futuro

Sábado, 17 de abril de 2004

FINAL DE JUEGO

Donde Kuhn se encuentra con el químico ermitaño y se plantea un enigma con cuevas

 Por Leonardo Moledo

De repente, los murciélagos atacaron a Kuhn que huyó desesperado hacia los fondos de la facultad y se escondió en una cueva profunda, que avanzaba hacia el río. Exploró con cuidado las paredes, las tanteó hasta tropezar con algo que, para su sorpresa, se movió agitado y se dio vuelta. Era un ermitaño, sucio y grasiento, con barba de años y pelo encanecido que reconoció de inmediato a Kuhn.
–Un filósofo –dijo–. Lo único que me faltaba.
–¿Quién es usted? –preguntó Kuhn, que a pesar de ser un filósofo estaba un poco asustado.
–¿Quién soy? –dijo el ermitaño–. No lo sé. Puedo decir quién era, o quién fui alguna vez. Si quiere se lo cuento –y ante un gesto de asentimiento de Kuhn, sacó un cigarrillo, lo prendió raspándolo contra las paredes de la caverna, y a la luz de su breve resplandor pudo ver un rostro cuarteado por el sufrimiento, que no por los años, y casi sin dientes–. Yo era un químico promisorio –dijo el ermitaño–, que mezclaba sustancias en probetas y alambiques y soñaba con descubrir un elemento nuevo que se le hubiera escapado a Mendeleiev. Hasta que la desgracia me alcanzó. Cuando asumió el actual decano, se desató una persecución implacable hacia quienes él consideraba “mediocres”. Desde ya, la categoría de mediocre era laxa: para serlo, bastaba con haber tenido un abuelo mediocre o que no hablara inglés. Y en un país de inmigración como éste... Mi abuelo era sastre... ¿me quiere decir para qué quería hablar inglés? Y así fue como me desterró a esta cueva, donde languidezco desde hace ya cuatro años. Y el régimen se volvió más duro desde que empezaron esas misteriosas muertes en la facultad.
Kuhn se lamentó de que el Comisario Inspector no estuviera a su lado -¿Qué muertes?
–Asesinatos –dijo el químico–. Enfermedades misteriosas por contaminación. El decano destruye los cuerpos y los lleva a la facultad de medicina, para que los estudiantes practiquen. “Darles un destino útil para la educación”, dice.
Kuhn estaba realmente impresionado. Mire –le dijo al químico– si no fuera porque tengo que proponer un enigma, le prestaría más atención. Nada humano me es ajeno. Y los lectores están... bueno, le diría, mi querido químico, que no saben qué hacer ante los enigmas complejos que propongo. Y esta vez, el enigma será aún más complejo, tanto que ni su mismo decano sería capaz de resolverlo. Y dice así: un tigre se aproxima a esta cueva. Pero resuelve entrar en la otra cueva. ¿Cuántas cuevas hay?”
–Verdaderamente difícil –dijo el ermitaño–, en especial para un químico.
–¿Difícil? –dijo Kuhn– ¡Imposible! Me maravillo de lo ingenioso que soy.

¿Qué piensan nuestros lectores? ¿Cuántas cuevas hay? ¿Y les parece que Kuhn es tan ingenioso como dice? ¿Y qué piensan de las misteriosas muertes de la facultad?

Correo de lectores
¡QUE LIO!
El “enigma” presenta varios puntos de vista.
1) Si consideramos dinero sólo al “efectivo - papel moneda (y monedas)”; y considerando que el panadero le dio su vuelto a este jugador compulsivo, NO LE QUEDO NADA.
2) Si el panadero no pudo darle el vuelto y lo pasa a buscar a la vuelta, LE QUEDAN $88.
3) Si consideramos dinero a todo aquello que tiene valor (“riqueza”), este hombre tendría $24,70 diiscriminados en $12 en pan (¿más de cuatro kilos?), un billete de lotería cuyo valor es de $ 10 y los cigarrillos que aún no haya fumado (en los casinos se fuma bastante; pero pareciera que este señor no fumó nada, al menos no hay datos sobre ello).
4) Queda como alternativa TODO EL DINERO QUE ESTE SEÑOR TENGA EN SU CASA, CUENTAS BANCARIAS, ETC., y que no haya llevado encima en ese momento.
Orlando Affini

ACOMPAÑANTE TERAPEUTICO
¿El Comisario Inspector era el acompañante terapéutico de Kuhn? Porque la inexplicada ausencia del primero parece haber afectado seriamente al equilibrio emocional del segundo.
Andrés Méndez

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