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Viernes, 2 de marzo de 2007

SOCIEDAD

Maneras de estar en el terreno

Hace ocho años, Tamara Bárbara no pudo entrar en un boliche por ser negra. Ahora, con 25 años y convertida en investigadora y militante de la comunidad afro-argentina, forma parte del Foro de Jóvenes del Inadi, desde donde trabaja contra la discriminación a los jóvenes en locales bailables.

 Por Gimena Fuertes

Tamara y sus amigas habían llegado en remís hasta la puerta del boliche. Parloteaban a los gritos los chismes de la semana entre maquillaje y perfume especiales para la ocasión. Hicieron la cola, llegaron hasta la puerta y “rebotaron”. Para ellas la entrada, que era de 10 pesos, había subido a 22. Una vez juntada la plata, había vuelto a subir a 35 y ya se les hizo imposible. Tamara sabía muy bien por qué no las dejaban pasar: todas sus amigas son rubias y ella es negra. Esa noche de 1999, su color de piel se había convertido en un impedimento para la diversión, según el criterio de los patovicas y los dueños del boliche Asia de Cuba, ubicado en Puerto Madero. “Empecé a los gritos, les dije de todo. Me quedé en la puerta diciéndoles a todos los que seguían en la fila lo que me habían hecho. Quise hacer la denuncia, pero para mis amigas la cosa ya había pasado y no estaban motivadas para salir de testigos.” Hoy Tamara Bárbara tiene 25 años y es una de las coordinadoras del foro de jóvenes que trabaja con el Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo (Inadi) en la Campaña contra la Discriminación a los Jóvenes en locales bailables.

A la una de la mañana, el grupo de jóvenes se instala con mesa, remeras, y volantes y empieza a trabajar. Los que están esperando para entrar a un boliche reciben los volantes, los leen, alguno se queda hablando con los coordinadores. Las caras de los patovicas muestran incomodidad y sorna. Esa noche no se atreverán a dejar a nadie afuera. “Cuando estamos en la puerta de los boliches haciendo campaña no discriminan a los chicos, es obvio, pero en el caso de que alguno sea discriminado cuando no estemos cerca, tenemos la posibilidad de intervenir sobre la denuncia que ellos hacen. Primero ves cómo fue la situación, dialogás con las partes, y se arma un proceso legal. Hasta ahora están todos los casos en procesos, y todavía no hubo ninguna ejecución, es como un juicio normal, lleva tiempo”, sostiene. “Primero repartimos los volantes, vamos consultándoles, haciendo encuestas. Entre los chicos hay mucha timidez para consultar, siempre tenés que movilizarlos para que se abran, y al ver que somos todos jóvenes es mejor, y ahí se sueltan”, explica Tamara.

Foto: Guadalupe Lombardo

La idea de hacer campaña contra la discriminación en la puerta de los boliches tomó fuerza después de la muerte de Martín Castelucci, el joven de 20 años que el 8 de diciembre pasado falleció tras cuatro días de agonía luego de haber sido golpeado por los patovicas de La Casona, en Lanús. “Ya veníamos trabajando con lo que pasaba en los boliches, pero cuando sucedió lo de Martín, salió la idea de empezar a capacitar a los chicos para que sepan sus derechos, que sepan que ellos pueden quejarse o consultar, que sepan que estamos para eso, que sepan defenderse”, cuenta Tamara. Los locales bailables donde volantear no se eligen al azar. El teléfono gratuito del Inadi recibe las denuncias y los coordinadores del grupo de jóvenes las sistematizan. “Muchos chicos se comunican por email, por teléfono, también tienen nuestros celulares. Consultan si es discriminación o no lo que les pasaba, y qué tipo de discriminación es. Tenemos un programa de todas las denuncias de discriminación que recibimos, vamos analizando los grados de gravedad de la situación y ahí elegimos los boliches donde hacer la campaña. Pero igual vamos a todos lados, a Flores, Belgrano, Haedo.” Según las denuncias recibidas, donde más “rebotes” hay es en los boliches de Punta Carrasco. “Allá es terrible, los discriminan por todo, por las zapatillas, la ropa, el pelo... Los dueños de los boliches argumentan que ellos se reservan el derecho de admisión, y que estaban alcoholizados o tenían las zapatillas rotas. Pero hay leyes que contradicen el derecho de admisión entendido de esa manera.”

Tamara, militante de la Unión Argentina de Jóvenes Afro Descendientes cuya investigación sobre la comunidad afro-argentina le valió una beca del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para difundir su trabajo, lee los casos de discriminación en boliches en términos del imaginario social. En donde todos quieren entrar, dice, quedan del lado de afuera “los migrantes de países limítrofes, o los que pertenecen a los pueblos originarios”. “Los chicos toman mucha bronca y odio, tienen que saber identificar qué tipo de discriminación sufren, si es por pobreza, si es por negro, tienen que aprender a reconocerse para después hacer la denuncia. Ese, por ejemplo, es un problema que tenemos los afro, algunos no se reconocen como tales, entonces están los problemas que tiene cada grupo sumado a la discriminación que es el problema que tiene la sociedad.”

Según la titular del Inadi, María José Lubertino, el objetivo de la campaña es que “los sectores que están discriminados puedan pasar de la condición de víctimas a la de protagonistas del cambio, que digan: boicoteamos los lugares donde nos discriminan, en lugar de ver cómo compramos las zapatillas para entrar. Y otro aspecto importante es comprender que la discriminación es un hecho ilícito civil que da lugar a la indemnización. El responsable no sólo es el que discrimina en la puerta, sino también la empresa que lo contrata, ya que la línea de quién entra o no en un lugar la fijan los dueños. Por eso es necesario develar toda la trama”.

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