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Sábado, 29 de enero de 2005

FINAL DE JUEGO

Final de Juego

 Por Leonardo Moledo

–Nadie contestó la pregunta que hicimos sobre si la vida es teoría o empiria –dijo Kuhn, que siempre se alegraba cuando las preguntas del Comisario Inspector caían en el vacío. Pero lo que estaba cayendo en el vacío, aunque ellos no se daban cuanta, era la estructura misma de la trama, que se desvaía en la nada, que se difuminaba en las apariencias de un ominoso no ser. ¿Dónde estaban? ¿Qué había ocurrido con la lógica muerta? ¿Y con la fábrica de fósiles? ¿Y con la proyectada reunión en la embajada de Inglaterra? ¿Y con los lectores? ¿No se habían perdido por completo?

–Nadie contestó la pregunta que hicimos sobre si la vida es teoría o empiria –insistió Kuhn.

–Es que nadie sabe qué es la vida –dijo el Comisario Inspector–; de hecho, si la vida fuera empiria, sería todavía más compleja de lo que es, y daría, por cierto, mucho más trabajo a los filósofos y a los policías del que les da. Al fin y al cabo, la operación por la cual la mente convierte en “vida” la argamasa de los datos sensoriales que recibe es una operación teórica.

–Eso, tomando la palabra “dato” como algo discreto –dijo Kuhn–. Es el paradigma post revolución científica, que considera al mundo un conjunto de datos. ¿Pero por qué no puede haber un “dato continuo”? Un dato que no sea resultado de una medición, como por ejemplo la totalidad de un paisaje. Así, el paisaje no sería una construcción a partir de percepciones particulares e inconexas.

–Bueno –dijo el Comisario Inspector–. De hecho, la existencia misma del concepto de vida está ligada a la percepción de ser “el mismo”, una percepción de la cual no podemos decir mucho. Yo sé que soy el mismo que el sábado pasado (a veces pienso que existimos sólo fugazmente unos minutos cada sábado), pero no sé cómo sé que lo soy, ni siquiera puedo describir mínimamente esa percepción, salvo como la sensación de identidad, o de la persistencia de los recuerdos. Y esa sensación de ser uno mismo, difícilmente pueda calificarse como un dato. Más bien es una reconstrucción teórica basada en mi percepción puntual de hoy y el recuerdo de lo que percibía el sábado pasado. Esto es, la vida es teoría (y el sujeto también).

–Bueno –dijo Kuhn– pero si consideramos que la percepción de uno mismo es “dato”, en tanto está allí, dato no cuantificable pero dato al fin, porque es previo a la operación mental de síntesis, tendríamos que aceptar que la vida es empiria. Al fin y al cabo, las percepciones de hoy, y del sábado pasado no son más que impulsos eléctricos almacenados en millones de neuronas, es decir, un conjunto de datos, y ese conjunto de datos constituye la percepción.

–Pero no en crudo –argumentó el Comisario Inspector– eso lo sabe hasta quien ingresa recién a la policía –la percepción es ese conjunto de datos más la síntesis.

–Bueno –dijo Kuhn– ¿pero qué es esa suprapercepción, o esa síntesis, si no otro conjunto de impulsos eléctricos almacenados quién sabe en qué lugar del cerebro? Podríamos volver a plantear el mismo enigma de la vez pasada a la luz de lo que estuvimos conversando hoy. ¿La vida es empiria o es teoría?

¿Qué piensan nuestros lectores? ¿Qué argumentación los convence más?

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