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Sábado, 10 de julio de 2004

LA SEMANTICA GENERAL DE KORZYBSKI

Soluciones para todo

Uno de los intentos de fabricar una “ciencia del todo” provino no ya de la fusión de la Teoría de la Relatividad y la Mecánica Cuántica, sino del escurridizo terreno de la semántica. Apoyándose en Russell y Gödel, el conde Alfred Korzybski inventó la Semántica General, una supuesta disciplina lingüística capaz de explicarlo todo y de curarlo todo. Un invento con muy poco de ciencia, algo de dogma y algo de secta, junto a varias obviedades capaces de atraer a científicos de fuste.

 Por Pablo Capanna

Un filósofo mesopotámico con quien compartí la cátedra hace años solía decir que había tres clases de lógica: la aristotélica, la simbólica y la correntina. Como ejemplo, citaba el edicto de un intendente de su pueblo natal, quien había ordenado a la “propaladora” (alguna herrumbrosa camioneta parecida a la de No habrá más penas ni olvido) que pregonara por las calles el siguiente bando: “El que tenga perro, que lo ate. Y el que no, que no”.
Aunque se diría que el razonamiento era un tanto redundante, el paisano del Gaucho Gil entendía la lógica binaria y el principio del tercero excluido. Aristóteles lo hubiera aprobado. Sin embargo, hacía casi un siglo que la lógica aristotélica había sido puesta en tela de juicio, casi al mismo tiempo que la geometría euclidiana y la física clásica. Desde entonces, existen otros sistemas de lógica, como los modales y los polivalentes. Pero de todos modos, esto no significa que haya más de una verdad: las deducciones sólo pueden ser válidas o inválidas, en la medida que respeten las reglas del sistema.
En esa renovación de la lógica de comienzos del siglo XX jugaron un gran papel los matemáticos de Europa oriental como Tarski o Lukasiewicz, pero su trabajo tardó en ser plenamente reconocido. De tal modo, cuando un polaco como el conde Korzybski levantó las banderas del anti-aristotelismo en Estados Unidos hacia los ‘50 no fue demasiado original: se limitaba a divulgar trabajos ya venerables.
Pero Korzybski no sólo se limitó a constatar que la lógica aristotélica había pasado a ser apenas un capítulo dentro de otros sistemas más amplios. Inventó una suerte de filosofía científica no-aristotélica, la Semántica General, que pretendía tener soluciones para todo, desde la reforma del lenguaje a la epistemología, la estrategia, la economía y la psicoterapia. La Semántica de Korzybski gozó durante algunas décadas de gran predicamento, pero las expectativas que generó nunca fueron satisfechas y de ella sólo nos quedaron algunos brillantes slogans.

EL MAPA NO ES EL TERRITORIO
Alfred Habdank Skarbek Korzybski (1879-1950) nació en una familia de la nobleza polaca donde abundaban los científicos y los ingenieros, en una época en la que Polonia estaba sometida a los rusos. Tras estudiar ingeniería química en Varsovia, continuó su aprendizaje en Alemania y hasta anduvo un tiempo intrigando en el Vaticano, en tiempos del papa León XIII.
Al estallar la Primera Guerra Mundial, Korzybski se enroló en el Segundo Ejército ruso-polaco, que fue aniquilado en Prusia oriental; él mismo resultó herido en tres oportunidades. Siendo oficial de estado mayor, dirigió un desastroso ataque, en el cual los polacos tropezaron con un profundo foso que no figuraba en los mapas; detrás de él estaban las ametralladoras prusianas. Según se dice, esta dura experiencia le inspiró el famoso slogan “El mapa no es el territorio”.
Terminada la guerra, el conde fue enviado a Estados Unidos para comprar material bélico y reclutar voluntarios entre los polacos emigrados, pero al producirse la revolución rusa en 1917 decidió quedarse en USA para consagrarse a tareas más académicas.Fruto de estos esfuerzos fueron sus libros La edad adulta de la humanidad (1921), que tenía por subtítulo Ciencia y arte de la ingeniería humana y la célebre Ciencia y cordura: introducción a los sistemas no-aristotélicos y la Semántica General, un libro de más de 800 páginas, que muchos siguen considerando ilegible, a pesar de su imponente aparato de referencias científicas y bibliográficas.
En 1938 Korzybski encontró su mecenas en un fabricante de sanitarios llamado Cornelius Crane y logró establecer, cerca de la universidad de Chicago, su Instituto de Semántica General. A su muerte, lo sucedió en la dirección S.I. Hayakawa, un hombre de pretensiones más modestas, quien alguna vez diría que todas sus discrepancias con el Conde eran en torno de “palabras”: algo muy serio en el campo de la semántica. Luego de varias mudanzas, en este mismo año el Instituto acaba de trasladarse a Forth Worth (Texas) y sigue contando con varias filiales en Europa.

LA NUEVA CIENCIA DE KORZYBSKI
Es imposible negar que el Conde tenía en su haber una importante cultura científica. Reconocía haber recibido la influencia del biólogo Jacques Loeb, quien a principios del siglo XX defendía una visión más holística que la corriente, y del matemático Cassius Jackson Keyser.
Más impresionante resulta la nómina de quienes declaran haber sido inspirados por las ideas de Korzybski. Entre ellos se encuentra el matemático Eric Temple Bell, que también escribió ciencia ficción, el antropólogo Bronislaw Malinowski, el físico Bridgman, el genetista Bridges y psicólogos como Frederick Perls y Paul Goodman, los fundadores de la terapia gestáltica. Gastón Bachelard, el patriarca de la epistemología francesa, le dedicó un libro, La filosofía de no-A, y la semióloga Julia Kristeva solía citarlo con respeto. El Conde encontró a su gran divulgador en Stuart Chase, un periodista de temas económicos que había acuñado la fórmula “New Deal” para la campaña de Roosevelt. Su libro La tiranía de las palabras fue un best seller durante años.
Pero la popularidad de la “nueva ciencia” creció de manera exponencial cuando un escritor de ciencia ficción, el canadiense A.E. Van Vogt, hizo girar su libro El mundo de no-A (1945) en torno de la Semántica General del Conde. La novela, tan confusa como solían ser todas las obras de Van Vogt, se lo pasaba hablando de las maravillas que podían hacerse con el pensamiento no aristotélico, aunque jamás explicaba en qué consistía. Por un momento, el escritor llegó a pensar en fundar una sociedad secreta de organización celular para llevar la Semántica al poder, pero pronto pasó a engrosar las filas de la Dianética de Hubbard. Se trataba de otra de las manías seudocientíficas promovidas por el editor John W. Campbell, aunque esta vez sí acabó por convertirse en una religión, la Cienciología.
La modestia no era la principal virtud del conde polaco, quien a pesar de manifestar su gran respeto por la figura de Aristóteles, no vacilaba en afirmar que Ciencia y cordura era un hito filosófico comparable al Organon de Aristóteles y el Nuevo Organon de Bacon. Para algunos de sus seguidores, la doctrina ha pasado a ser un dogma, y suelen escribir “gs” por Semántica General del mismo modo que los soviéticos escribían “diamat” por “materialismo dialéctico”. En sus convenciones, solían proclamar que habían logrado curar cosas como las dificultades de lectura, el alcoholismo, la tartamudez, la impotencia, sin contar la ninfomanía y hasta la homosexualidad.

LOS PELIGROS DEL SER
El primero en proponer el concepto de “semántica” como ciencia de los significados fue el francés Michel Bréal en 1883, y los lógicos polacos estuvieron entre los primeros en desarrollarlo. Korzybski, que no lo había usado en la primera versión de su libro, lo adoptó luego con verdadero fervor, al punto que ya resultaba imposible saber de qué estaba hablando cuando definía el tropismo de las plantas o un reflejo muscular como “reacciones semánticas”. Para evitar confusiones, durante el resto de sus días se preocupó por reemplazar “semántico” por “evaluativo”, pero volvió a caer en la ambigüedad cuando definió todos los procesos psicológicos, incluyendo las emociones como “evaluaciones”.
Uno de los conceptos clave de la Semántica General es el time-binding, una facultad que podríamos traducir como “establecimiento de lazos temporales”. Para Korzybski, el vegetal establece lazos energéticos; el animal crea lazos espaciales, y el hombre, lazos temporales. Esto significa que el vegetal acumula y consume energía, que el animal se mueve en su hábitat y que el hombre crea cultura; algo tan obvio que ya lo había escrito el filósofo Bergson en La evolución creadora, por citar sólo un ejemplo.
Los tres postulados fundamentales de la GS se enuncian así: 1) El mapa no es el territorio; 2) El mapa no cubre todo el territorio; 3) El mapa es autorreflexivo. Estos principios, que en un sentido amplio tienen vigencia tanto para la fotografía y la novela como para los paradigmas o las teorías científicas, se aplican especialmente al lenguaje. Si al Conde le cabe el mérito de haberlos enunciado de manera rotunda, se trata de algo que hoy sabe cualquier estudiante de semiología, y quizás hasta los viejos retóricos los hubieran aplaudido.
El meollo de todo, según el Conde, estaba en la filosofía de Aristóteles, fundada sobre la gramática griega y la metafísica implícita en el verbo “ser”. Para Korzybski el error fundamental no estaba en usar el verbo “ser” para la predicación (como cuando decimos “la rosa es roja”) sino en darle valor de identidad, si afirmamos que “la rosa es una flor”; esto último significaría encerrarla en una categoría estática. Para evitarlo David Borland (uno de sus discípulos), llegó a desarrollar el E-Prime, una versión tarzanesca del idioma inglés que carece del verbo “ser”. Algo que seguramente habrá resultado tan útil como el esperanto o el volapük.

IDENTIDAD, DIFERENCIA, ETC.
Los tres postulados, que Korzybski admitía haber aprendido de grandes lógicos como Stanley Jevons, De Morgan o Russell, lo autorizaban a postular nada menos que una ley, la Ley de No-identidad. Entendía que no era posible afirmar que “la rosa es una flor” sino apenas que “esta rosa es una flor”. Una persona jamás es idéntica a sí misma, porque se desenvuelve en el tiempo; no es lo mismo Newton bebé que Newton alquimista y el autor de los Principia. Lo mismo vale para situaciones sucesivas o para las distintas fases de un proceso.
Todo el mundo puede llegar a estar de acuerdo con esto, aunque no tanto en la solución que le dio el Conde. Propuso la “indexación” de los sujetos o las situaciones. En lugar de José García, almacenero, habría que hablar de García 1,2,3, etcétera. La palabra “etcétera”, el estribillo que se repetía a coro en sus clases, era clave para la comprensión de este proceso. Sin embargo, el Conde también condenaba, apelando a su faceta holística, a la “falacia elementalista”, el error que consiste en aislar a un individuo de su contexto.
La mejor manera de alcanzar la “cordura” o coherencia lógica (su libro se titulaba precisamente Ciencia y Cordura) consistía en evaluar las situaciones por extensión, ateniéndonos a lo concreto e individual, y no por intención, usando las generalizaciones del lenguaje ordinario. Puesto que los errores del lenguaje provenían de confundir los distintos grados de abstracción, el Conde había diseñado un aparato llamado “diferencial estructural” o “antropómetro”. Era una cruza de ábaco con computadora, compuesto por varios discos perforados que llevaban rótulos como Eventos, Objetos, Designaciones o Inferencias, por lo cual había que enhebrar unos cordeles hasta descubrir la genealogía de un concepto.

TERAPIAS SEMANTICAS
Korzybski soñaba con crear una nueva síntesis de todas las ciencias, inspirada en su lógica no-aristotélica, y se empeñó en relacionar las estructuras del pensamiento con la neurofisiología. Martín Gardner destaca este esfuerzo sólo para afirmar que fue precisamente ahí cuando comenzó a equivocarse. En los ‘20, el Conde estudió psiquiatría con el director de un hospital de Washington y pronto se sintió habilitado para lanzar su programa de entrenamiento, destinado a erradicar los hábitos “insanos” de evaluación.
Una de las “revolucionarias” técnicas del Conde es “la pausa semántica”, que consiste nada menos que en contar hasta diez antes de decir o hacer una barbaridad. Se propuso erradicar el racismo, convenciendo al racista de que lo que haga o diga este o aquel individuo no vale para los restantes miembros de su grupo, etnia o religión. Algo que sería maravilloso, si funcionara.
Otro principio terapéutico del Conde consiste en reconocer en que si llamamos “tartamudo”, “tonto” o “rebelde” a un chico lograremos que tartamudee, sea torpe o nos haga frente con más facilidad. Si lo calificamos de “globalífobo” o “piquetero” ya sabemos qué hará. Pero si tiene problemas con su mamá, no habrá más que indexar a la progenitora, y mostrarle que su Madre 1970 no es lo mismo que la Madre 2004.
Una de las primeras aplicaciones de la terapia semántica fue el tratamiento de las neurosis de guerra entre los refugiados de la Segunda Guerra Mundial. Pero también existieron las aplicaciones a la política. Como afirma Steven Lewis en la página oficial de General Semantics, Arafat 1970 no es la misma persona que Arafat 2000, de manera que puede ser alternativamente aliado o enemigo.
Ahí es cuando uno empieza a entender la semántica pentagonal. Si indexamos a Kadafi, por ejemplo, descubriremos cómo el terrorista de antaño ha pasado a ser un fiel aliado de los intereses occidentales. Está claro que Osama bin Laden no tiene nada que ver con el Bin Ladin Group y que el Osama bin Laden que luchaba por la libertad junto a Rambo en Afganistán se ha vuelto con el andar del tiempo y la indexación semántica en la última encarnación del Mal. ¿Hubo torturas en Irak o todo no fue más que las travesuras de Lynndie o Sabrina?
El finado Marcuse quizás habría trabado contacto con algún avatar de la GS, cuando contaba, en El hombre unidimensional, cómo los expertos en relaciones humanas acostumbraban a desactivar los reclamos sindicales. Cuando los delegados obreros protestaban porque los sanitarios de la fábrica estaban sucios, el experto los convencía de que estaban haciendo apreciaciones intencionales y hablaban de abstracciones inexistentes. “Lo que ustedes quieren decir es que el día Tal a Tal hora la tercera letrina de la derecha estaba obstruida con papeles.” “Los baños no existen, existe este, ese o aquel baño.”
Estos efectos perversos de su teoría no habrán sido previstos por el Conde ni entran en la consideración de Martin Gardner, quien se limita a escribir sobre seudociencias. A su criterio, que a esta altura parece bastante plausible, la Semántica General no es estrictamente una seudociencia, a pesar de sus tendencias mesiánicas y de cierto culto de la personalidad. Si bien sus contenidos son en general científicos, no hay nada original en ellos, y en los últimos cincuenta años no han sufrido ninguna evolución. En todo caso, será una ciencia estéril, lo cual es bastante grave, ya que el principal valor de una hipótesis (aunque fuera errónea) es la fecundidad; su capacidad para promover nuevos cursos de investigación.
Los más recientes aportes de la GS anuncian obviedades tales como afirmar que el dinero es simbólico o proponer la Regla de Oro (conocida por los chinos desde hace unos cuatro mil años) como eje de la ética semántica. Nada nuevo.
Como da cuenta Internet, en este mundo nada se pierde, sólo se transforma. La GS sigue teniendo su Instituto y sus defensores, pero se diría que si aportó algo más que sus slogans sobre el mapa y el territorio (cuyo mayor valor está en ser concisos), el hecho de que se limite a repetirlos a lo largo de medio siglo habla muy mal de su fecundidad.

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