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Viernes, 21 de diciembre de 2012

PERFILES > EDITH CASAS

La incondicional

 Por Flor Monfort

Los gemelos fantásticos se transformaban en agua y águila con solo tocarse las manos e invocar sus poderes, Nu y Eve fueron inseparables gotas de agua que marcaron una época como dupla fetiche de la imagen del canal y la pequeña Artemisia ayudó al nacimiento de su hermano Apolo diez días después del suyo en esos pases mágicos de la mitología griega. Pero los gemelos también tienen su contracara en la ficción (la versión mala y morocha de Andrea del Boca en la segunda temporada de Celeste o la violación de Zeus a su hermana Hera son buenos ejemplos). Pero mucho más superador que cualquier relato macabro sobre el odio entre hermanos que compartieron vida intrauterina, es la historia de Edith y Johana Casas, las gemelas de Pico Truncado que hoy son noticia.

Si el clima santacruceño no ayuda a semejante muestra de hostilidad, de poco podemos agarrarnos para comprender esta noticia que, este viernes, terminará en ágape. Tal vez la pista sea, una vez más, la mujer que por “amor” pierde la cabeza y se toma muy a pecho la rivalidad entre mujeres en la pelea por el hombre amado. Lo increíble de este caso es que la otra mujer es la propia hermana y que ella fue asesinada, justamente, por el acusado del crimen.

He aquí la terrible historia: Johana Casas, modelo y promotora del pueblo, se puso de novia con Víctor Cingolani, trabajador del petróleo, pero al tiempo él también empezó a ver a Edith, la gemela de Johana, y la relación entre las dos encontró una grieta de la que nunca volvería. Más tiempo pasó y el desgaste era evidente por todos lados, pero en lugar de cortar la relación, Johana empezó a verse a escondidas con Marcos Díaz, compañero de trabajo de Cingolani. Seis meses después, el 16 de julio de 2010, Johana apareció muerta de dos disparos a metros de un santuario de la Difunta Correa. En la investigación, se unieron las puntas que llevaron a la condena de uno de los autores: Díaz fue señalado como el material, ya que se encontró su ADN en el lugar del crimen, y Cingolani como partícipe necesario, luego de comprobar la relación de ellos desde que compartían mujer y se sospecha que la que unió los cabos invisibles en el aire fue la misma Edith. Una muerte que nadie pudo prever pero que algunos hilos de la trama quedaron sueltos evidenciando una tragedia. Johana trabajaba como modelo hasta que Cingolani se lo prohibió y las peleas con su hermana la llevaron a fugarse de la casa familiar una semana antes de ser asesinada por los cómplices. Marcelina Orellana, la madre de las chicas, declaró ahora a la prensa que fueron muchas las veces que vio a su hija golpeada y tantas otras la rescató porque Cingolani la encerraba bajo llave. Hoy Cingolani cumple una condena de 13 años y Díaz será juzgado el año que viene.

Este viernes Edith Casas y Víctor Cingolani van a casarse en la alcaidía de Pico Truncado y mientras la madre dice que su hija sabe más de la muerte de su hermana de lo que declaró en su momento (cuando participaba en las marchas y pedidos de justicia iniciales), el padre declaró que sus dos hijas están muertas, en un drama que moviliza a un pueblo de nubes eternas y lluvia permanente y helada con hipótesis de un odio primitivo entre ellas, la rivalidad por quién es la más linda, la más buscada, la más querida.

A un hecho que se explica en las variantes más perversas del sometimiento, nadie se pregunta si el asesino de Johana no se va a convertir en el agresor de Edith, considerando que ella hace solamente seis meses declaraba en su contra en el juicio por el que pedía justicia por su hermana. Allí dijo que Cingolini la sometió sexualmente varias veces y que sometía también a Johana, aunque pocos meses después estaba volviendo a verlo en las visitas íntimas del penal y ahora hizo todos los trámites para casarse con él este viernes. Una suerte de síndrome de Estocolmo con libreta roja: la sangre de una hermana derramada y el silencio de toda una familia que la repudia pero no termina de explicar lo que entre ellas se decía y se respiraba cuando ambas estaban vivas y hasta hace pocas semanas, cuando Edith todavía vivía en la casa grande.

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