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Viernes, 6 de julio de 2012

PANTALLA PLANA

Simpatía por el diablo

Tan ineludible para el zapping como indignante y corrosivo, este año Tinelli redobla la apuesta de la maquinaria del llanto.

 Por Marina Yuszczuk

Hace rato que Marcelo Tinelli le vendió el alma al diablo con tal de que tuviéramos algo nuevo para ver, se le nota en la cara. Y el diablo, como todos saben, es el personaje más atractivo de todas las historias que lo invocan. Si lo que hay para ver es la apertura más ostentosa de la televisión argentina –musicales que pasan como en un suspiro, derroche, papelitos de colores, carteles que brillan en la oscuridad y mucho humo– o al propio Tinelli escupiendo pedazos de alfajor que le rebalsan de la boca, importa poco. Especialmente cuando todo estalla en un flashmob de “personas comunes” en remeras coloradas que hizo sentir en el debut de este año que todos estábamos ahí, celebrando la vuelta de Marcelo (y la verdad es que muchos estaban, tantos como 40 puntos de rating). De esa fiesta de la superproducción a la entrada del mismo Tinelli como Pancho por su casa y sacándole la lengua a la cámara hay un solo paso, uno que parece muy sencillo, ¿pero quién puede darlo? El comienzo de ShowMatch 2012 mostró al conductor como todo lo que es (o quiere ser): un chico tímido que baila mal cuando le toca ser el Vincent Vega de Florencia Peña parodiando a Pulp Fiction, un empresario que sueña con la televisión y la controla, un samurai tatuado que se calza el saco imitación reptil con la misma ceremonia con la que alguien que va a cumplir una misión... ¿sagrada?

No, más bien lo contrario: no hay casi nada que Tinelli no haya podido profanar (este año es el turno, por ejemplo, de Andrés Calamaro), y esa profanación alegre es el signo de aquello en lo que su programa se fue convirtiendo en los últimos años: en el mejor sentido, un verdadero circo. Del Cirque du Soleil al Rodas, pasando por aquel freak show de la película de Tod Browning en una época –se supone– menos políticamente correcta y más salvaje. Así, de vuelta de cualquier falsa naturalidad fingida en los tiempos del reality, ShowMatch exhibe la artificialidad de manera ostentosa (y no sólo eso exhibe, también el costo, las cifras, la empresa: 300 bailarines, 10 números, 25 no sé qué, enumera Tinelli como en las viejas propagandas de circos que prometían tal cantidad de artistas y animales en escena). Diseño y artificio: una cortina se abre para dejar pasar a una Carmen Barbieri que ahora es la versión futurista de Cruella de Ville, sobreactuando su verdad de mujer engañada; se le suma un Aníbal Pachano de galera y bigotitos pintados (acuérdense de Harry Zidler en Moulin Rouge), y sigue Moria como la mujer forzuda, Antonio Gasalla como el payaso triste, Charlotte Caniggia como la rubia tarada o la Paris Hilton (no tan) local que se baña en champagne, y así y así; todo el que esté dispuesto a hacer un poco el payasito tiene su lugar en el programa de Tinelli, el mago que divirtiendo se divierte con ese aire de mafioso caradura, inimputable y vulgar del Ray Liotta de Goodfellas.

Blindado contra todas las críticas (¿acusaciones de sexismo? ¡Que alguien tire la primera piedra!), Tinelli seguirá mostrando culos y siliconas o cortando tangas porque sabe que es lo que muchos quieren ver, y siempre puede agregar a un niño con alguna enfermedad espantosa después como para que todo cierre desde la moral burguesa más trivializada. Sin embargo, Tinelli no es un placer culpable (vaya a saber por qué prejuicio muy católico llegamos a sentir que verlo nos hace culpables): es un buen programa de televisión, un buen show, aunque tal vez no funcione para todas las sensibilidades. Si algo puede decirse a su favor, y esto es en serio, es que el mismísimo dueño de la tele no pretende espectadores que le den la razón, ni que le crean: los repetidos y literales guiños a la cámara son la demostración más clara. Por eso Tinelli, con su mundo circense de ficción absoluta, debería haber logrado, a esta altura, que aprendamos a ver televisión, al menos con parámetros más inteligentes que el falsamente vivo “está todo preparado”.

ShowMatch, lunes, martes, jueves y viernes a las 22.30 por El Trece.

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