTRE LA ILUSTRACION Y EL ROMANTICISMO

Actualidad y vigencia de Kant

Por Ricardo Ibarlucia *

Kant hace cuatro preguntas que de alguna manera estructuran el proyecto de la filosofía crítica. Esas preguntas son: ¿qué puedo saber?, pregunta sobre la que gira la Crítica de la razón pura; ¿qué debo hacer?, sobre la que gira la Crítica de la razón práctica; ¿qué puedo esperar?, alrededor de la cual orbitan una serie de trabajos que van desde la última de las críticas que escribe, la Crítica del Juicio, a una serie de cuestiones relativas a la filosofía de la historia y la religión, y ¿qué es el hombre?, sobre la cual giran sus reflexiones en el campo de la antropología. Pero hay una quinta pregunta que Kant también se ocupó de responder: ¿qué es la ilustración?
Kant contestó a la pregunta ¿qué es la ilustración? propuesta por una revista alemana, con un pequeño artículo que se llamó, justamente, Una respuesta a la pregunta ¿qué es la ilustración?, publicado en 1784. Michel Foucault ha observado que la respuesta de Kant es una flecha dirigida al corazón del presente. Cuando Kant se pregunta por la ilustración, está preguntándose por el presente, dice Foucault, porque con Kant la filosofía reflexiona por primera vez sobre su propio hacer filosófico, sobre sus propias posibilidades y limitaciones. Con Kant la razón toma conciencia de su actualidad discursiva en el mismo momento en que pregunta por sí misma y se autoexamina.
Pero curiosamente esta quinta pregunta, la pregunta por la ilustración, la pregunta por el presente, como muchas veces sucede con Kant, es la que lleva las cosas mucho más allá del ámbito de la propia ilustración. El propio pensamiento de Kant es, de hecho, una bisagra entre la ilustración que lo precede y el idealismo y el romanticismo que lo suceden inmediatamente. Este es el desplazamiento que comienza a cristalizar alrededor de la Crítica del Juicio. La última crítica que escribe Kant tiene un enorme impacto entre contemporáneos suyos como Goethe, Schiller y Herder y produce finalmente una revolución filosófica en el terreno de la literatura y del arte en general. Una revolución de tal magnitud que luego se vuelve imposible escribir una historia del romanticismo alemán sin comenzar con una introducción o un prólogo que diga algo sobre Kant. Así, Kant se inscribe por un lado en el ámbito de la ilustración, pero al mismo tiempo, la excede. Hegel mismo, a la hora de ubicar a Kant en la historia de la filosofía no lo hace en el marco de la ilustración sino en el comienzo mismo de lo que denomina “la nueva filosofía alemana”. No es casual que todo esto arranque con las reflexiones sobe la estética de Kant, porque justamente con él terminan en forma definitiva las estéticas ilustradas.
Kant desplaza el problema estético central de la ilustración, la pregunta por los efectos, una pregunta que se dirimía en el ámbito del psicologismo, y pone en su lugar la pregunta, tan kantiana, por las condiciones de posibilidad de los juicios estéticos. Así como antes se había preguntado por las condiciones de posibilidad de que haya conocimiento y de que haya conciencia moral, la pregunta ahora es por las condiciones de posibilidad de que haya juicios estéticos. La cuestión del gusto, por ejemplo, que era central hasta entonces, se transforma en las manos de Kant en la pregunta por el juicio de gusto y por sus condiciones de posibilidad. Y de hecho, Kant concibió en algún momento a su Crítica del Juicio simplemente como una Crítica del gusto. Lo cierto es que a partir de Kant la estética se convierte en una esfera autónoma de la reflexión filosófica y las puertas quedan abiertas desde ese momento para la lectura romántica e idealista. Los sucesores de Kant, superado el subjetivismo psicologista del efecto característico de la ilustración, van a dirigir la reflexión filosófica a la realidad concreta, objetiva, de la obra de arte y de su producción.
Pero Kant, después de todo, cuando contesta la quinta pregunta, qué es la ilustración, sí da una respuesta concreta y positiva: ilustración, dice en la revista, es la emancipación del hombre de su autoculpable minoría de edad. Para ello se trata de que el hombre se atreva a pensar por sí mismo, a valerse de su razón, para dejar de concebirse como menor de edad, como alguien que está bajo tutela; en otras palabras: como un súbdito. Y así como Foucault señala que cuando Kant pregunta por la ilustración dirige una flecha al corazón del presente, porque toda su filosofía, al hacer visible el preguntar, hace visible al mismo tiempo el momento del preguntar, la respuesta que da Kant a la pregunta qué es la ilustración es en sí misma de una tremenda actualidad. Se trata de una respuesta dirigida justamente al presente, a las aspiraciones infinitas que inscriben al presente del hombre en su pasado y su futuro, en la trama misma de la historia. Porque si el hombre declina su posibilidad de pensar, su posibilidad de ser libre, se condena a la esclavitud y al vasallaje. La apuesta de Kant consiste entonces en salvar al hombre a partir de la dignidad de su libertad, de la independencia de toda tutela y de la emancipación que se logra por medio de su propio actuar. A todo eso convoca Kant cuando declara la necesidad de atreverse a pensar (sapere aude): atreverse a ser libres.
El presente de Kant, sostenido en nuestro país por una gran cantidad de excelentes profesionales dedicados al estudio de su filosofía, consiste justamente en la actualidad práctica de su pensamiento: la libertad es indeclinable y la esperanza en su realización histórica es innegociable. Quitarle la esperanza al hombre es lo más vil que se pueda concebir, porque implica acabar con el hombre mismo; la aspiración infinita a la igualdad y a la justicia, son en definitiva las formas bajo las cuales Kant recupera en términos seculares el problema de la redención. En eso consiste hoy su ineludible vigencia.

* Profesor Adjunto de la cátedra de Estética de la carrera de Filosofía de la Universidad de Buenos Aires.

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