En octubre de 2015 Malika Bayan fue a una peluquería, en Byrne, Noruega, con hyab. Fue expulsada por la dueña, Merete Hodne, por llevar velo islámico. Malika recurrió a la Justicia y consiguió una sentencia a su favor que dictaminó que Hodne ejerció discriminación religiosa y fue condenada a pagar una multa de alrededor de mil euros y los costos del juicio. Sin embargo, la peluquera va a apelar porque considera que el velo no es un símbolo religioso, sino político. Mientras que Malika consideró el fallo como ejemplar para frenar la discriminación por islamofobia.
Melinda Gates decidió llevar en su casa una práctica más democrática de las tareas y del uso del tiempo y exigió a su esposo, Bill Gates, y a sus tres hijxs que nadie se podía retirar de la cena hasta que ella también haya abandonado la cocina. En un artículo que escribió para su Fundación asentó que si tuviera un superpoder pediría más tiempo. “Hay una gran brecha entre el tiempo que las mujeres invierten en trabajar sin cobrar y el que emplean los hombres. Tanto si vives en un país occidental, donde la diferencia puede ser de noventa minutos cuanto en naciones en desarrollo, donde asciende hasta a cinco horas. Y si no redistribuimos el trabajo, si no decimos que necesitamos establecer otro tipo de equilibrio, no vamos a llegar a buen puerto. Las mujeres en el mundo no podrán alcanzar su pleno potencial, ni conseguiremos los grandes aumentos de PBI que buscamos. Añadiríamos 10 billones de dólares al PBI si contabilizáramos el trabajo del hogar no remunerado. Además, hay que llamarlo por su nombre: es trabajo”, enfatizó Melinda.
A los veinte años una chica y un chico tienen probabilidades similares de ingresar a una empresa y de ascender a puestos de dirección. A partir de los treinta años la discriminación de género se vuelve mucho más tajante y es mucho más difícil para las trabajadoras ocupar puestos con mayor poder y mejor pagos. La brecha salarial -o peaje al género- se vuelve insalvable a partir de los cuarenta años, según un estudio de Visier en base a los cargos y salarios de 165.000 trabajadores/as de grandes empresas norteamericanas. El menor pago es un castigo a la maternidad. “La brecha sucede precisamente en el momento en que las mujeres tienen más probabilidades de tener hijos”, señala Josie Sutcliffe, vicepresidente de marketing de Visier.
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