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Viernes, 21 de noviembre de 2003

SOCIEDAD

Lo que se espera de teens

Son pocos, es cierto, sólo el 30 por ciento de los adolescentes que habitan el suelo argentino –el resto está bajo la línea de pobreza–, pero a juzgar por la oferta consumen como si fueran mayoría, devorando en revistas, novelas y exposiciones las claves para ser feliz y entrar en el molde de los estereotipos de siempre. Y mañana serán mayores...

Por Soledad Vallejos

En los últimos tiempos, la adolescencia se ha vuelto un territorio todavía más visible de lo que venía siendo antes del 2001. Cada principio de mes, los kioscos de diarios ven bajar su stock de Rebelde way, la revista mensual que, desde hace dos años, complementa la horita diaria de tv (de la que también se desprendió un disco y una cantidad increíble de shows en vivo) que condensa amores, odios, intrigas y rivalidades capaces de hacer sonrojar a Sófocles por poco imaginativo. Este mes, un clásico de las revistas femeninas locales comenzó a publicar una versión en talle medium, pensada exclusivamente para muchachas, la Parateens. El fin de semana pasado, las calles porteñas hervían con carteles llenos de figuritas en colores y letras cuidadosamente alocadas que anunciaban con bombos y platillos la realización de BoomA, la “primera expo adolescente”. Aun más, hace menos de un mes, Kosiuko, una de las marcas de indumentaria con más éxito entre adolescentes (nacionales y del extranjero), se lanzó de lleno a cumplir el sueño de la radio propia, y ahí está, al aire en el 103.5 (una frecuencia, dicho sea de paso, cuyo permiso es más que dudoso). A primera vista, todo parecería indicar que la visibilidad de la adolescencia tan en primer plano en estos días viene de la mano de la rentabilidad, algo que, en sí mismo, no resultaría tan extraño (más allá de una pequeña pregunta: ¿qué pasa con el setenta por ciento de los adolescentes del país, esos que viven bajo la línea de pobreza?), si no fuera porque tamaña oferta acarrea, en medio de la marejada de consumismo, la asombrosa y fiel reproducción de unos cuantos (por no decir todos los posibles) estereotipos.
Ser una star
“Verte bien es superimportante, pero no es lo único. Si te sentís en paz con tus vínculos y tus deseos, todo se irá dando. No busques un modelo de belleza ni pretendas parecerte a nadie. Sos única y tu sello es lo que vale, sólo hace falta que lo entiendas y lo valores para que el resto pueda hacerlo.” Con esa impresionante lección de autoaceptación y dignidad, la revista Rebelde Way da comienzo a un número presidido por una tapa que hubiera enloquecido de pasión a Humbert Humbert. Con bombachitas de colores ribeteadas en blanco, una de las niñas estrellas de la tira que da nombre a la revista se tironea la remera, la otra se la ata a la cintura, miran a cámara entre desafiantes y portadoras de una sensualidad ¿teen? que, según puede verse en otras fotos del mismo número, bien puede mutar en inocencia a la Heidi o mohín de conejita de Playboy. Porque una chica puede aceptarse como es, por supuesto, pero si se parece a sus ídolas de la tele, tanto mejor. Y ya que de emulación y búsquedas de modelos se trata la adolescencia, cómo no ayudar a las lectoras y lectores que tan fielmente gastan 6,9 $ (!) cada mes a lograr sus sueños paso a paso. La instrucción, se supone, comprende todo aquello que pasa por la cabeza y la vida de las y los teens (hablar de “adolescentes”, vamos avisando, es demodé), a saber: relaciones amorosas y vínculos familiares, chismes sociales, música y tv, beauty y moda. Como dice una publicidad del momento, “verte bien es sentirte bien”, así que allá vamos. Si prepararse para el verano, el tema del momento, como todo el mundo sabe, consiste en algo tan sencillo como someterse a una dieta con cierta disciplina (“unadieta superfácil para decirles adiós a los complejos y disfrutar a pleno del verano. Seguila paso por paso y lucí tu bikini nuevo sin problemas”), y elegir bikinis (para pasar un “verano a full”), la dimensión de las aspiraciones personales complica un poco más las cosas. La adolescencia, como bien puede comentar cualquiera que haya atravesado ya esa etapa, es un período de confusiones: un día se quiere una cosa, otro día otra, y un tercero nada. Afortunadamente, estas publicaciones comprenden a la perfección semejantes conflictos y están dispuestas a acompañarlos en todas sus complejidades. El imperativo “cumplí con tu deseo”, por caso, reconoce tres objetivos en la vida de las jovencitas: “quiero tener novio”, “quisiera ser más flaca”, y “quiero ser famosa”. (Algo para lo cual una de las dos revistas colabora piadosamente, con la convocatoria a un concurso de autobiografías que promete maravillas: “si salís seleccionada, tu vida ¡será pública!”). Claro que no todo es esfuerzo vano, siempre habrá una recompensa esperando detrás de las pruebas más difíciles. No hay más que ver cómo son de mágicos los cumpleaños de 15, como el que regaló una de las revistas a una de sus lectoras, o como el de una de las actrices de Rebelde Way, que con una lógica implacable explicó: “Yo preferí la fiesta en lugar del viaje de quince porque se hace una sola vez en la vida. Bah, algo parecido puede hacerse para el casamiento, pero falta un montonazo”. Vamos sumando: las chicas deben ser bellas; belleza = delgadez + maquillaje + ropa de moda; las chicas como la gente hacen fiestas de 15, esperan el casamiento y hablan solamente de chicos y peleas con sus padres. No tienen otras dudas, no tienen otras inquietudes. Es más: ¡viven en una burbuja!

Paseando por la burbuja
“La juventud –escribió Beatriz Sarlo en Escenas de la vida posmoderna– no es una edad, sino una estética de la vida”, cruzada y empapada, absolutamente, por los valores hegemónicos del momento. Si los programas de televisión suelen apelar al clásico dueto Eva-María (la puta-la santa), y a las definiciones architradicionales del ama de casa (que será muy moderna... pero porque hace velas y usa licuadoras) para hablar de las mujeres adultas en programas dirigidos tanto a ellas como a “la familia” en general (y eso por la incapacidad para nombrar, en este momento, a un programa pensado para el público masculino, ¿cuál no lo es?), ¿por qué habría de esperarse algún cambio cuando se dirige a las y los adolescentes? Lo mismo se habrán preguntado los organizadores de BoomA, que el fin de semana pasado reunió a unos cuantos chicos y chicas con una propuesta insuperable: para ellos, música (un nada despreciable trazo de sexismo, sea dicho, se coló tras la promoción de esta parte del evento: “¿te cansaste de que las únicas que escuchen tu banda sean tu mamá y tus hermanas?”, porque, como es público y notorio, sólo los varoncitos arman bandas, puesto que la música apenas sirve para levantarse chicas), tatuajes, videojuegos y pistas de skate. Para ellas: desfiles, moda (“estarás en el lugar indicado para todo el shopping que quieras”), show de maquillaje” (?) y firma de autógrafos de artistas. Mentira, había algo más: el mismísimo Pancho Dotto y su equipo, se anunciaba con bombos y platillos, “irán a la caza de chicas bonitas alrededor de toda la expo” (algo que ameritaba la recomendación: “si querés ser una de las elegidas, ¡andá hecha una diosa!”).
Los foros preparados en el sitio de Internet de la “expo” terminan de redondear un poco más los límites: cuando “ellos hablan de ellas”, lo que circulan son fantasías, sexo, amor, confesiones, charlas exclusivas de varones; cuando “ellas hablan de ellos”, intimidades, secretos, sexo, costumbres... ¿cómo?, ¿las chicas tenían fantasías? Si en ambos foros los debates son igualmente apasionados y suelen ser, en realidad, entre adolescentes de ambos sexos (que deben haber faltado en todas y cada una de las clases de ortografía), hay uno que gana, por lejos, en cuanto a cantidad de intervenciones (duplica al que le sigue): “¿Qué es lo primeroque mirás en ella/él y por qué?”. Pregunta reveladora si las hay, la encuesta cosecha respuestas puntualísimas (“mi orden es éste: zapatillas, ojos, manos”), pero no tan apabullantes como la que una chica dejó a “¿vas al frente o dejás que el otro dé el primer paso?”. “Yo creo que si las minas se rebajan (avanzando sobre el varón), lo único que logran es quitarle la posibilidad de ser hombre a ese chico, sólo lograremos más c...nes!!! Que hagan algo por nosotras, después nosotras le pagaremos y les daremos las gracias”. Porque una niña buena, como corresponde, es aquella que se somete al deseo del otro, y jamás, horror de horrores, obedece al propio (básicamente porque no lo tiene, como ya quedó clarísimo).
Por eso, desde este humilde lugar, en adelante recordaremos por siempre otra de las recomendaciones hechas a las asistentes de la “expo”: “¡Llevá tus ideas!”.
Qué pena, semejante sugerencia y una con estas mechas.

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