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Viernes, 22 de octubre de 2004

DERECHOS HUMANOS

muerte silenciada

Cada día el nombre de una mujer se anota en los archivos de alguna morgue. Cada día, todos los días, una mujer muere durante el embarazo, el parto o el puerperio. Es una cifra sin comparación con otros países de condiciones socioeconómicas similares. El aborto clandestino es una de las principales causas de muerte, sin embargo, según un estudio reciente, la ilegalidad no alcanza para explicar este drama silenciado.

 Por Luciana Peker

Cada día que los despertadores suenan y las radios se encienden y los colectivos y los trenes vuelven a la gente apenas un rompecabezas de un país en movimiento, cada vez que el día empieza, hay en la Argentina una mujer menos, una mujer muerta, una mujer que no despierta. Una mujer que, sin embargo, no tiene nombre ni causa ni caso en las radios que despiertan al resto de la gente. Cada día, todos los días, en Argentina, muere una mujer, durante el embarazo, el parto, o los 40 días siguientes a la terminación de su embarazo. Un problema silenciado que, sin embargo, debería ser mucho más resonante por lo inexplicable de la sobredimensión de la tragedia. Argentina tiene más muertes maternas que Uruguay, Costa Rica y Chile. Y la primera causa de la mortalidad materna son las consecuencias derivadas de abortos ilegales, una razón que sólo tiene tanto peso –en toda Latinoamérica– como acá en Jamaica y Trinidad y Tobago. La comparación muestra que en países similares al nuestro la muerte de las mujeres no está naturalizada como acá –ni acallada por un silencio de hospital– y que sólo en naciones en condiciones sociales y económicas mucho más deterioradas que las de Argentina, el aborto y la muerte tienen la relación de causa y consecuencia.
“La Argentina tiene un gran rezago en salud reproductiva que no hay como esconder debajo de la alfombra. Y lamentablemente se termina notando de la manera más terrible: con más de 300 muertes al año”, señala Silvina Ramos, socióloga, directora e investigadora del Centro de Estudios de Estado y Sociedad (Cedes). “Es una mujer por día, una mujer sana que enfrentaba un evento de la naturalidad, no un evento patológico y falleció de eso. Es una tragedia. Y si continúa y se mantiene en el tiempo los epidemiólogos podríamos considerar que es casi una pandemia”, advierte Mariana Romero, médica e investigadora del Cedes.
Silvina Ramos y Mariana Romero son las autoras del estudio Para que cada muerte materna importe, realizado con el apoyo del Ministerio de Salud de la Nación y el Fondo de Población de Naciones Unidas (con la colaboración de Ariel Karolinski, Raúl Mercer, Iván Insua y Cynthia del Río Fortuna, entre otros) en el que se investigó la situación en Chaco, Formosa, Mendoza, San Juan, San Luis y Tucumán. “La mortalidad materna es evitable”, es la tajante conclusión del libro.
–A pesar de ser un problema muy grave, todavía hay mucha gente que ni siquiera conoce el término “mortalidad materna”. ¿Por qué está tan poco instalado en la opinión pública y los medios?
Silvina Ramos: –Es un problema invisibilizado más allá de la opinión pública. Por ejemplo, dentro de la comunidad médica es difícil encontrar reuniones dirigidas a trabajar esta problemática. El tema de la mortalidad materna ha estado opacado, en principio, porque es la punta del iceberg de los derechos reproductivos que siempre estuvieron silenciados. Argentina tiene un rezago considerable en relación con otros países de la región en una política pública de provisión de métodos anticonceptivos.
Mariana Romero: –Hay gente que cree que la mortalidad materna es un hecho poco frecuente y nuestro objetivo es empezar a comprometer a la sociedad. En el 2002 se murieron 320 mujeres y no se ha actuado a pesar de que las intervenciones para evitar las muertes están disponibles y no son costosas. Apenas se requieren recursos humanos capacitados y atentos a actuar con la celeridad que las emergencias requieren e insumos muy básicos: sangre segura, medicamentos muy económicos y la disponibilidad de un quirófano en algunos casos.
–¿No se le da importancia a la mortalidad materna porque las que mueren son mujeres y pobres?
S. R.: –Sí, son mujeres que se mueren por traer un hijo al mundo o por no querer llevar adelante un embarazo y necesitan recurrir al aborto y, porque son pobres, lo tienen que hacer en condiciones riesgosas que hace que sus abortos se compliquen.
–¿El aborto es la principal causa de mortalidad materna?
S. R.: –Es una estructura que se mantiene en la Argentina desde hace muchos años. Sólo hay dos países (Trinidad y Tobago y Jamaica) en toda América latina con características similares en donde el aborto está en el primer lugar entre las causas de la mortalidad materna. Y la ilegalidad no explica todo porque, salvo en Guyana y en Cuba, el aborto no está permitido en ningún país latinoamericano. Por eso, uno puede hipotetizar que esta alta proporción de muertes maternas debido a complicaciones de aborto se pueden deber a dos cosas: que existan mayor cantidad de abortos con respecto a otros lugares de la región y que muchas mujeres pobres se los realizan en condiciones más inseguras.
M. R.: –También hemos visto que en nuestra sociedad el aborto conlleva una condena moral y social muy grande que tiene consecuencias: a muchas mujeres que ingresan a un hospital público con complicaciones por un aborto le hacen el legrado (raspado) sin anestesia.
–¿Para hacerlas sufrir a propósito?
M. R.: –A veces hay una decisión medio malévola de someterlas a un mayor sufrimiento “porque hicieron eso”. Y, en otros casos, porque el tratamiento de las complicaciones de aborto no se hace como se debería hacer. Por ejemplo, se podría utilizar la aspiración manual endouterina que es una técnica internacionalmente probada, menos cruenta, que no requiere de anestesista, pero en Argentina esa técnica no se usa.
–En Uruguay los hospitales tienen un nuevo manual de instrucciones para que los médicos atiendan mejor a las mujeres que llegan con complicaciones por aborto.
S. R.: –Asesinar es delito y nadie se cuestiona atender a un herido de bala en un servicio de salud. Sin embargo, con el tema del aborto aparece una preocupación absolutamente injustificada de los servicios de salud cuando una mujer se interna por una complicación de un aborto.
M. R.: –También es muy interesante el consejo preaborto que están haciendo en Uruguay. Si la mujer manifiesta que va a interrumpir el embarazo el profesional tiene la obligación de indicarle mínimas cosas para que si la complicación aparece sea menor, como, por ejemplo, antibióticos.
–¿Cómo es, en lo personal, investigar sobre la muerte de mujeres siendo mujeres?
S. R.: –Yo elegí trabajar estos temas por mi condición de mujer y por tener cercanía existencial con lo que significa quedar embarazada, no quedar embarazada, poder llevar adelante un embarazo, querer interrumpir un embarazo, poder hacerlo y poder no hacerlo. Creo que sólo el cuerpo de mujer me ha dado las posibilidades de tener un grado de acercamiento al tema.
M. R.: –Nosotros no hacemos la investigación desde el escritorio, nosotros hablamos con las mujeres. A mí una mujer me dijo: “Yo pienso que vos tenés mi propio cuerpo”. Te lo digo y todavía me emociono. Hay una pasión inmensa en el compromiso para explicar que, desde la salud pública, con tan poco se puede hacer tanto por salvar tantas vidas.

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