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Viernes, 16 de mayo de 2003

ESPECTACULOS

Aizenberg a nuevo

Después de recibir un trasplante de hígado y de
experimentar todas las arrasadoras emociones que una situación límite así supone, Adriana Aizenberg vuelve al escenario en Loca por Lara, un musical alucinado en el que brilla como siempre.

 Por Moira Soto


Este Año Nuevo del 2003 fue realmente de vida nueva para Adriana Aizenberg: el 31 de diciembre recibió un trasplante de hígado. “Experimenté un cambio total, una movida muy profunda. Volví a nacer, y esta vez no es un lugar común. Aquí estoy, entonces, apostando incondicionalmente a la vida. He redimensionado todo y esta actitud me sirve para lo cotidiano, en el arte, en todo lo que encare”, dice esta eximia actriz que esta semana está estrenando Loca por Lara, un musical en el estilo de Kado Kotzer y Sergio García Ramírez, creadores asimismo de otra pieza del género como Talismán. Este homenaje al genio del bolero, a través de las andanzas de una vagabunda que se gana sus monedas cantando en la calle Florida, forma parte de esta nueva vida de Adriana Aizenberg. Loca por Lara se representa viernes y sábados a las 21 y domingos a las 19 en el Foro Gandhi.
Orgullosa madre del joven realizador Rodrigo Moreno, Aizenberg, con una larga y brillante carrera teatral, ha sido desaprovechada por el cine. Sin embargo, hace un par de años tuvo su reivindicación al hacer a la novia de El Rulo en Mundo grúa, papel por el que ganó el Cóndor de Plata. Y ahora se apresta, paralelamente a las representaciones de Loca por Lara, a hacer un personaje protagónico en la nueva película de Daniel Burman, El abrazo partido: “Es la historia de una familia que se queda sin el padre, que se fue a pelear a Israel y terminó quedándose treinta años. Yo interpreto a la madre, pero también soy hija (porque, a mi vez, tengo una madre), esposa abandonada y amante, ya que hay un ruso que me gusta: tanto años de espera, imaginate, no me voy a quedar mirando el techo. Es un rol precioso que me cae como anillo al dedo: madre judía con negocio en el Once”.
El repertorio de Rosa, la cantante callejera de Loca por Lara, incluye alhajas del romanticismo musical latinoamericano como “Amor de mis amores”, “Solamente una vez”, “Veracruz”, “Pecadora” y A.A., que viene cultivando el canto desde chica (y ya ha entonado temas a lo largo de su carrera en La calle 42, Eva, La pura verdad...), está en condiciones óptimas para asumir esa responsabilidad: “Yo de chica me moría por aprender declamación, pero también me gustaba cantar. Mi papá me llevó a una muy buena escuela coral que había en Santa Fe. El pensaba que era algo que me iba a servir para toda la vida y tenía razón. Yo era la menor en un grupo de cámara que requería mucha afinación, y ya de chica tenía voz de contralto. Años después armé mi propio espectáculo, La pura verdad, donde cantaba muchos temas, algunos bien de Santa Fe, varios chamamés. ¿Sabés que mi papá es el autor de la letra ‘Los inundados’, la canción de la famosa película de Fernando Birri de los ‘60? Fijate lo que dice el texto: ‘Bramando se viene el agua del Paraná/ corriendo noche y día sin parar/ Ranchada, barranca, troncos se llevará/ con viento y aguacero el Paraná.../ Por el río navegando la canoa va cargada/ redes, trampas, aparejos.../ Por el río volveré/ a Santa Fe’. Esta línea alude a tanta gente que no se quiere ir, que a pesar de la inundación vuelve a levantar su rancho en Santa Fe. Guiche Aizenberg era por un lado odontólogo, y por otro poeta y escritor. Supo cuidar mi vocación, despertó mi amor por la literatura, por la música. Tuvo cargos importantes, como el de director del Museo Provincial de Bellas Artes. La gente interesante que llegaba a la ciudad venía a mi casa. Cuando estuvo Nicolás Guillén, me escribió en una foto suya que yo guardaba: ‘Para mi amiga Adrianita, que va a ser una gran artista de cine’. Tenía yo cuatro o cinco años y me sabía sus poesías. Me paraba arriba de un banquito y le recitaba: ‘Y el boga, boga, cansado boga, y el remo, rema, interroga el agua’. Muchas de estas anécdotas quedaron en el espectáculo que hicimos con Norma Aleandro, Las pequeñas patriotas, que empezó siendo una diversión entre nosotras y que –gracias al aporte de Helena Tritek en la puesta y al interés del empresario Lino Patalano– terminó convirtiéndose en una pieza teatral, un suceso impresionante que todavía hoy nos piden”.
Desde luego, el padre de Adriana Aizenberg siguió atentamente la carrera de su hija, “desde las primeras cosas en el teatro independiente, luego papelitos en el profesional. Cosas chiquitas mientras estudiaba mucho: expresión, baile, profesorado de canto. Pensar que el otro día me preguntaba una periodista cómo me había preparado para Loca por Lara: “Hace treinta años que me estoy preparando, nena”, le contesté.

Del canal veneciano a la peatonal Florida
–¿Extrañás un poquito a la Gringa de Venecia después de tantos años de intimidad con ella?
–Te digo que sí: cuatro años con esa Gringa tan humana, una vieja ciega de ochenta que sobre el final se convertía en una chica de veinte que revive una ilusión romántica. Una joya de puesta, la simplicidad llevada al nivel de obra de arte, una conjunción perfecta de elementos. Y el público lo reconoció: varios años en cartel, viajes a distintos festivales internacionales con increíble repercusión. En España hicimos además una gira de quince provincias. Mérito enorme de Helena Tritek, de su fina sensibilidad, de su visión poética. Sus indicaciones para mí fueron esenciales. Pero el 14 de febrero de 2002 tuve que parar todo. Estábamos entre Mar del Plata y Pinamar.
–Pasaste un año sabático a tu pesar...
–Sí, de meditación trascendental (ríe A.A.). Es decir, comiéndome las paredes. Pero bueno, había que esperar. Seguí leyendo mucho, yendo al teatro. Y ahora que estoy sana no me para nadie.
–¿Cuándo empezaste a volverte loca por Lara?
–Kado y Sergio me hablaron de este proyecto el año pasado, y a mí me atrajo mucho. Cuando la cosa empezó a concretarse, todavía esperaba ese trasplante. Leí el libro y no me quedó otra que esperar que me llegara pronto el órgano para poder hacerlo. Ellos decidieron esperar conmigo, fueron muy gentiles y confiados. Por suerte, la operación se hizo a fin de año, y me dijeron que en cuatro meses podría estar en actividad. Así que empezamos a trabajar de a poco en febrero en mi casa con los temas musicales, después pasamos a los ensayos en el teatro.
–Vos has cultivado géneros musicales tan diversos, ¿qué emociones te provocaba este compositor y poeta llamado Agustín Lara?
–Es verdad que me gustan todas las músicas, clásicas y populares, siempre que tengan calidad. Creo que la música es un lenguaje universal maravilloso, que nos vuelve mejores seres humanos. Tenía muchos discos de Toña la Negra, de Chavela Vargas, los boleros me atraen desde chica. Lara me encantaba, pero no sabía que era un autor tan prolífico, autor de “Granada”, de “Madrid, Madrid, Madrid”, que escribió sin conocer personalmente España. De los temas que están en la pieza, yo sabía hacer “Solamente una vez” y “Pecadora”, los demás los tuve que aprender. Y ahora tengo una interpretación personal de cada uno, hacemos un popurrí de boleros. Bueno, nadie más personal que Lara para cantar ese género, con una voz pequeña que compensaba con enorme emoción. Me he dedicado a escuchar con mucha asiduidad cantantes como Toña la Negra, tengo su mismo registro de voz y agarro unos graves que me fascinan... Toda la época de Lara está muy ligada a toda la cosa hollywoodense, las mexicanas del cine se pintaban, se caracterizaban mucho, entre el folklore y el exotismo. Y a las estrellas tipo Lana Turner, Veronica Lake, se les acentuaban sus atributos: mucho brillo, mucho pelo, mucho cigarrillo. Toda esa iconografía me parece que está reflejada en Loca por Lara, tiene la impronta que tenía, por ejemplo, Carmen Miranda. En la obra hay un momento en que parezco Dolores del Río, de mexicana, peluca negra, la flor, maquillada que es una yesería la cara, el sombrero, el rebozo, una virgen de lentejuelas en la falda, en fin, un kitsch delicioso, preciosista; Sergio y Kado han sido extremadamente cuidadosos con cada detalle. No te puedo explicar lo que han trabajado de manera artesanal, con gran profesionalismo.
–¿El relato alude a la realidad actual?
–La historia transcurre en esta época, comienza en esta calle Florida, esa corte de milagros, que tenemos ahora. Rosa está ahí como una clocharde, con un grabador que le sirve de pista para cantar. El personaje tiene toda una evolución cuando un profesor de piano la invita a la casa y le propone que hagan algo juntos, una especie de Pigmalión que le va a enseñar algunas cosas. El intérprete, Alejandro Goldberg, es muy joven, muy buen músico, con un encanto personal muy grande. Creo que se desenvuelve muy bien: además de actuar, toca el piano, el acordeón, canta alguna cosita... No es fácil encontrar a alguien que reúna todas esas condiciones. Kado y Sergio tienen esa vertiente tan musical y saben teatralizarla, yo les canto todo, hago lo que me pidan. “Entrá como Estela Raval”, me dicen y yo cumplo. Y cuando ya de mexicana bajan las palmeras con purpurina, me acerco, mucho hombro, muy posesionada. Mirá, creo que si una se divierte, divierte al público. Y yo estoy disfrutando a pleno de este espectáculo que tiene de todo –emoción, color, humor–, siguiendo el desarrollo de este personaje que pasa por distintas etapas, primero interpreta de una manera, después de otra, hasta que culmina con “Granada”. Y ahí hay que cantar, sí o sí.
–¿Ella cree de verdad que es la hija de Agustín Lara? Porque hay como un mito mundial acerca de gente que se adjudica una identidad. Acá tenemos a la hija de Perón, por caso...
–Sí, Rosa lo cree firmemente y defiende a muerte esa posición. No hay vuelta de hoja, ella dice que tiene pruebas y esto lo va a sostener hasta el final: cartas, el diario de la madre, fotografías. Alguna vez la han tomado por una mujer que no estaba en su sano juicio, pero ella no cedió. Seguro que no está loca. También es cierto que es capaz de adornar la realidad y al cierre actúa como toda una diva que está en un gran teatro, aunque se presenta en una sala modesta. Es que ella tiene su mística y se cree una estrella absoluta del firmamento musical.
–Por lo visto, no te vas privar de nada que te apasione en esta etapa.
–Claro que no. Ahora enfrento con todo dos desafíos importantes. En Loca por Lara es muy grande la exigencia, no sólo desde la construcción delpersonaje y del cantar sino también desde el atrás de las candilejas: es como otra puesta en escena, los cambios complejos de vestuario y maquillaje a toda velocidad. Pero me siento feliz y segura hasta un punto, creo que va a gustar como nos gusta a nosotros, tiene esas canciones que son un deleite y que ahora también les están interesando a los jóvenes. Es que a ciertos boleros –sobre todo si son de Lara– no hay con qué darles. Son inmortales, universales. A mí personalmente me pegan bien, me siento en mi salsa, muy comprometida. Y pienso seguir en este tren hasta los ochenta, siempre va a haber un papel para mí, al menos eso espero... Y ni loca me arreglo la cara. No me toco nada. Creo que hay algo de espesor, de riqueza, que se consigue con la edad, la experiencia, el escenario. No pienso borrar esas huellas expresivas.

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