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Viernes, 12 de noviembre de 2004

MUSICA

2 Pop LA 2

Javiera Parra es chilena, Ely Guerra es mexicana. Las dos han vivido fuera de sus países demasiado tiempo –la primera exiliada junto a su emblemática familia, la segunda autoexpulsada de su casa a los 15– y ya promedian la década de carrera en un medio que les exige demostrar todo el tiempo lo que son, aunque las pruebas están a la vista.

 Por Mariana Enriquez

El poder del exilio

Siempre le piden lo mismo: que cante las canciones de su abuela Violeta Parra. Y desde que formó su banda, hace más de diez años, Javiera Parra se negó sistemáticamente a seguir el camino fácil y vivir de la leyenda de su familia. “Por ser Parra siempre trataron de encasillarme en ser comunista y cantar folklore. Yo elegí el desapego con respecto a la figura de la Violeta, por lo menos hasta que consiguiera mi propia voz.” Sobrina de Nicanor Parra, ex pareja de Alvaro Henríquez –el cantante de la mítica banda Los Tres–, hija de Angel Parra, Javiera es parte del círculo de artistas y celebridades más importantes de la cultura chilena, pero trata de distanciarse de su impresionante árbol genealógico. “Yo nunca fui famosa por ser Parra”, dice en charla con Las 12. “No me hice conocida hasta que grabé un disco. Y me buscan más por mis respuestas polémicas que por otra cosa. Soy una ‘mujer opinante’. Con la banda, tengo una carrera normal. El primer disco, Corte en trámite, que produjo Alvaro, fue súper popular. Después pasamos algunos años con discos más o menos, hasta que en el 2000 grabamos AM y de vuelta sonábamos en todos lados. Ahora, con El poder del mar volvimos a las ventas modestas. Está bien así.”
–¿Nunca vas a grabar canciones de Violeta?
–Cuando la gente me conoció, dejó de pedírmelo, porque me conocen, saben que no lo voy a hacer. Entendieron que yo estaba haciendo una cosa conceptual. Pero ahora me siento con libertad: la gente ha apreciado el camino independiente, y a veces tengo ganas de dar a conocer la obra de la Violeta. En Argentina, la Violeta es más importante que en Chile. Es un ícono en todo el mundo, pero en Chile no se difunde su obra histórica. No es como Neruda. Me gustaría acercarme a su herencia, con respeto.
Javiera Parra creció en el exilio, en México; por su casa pasaban Joan Manuel Serrat y Silvio Rodríguez. Estudió danza, y nunca le gustó el rocanrol. “Yo crecí con Soda, Virus y Charly García. No había onda en Chile con Pappo. Mi país no es muy rockero.” Fan de Björk, Talking Heads, Bowie y T Rex, Javiera escuchaba en casa la música de su familia, pero siempre soñó con su banda y sus canciones, que citan constantemente a la naturaleza (El poder del mar fue grabado en Isla Negra) y los vaivenes del amor. Su sensibilidad popular quedó clara con AM (2000), un disco de covers de clásicos de los años ‘70 y ‘80 con tratamiento de pop elegante que incluía “Procuro olvidarte” de Manuel Alejandro, “Vivir así, morir de amor”, de Camilo Sesto y “Eyes without A Face”, de Billy Idol. Es su disco más exitoso, pero a Javiera no le importa. “Con mi banda Los Imposibles –Marcelo Filippi, Cristian López y Fernando Julio– logramos eso, lo imposible: diez años con una dinámica de grupo, lo que es marciano.”
–¿Es complicado tocar con hombres?
–No sé cómo es tocar sin ellos. Pero andar de gira durante ocho años con nueve hombres es una locura. Soy una compinche, les señalo mujeres bellas, hay una distorsión del visor. Pero tenemos una hermandad férrea, hay un pacto tácito de lealtad. En un mercado muy chico, donde naufragan la mayoría de las bandas, es lo más importante. Nosotros no buscamos el éxito sino un lenguaje.
–En “La risa de los 10”, una de las canciones de El poder del mar escribís: “Tengo que amar, crear, procrear, siempre innovar y cantar y cantar/ Tengo que ser acróbata, buena vendedora, creíble, increíble, autónoma”. ¿Sentís presiones?
–Como todas las mujeres. Empecé a escribir esa canción después de una reunión donde me encontré con amigas de mucho tiempo; a los 35 años, todas tenían tres hijos a cuestas, estaban casadas o separadas. Yo soy distinta, pero existe el mandato de tener una familia y una carrera; además, a mí me tiene que ir bien y ser consecuente. Lo único que quería era ser directa: mi opción ha sido priorizar el trabajo y una familia de amigos. Funciona súper bien, me da muchas satisfacciones y también insume mucho trabajo. Quiero intentar una manera de vivir distinta. Además, en mi opinión una mujer no puede irse de gira ni tocar en una disco a las 2 de la mañana si es madre. No lo aguanta el cuerpo. Igual, no me siento deslegitimada porque no me importa lo que piensen los demás de mi vida. Sólo quería expresar mis decisiones de alguna manera.
El poder del mar es un disco delicado, triste y romántico. En “Nieve”, Javiera canta: “De tanto vivir/ Tengo escalofríos”. En la balada épica “Tu cama” dice: “Tu cama, un lugar seguro/ Y al mismo tiempo un paraíso en llamas/ Una cama que me indique/ Si es de noche o de mañana/ Una cama que me dé de ti/ Tu sabor a avellana”. Javiera prefiere los climas intimistas antes que la arenga, y hay temas que están totalmente excluidos de su lírica, como la política. Pero, para ella, es natural. “Viví tan fuerte el Golpe, con papá tres meses detenido, nos dijeron que había sido fusilado... fue tan real que no es algo con lo que yo pueda especular o hacer metáforas. Mis letras quieren meterse en un mundo propio, algo surreal. La política es realidad pura. Yo voy a las protestas, participo; está en mi historia. Pero no me sale, ni quiero, escribir de eso. Yo soy muchas otras cosas. Mi público va de niños de 11 años a abuelos de 60, muchas mujeres y bastante público gay, que es muy leal. Nos contratan para cantar en eventos fashion, para el Día de la Mujer y para el Partido Socialista. Y ese eclecticismo me gusta, porque me representa.”

Voluptuosa sensualidad

Ely Guerra acaba de editar uno de los discos más importantes del rock latino. Así de sencillo. A primera vista Sweet & Sour, Hot & Spicy tiene influencias de P. J. Harvey y Joni Mitchell; hay mucho rock aullado, sexo, romanticismo exacerbado: “Luz prendida, por favor, mi amor/ Yo te miro y siento mi latir/ Yo te veo y te deseo aquí en mi interior”, grita en “Te amo, I love you”, el primer tema. “El rock es muy machista, especialmente el mexicano”, dice Ely en charla con Las 12. “Y me gusta enfrentar eso con una música y una sensibilidad que yo considero muy femeninas. Aunque después de once años de carrera me encuentro en una etapa gozosa donde ya no tengo que pelear por el espacio; ya no tengo que demostrar que puedo, que tengo el talento. Lo mismo les pasa a muchas compañeras rockeras. Encuentro que los varones aceptan mi propuesta, la festejan, celebran la feminidad del proyecto sin despreciarlo por eso, como solía suceder.”
Ely Guerra nació hace 32 años en Monterrey; a los 15 años se fue de su casa y vivió en Madrid, Londres y Estados Unidos. Debutó en 1992 con un disco que ahora ella considera olvidable (“era demasiado pequeña”). Después llegaron Pa’ morirse de amor en 1997 y Lotofire en 1999; peroalcanzó el éxito cuando participó de la banda sonora de la película Amores Perros, de Alejandro González Iñárritu, grabó un cover de Los Tigres del Norte (“La Tumba Falsa”) y protagonizó una osada producción fotográfica sobre el asesinato y desaparición de mujeres en Ciudad Juárez donde aparecía mutilada, maniatada y en la morgue. La Guerra, como la llaman en México, se tomó cinco años para editar Sweet & Sour..., su excelente cuatro disco que incluye canciones impresionantes como “Ojos claros, labios rosas” (“Sólo pienso en tus cariños/ Ojos claros, labios rosas/ Dejame que te haga cosas”), un pop-rock juguetón con un video divertido y sugerente, canciones casi siniestras como la oscura “Más bonita” (bien P. J. Harvey) y baladas de belleza extraordinaria como “Angelito heart” (en inglés) o “Mi playa”, un bolero almodovariano (“Te regalo mi sol, mi luz, mi playa/ Te comparto mi dicha y mi pesar/ Te doy las llaves de mi casa y mi confianza/ Te cocino y te llevo a pasear”). Sweet & Sour... está dividido en dos partes: la primera es más pícara, las canciones son más divertidas, menos complicadas, con sonidos distorsionados; la segunda es más íntima, suave, mucho más compleja y directa. “Tu boca”, por ejemplo, una balada electrónica estilo Björk: “Te dejo y me dejo ir/ Y sudo de alegría/ Siento tu medida”. Ely tiene una voz llena de recovecos, que alcanza cimas de rabia para descender a susurros a veces amenazantes, a veces tiernos. Con sus constantes cambios de look –ahora lleva un afro bien soulero, que nada tiene que ver con su música–, Ely desconcierta una y otra vez al público mexicano, que en muchas ocasiones la encasilló en el lugar de bella y tonta, que ella detesta. “Una vez, el presidente de la discográfica me retó por ser demasiado sensual. No entiendo qué les pasa, ni por qué les importa. Como soy naturalmente rebelde, me volví todavía más erótica. Ahora me siento más acompañada por los varones, como si estuviéramos todos juntos en la misma plataforma, a punto de despegar. Pero no fue nada fácil.”
–¿Es muy importante la sensualidad en tu música?
–Sí, y no sólo tiene que ver con lo sexual. Mis influencias a veces tienen que ver más con la cocina que con la música. En mi website pongo letras pero también recetas de cocina. Mi cabello tiene esta forma por una cuestión de sentido del humor, estoy en un momento voluptuoso. En mis discos anteriores había una sensualidad implícita, pero ahora estoy en otra etapa, y esa sensualidad se refuerza porque entré en los treinta años. Y es increíble porque, como mujer, te enfrenta a otras decisiones y desafíos. Hay una energía bárbara con respeto a lo físico. Mi madre siempre decía que a los treinta empieza lo mejor, y es cierto. Me siento en una segunda adolescencia, muy cambiante, muy voluble, con sentido del humor; antes me tomaba las cosas más a la tremenda.
–¿Cuáles son esos desafíos?
–Pienso más seriamente en cuándo voy a tener un hijo y una pareja estable, si los voy a tener, si podré compatibilizarlo con mi carrera, preguntas que no aparecen a los veinte, cuando sos joven y salvaje. En el disco está todo eso. No es explícito, es un jugueteo, quería jugar con la naturalidad de ser mujer, y expresar cierta madurez. Estoy harta de que hasta la medida de los corpiños sea de niña. Yo me siento una mujer normal que disfruta de su sensualidad, su sexualidad, su cuerpo, y creo que es importante decirlo.

 

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Javiera Parra. Ely Guerra.
 
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