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Viernes, 5 de marzo de 2004

MUSICA

raíces

No nació en una plantación de algodón, como su padre, ni supo lo que era que le prohibieran sentarse en un autobús para blancos, pero es una mujer negra que canta blues y de esa experiencia se nutre para hacer su música, con la que se reencontró Zakiya Hooker –orgullosa hija de John Lee– recién a los 45, después de haber criado tres hijos y de ver morir al menor. Su arte todavía no le alcanza para mantenerse pero sí para llegar hasta Buenos Aires, donde hoy tocará, por última vez, en La Trastienda.

 Por Mariana Enriquez



Zakiya Hooker tiene cincuenta
y cinco años, pero su piel parece la de una adolescente, y la impresión
de juventud se acentúa porque luce aparatos de ortodoncia sobre su generosa
dentadura; su ancha sonrisa de labios gruesos y violetas es contagiosa y vivaz.
No hay nada solemne en Zakiya, que se deshace en elogios cuando habla de Buenos
Aires (“Todo es hermoso, la gente es encantadora y encontré músicos
fabulosos”); y eso a pesar de que es nada menos que la hija de John Lee
Hooker, icono del blues, un hombre que, desde el delta del Mississippi ayudó
a que la música de los esclavos se convirtiera en un sonido universal.
“Mi padre nació en 1917 en un pequeño pueblo del sur, pero
yo nací en Detroit. Crecí con Motown, The Supremes, The Sensations.
El blues está en mi sangre, pero mis experiencias son muy distintas a
las de mi padre. Yo no nací en una plantación de algodón,
nunca me prohibieron sentarme en un autobús. Pero el blues siempre será
la capacidad de articular experiencias, y yo me nutro de mi vida como mujer
negra y cantante de blues en EE.UU.”

Tu primer disco, Another Generation of the blues salió en 1994. ¿Por
qué tardaste tanto tiempo en hacer tu música?

–Me casé muy joven y tuve tres hijos. El mayor tiene 36, el que
sigue 34 y el menor, que murió en un accidente de auto a los 20, tendría
32. Muy pronto me separé de mi marido, y con mis hijos me mudé
a California. Los crié sola, no tenía trabajo, y entré
en el welfare –servicios sociales del Estado– y estuve bajo ese régimen
mucho tiempo. Después conseguí un trabajo, y mi ex marido reapareció.
Era una buena persona, pero lamentablemente no pudimos reconstruir nuestra familia
porque falleció. Tuvo una sobredosis, lo encontraron en la bañera
de una habitación de hotel. Poco después falleció mi hijo
menor, y el mayor fue a prisión. Yo estaba bastante mal cuando conocí
a Ollan (Cristopher Bell), mi esposo. El me ayudó y comprendió
que yo quería hacer mi música. Me ama por lo que soy, por mi música,
no porque mi padre es una leyenda. Y además ama la música. Me
entrenó vocalmente, consiguió los músicos, me ayudó
a componer mi música. Sin él, no podría haber hecho todo
esto tan rápido.

Tu padre es un icono, una leyenda. ¿Ser hija de John Lee Hooker complicó
de alguna manera tu trabajo, tenías miedo de las comparaciones?

–Hubo comparaciones. En un festival importante de blues, cuando empezaba
mi carrera, los críticos y cierta parte del público no quedaron
satisfechos, porque mi música es distinta a la de mi padre. Soy más
funky, más moderna, quizá más sexy; estoy bastante influenciada
por Denise Lasalle, una cantante de rythm & blues. Pero mi padre siempre
respetó mi estilo, y me apoyó. Decía: “No podés
tocar lo mismo que yo. Nadie puede hacerlo. Tenés que hacer lo tuyo,
y me encanta tu música”. Finalmente la gente empezó a entenderme.
Estoy influenciada por Ella Fitzgerald –que hacía blues, aunque
digan que era una cantante de jazz, y sobre todo Etta James–. También
me gusta Cassandra Wilson. Es difícil en EE.UU. porque lo comercial es
lo más importante, hay muy poco lugar –y mercado– para otro
tipo de expresiones. Todo es hip hop, pop y un pequeño porcentaje de
heavymetal. El blues y el jazz no son las grandes músicas comerciales,
aunque son el origen de todos los estilos. El blues es poner todas tus experiencias
y sentimientos, tu dolor y tu alegría en palabras y música, y
poder hacer que los otros lo sientan. No debería ser algo lateral, menos
en nuestro país.

¿Tocás temas de tu padre en los shows?

–Muy pocos. Hago una de sus canciones, Hug you, Squeeze You. Y quizá
haga más, porque me encanta su música. Antes de que mi padre muriera
estaba por terminar un disco, y discutimos lo que iba a hacer. Yo lo ayudaba.
Cuando murió, la compañía nos dio todos los out-takes,
para que los completáramos. En noviembre de 2002 comenzamos a trabajar;
Ollan empezó a escuchar la música para ver qué se podía
hacer con todo este material, porque la mayoría no estaba bien terminado.
Había música sobre la voz, se lo escuchaba hablar, era muy desprolijo,
tuvimos que limpiarlo y focalizar en su voz, que era más maravillosa.
Salió a fines de 2003, se llama Face to face y para mí –no
lo digo porque haya ayudado a hacerlo– es de lo mejor de su carrera.


Vivir del blues

Zakiya todavía no puede mantenerse con su música. Trabaja para
los Tribunales de California, en Alameda, y se encarga del manejo del jurado.
Espera que cambie su suerte con su próximo cd, y mientras tanto intenta
tocar por el mundo. En París conoció al argentino Adrián
Luchio, que fue a uno de sus shows. Después la visitaron en California,
donde conocieron a John Lee antes de que muriera (en junio de 2001). Adrián
la invitó a Buenos Aires, y aquí está, haciendo shows en
La Trastienda.

¿Te impactaron los músicos argentinos?

–Yo traje mi banda, pero aquí toco con Miguel Botafogo y Luis Salinas.
Son músicos excelentes. No sabía qué esperar, no sabía
si podían tocar blues de la manera que se toca en EE.UU. Pero, cuando
lo pensás, los negros y los latinos somos gente con mucho ritmo; creo
que está en la sangre. Pensaba que iba a encontrar algo de eso aquí,
pero mis expectativas fueron sobrepasadas. Algunos de estos músicos van
a tocar en mi próximo cd y el de mi padre. Estoy así de impresionada.

Hoy no hay en EU.UU. muchos músicos de blues negros que consigan buenos
contratos o tengan exposición. Sí sucede con músicos blancos,
como el fenómeno de Norah Jones.

–Es cierto. En San Francisco el año pasado, que fue declarado el
Año del Blues en EE.UU., Martin Scorsese me invitó a formar parte
de un panel para homenajear su serie The Blues en la que yo había participado.
Alguien dijo que Tommy Castro era el Dios del Blues. Yo no pude creerlo. Era
otro blanco diciendo que un músico blanco era un padre de nuestra música.
Y yo me enojé un poco, me levanté y dije que si Tommy Castro era
el rey del blues, ¿quién es John Lee Hooker? ¿Y Muddy Waters,
Howlin Wolf, Robert Johnson? ¿Quiénes son ellos? Los músicos
de blues blancos tienen más exposición que los negros. Yo sé
la razón, y es racial. Pero es difícil hablar de esas cosas en
público. Los músicos de blues negros no consiguen contratos, no
los mandan a festivales fuera del país, ni se los aprecia de la misma
manera que a los blancos. No hay igualdad. Y vivo eso como una cooptación
de nuestra música, aunque admito que cualquiera puede hacer blues, no
es cuestión de negros y blancos. Todos experimentan el blues, y lo expresan
de la forma que lo sienten. Mi padre solía burlarse de los guitarristas
virtuosos, por lo general blancos, que quieren tocar rápido y meter todas
las notas que puedan. El blues no es eso, no es música técnica,
hay que sentir, poder tocarlo, y unir ambas cosas.

¿Por qué te cambiaste el nombre? Tus padres te bautizaron Vera...

–No estaba haciendo música todavía, no fue una cuestión
profesional. Quería hacer una conexión con mis raíces africanas.
Soy muy apasionada sobre mi herencia, y elegí un nombre que me identificaba,
que me hablaba. Tardé tres meses en elegirlo hasta que apareció
Zakiya, que es de origen swahili, y significa inteligencia y pureza. Mi próximo
proyecto personal es trazar mis raíces africanas. Donde vivo existe la
Biblioteca de Genealogía, y voy a intentar encontrar a la familia de
mi padre. Va a ser muy difícil, pero tengo que hacerlo.


Las nuevas generaciones


¿Te gusta el hip hop?

–Mucho. No me gusta el gangsta, es demasiado violento y detesto cómo
se refieren a las mujeres. Pero puedo ver una conexión entre el hip hop
y el blues. Chuck D. es un buen ejemplo, el líder de Public Enemy, un
grupo claramente político. Tuvo que ir hasta Muddy Waters para hacer
su música, y comprendió de dónde venía su ritmo,
de Leadbelly o Johnson. Mucho del hip hop proviene de la música vieja;
los viejos también eran muy prolíficos, y usaban las palabras
para contar una historia, como hace el rap. Todo viene de allí, pero
no muchos lo saben. Parte de ese trabajo lo hacemos con la John Lee Hooker Foundation,
en la que trabajo.

¿En qué consiste tu trabajo?

–Fue una idea de mi padre. Lo que más amaba de él era su
espíritu, porque mi padre era analfabeto. Y que haya logrado lo que logró
sin saber leer ni escribir, sin poder poner en papel su música, sólo
contaba con su memoria... Siempre le preocupó mucho que los jóvenes
tuvieran educación, y estuvieran en contacto con sus raíces musicales.
Cuando murió, continué con su idea. La fundación les enseña
a los chicos que están bajo la línea de pobreza o en riesgo a
aprender su historia la de su música, y que aprendan a tocarla. También
a grabar, y hacer todo el proceso artístico. Pero sobre todo, instruirlos
en cuanto al negocio de la música. Tienen que entender que la música
es una cosa maravillosa, pero puede ser una pesadilla si no conocés el
negocio. Eso le pasó a mi padre; a él siempre le pagaban menos,
lo traicionaban en los contratos, y tuvo mucho que ver su ignorancia. Tuvo suerte
porque recuperó bastante, pero también perdió mucha música.
Tenemos un edificio y estamos trabajando muy bien.

¿Qué te parecen mujeres negras del R&B y el hip hop, como
Missy Elliot o Mary J. Blige, que controlan sus carreras y son empresarias?

–Las admiro. Eso me gusta de las nuevas generaciones: están en control.
Pero eso pueden hacerlo por los sacrificios de la gente que vino antes. En el
caso de las mujeres –no así en el de los hombres– creo que
ellas tienen conciencia de eso, lo respetan y lo homenajean. Queen Latifah,
por ejemplo, es una mujer que entiende de dónde vino. Son mujeres responsables
e inteligentes, hacen lo que quieren con sus vidas, y no es fácil hacer
eso siendo una mujer negra en EE.UU. Los músicos de blues blancos tienen
más exposición que los negros. Yo sé la razón, y
es racial. Pero es difícil hablar de esas cosas en público.

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