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Viernes, 11 de abril de 2014

VíNCULOS

Cada vez más panks

El mercado ha tomado nota de que son muchas las mujeres que se afirman en el no a la maternidad, pero no por eso se privan de gozar del mundo infantil, y les puso un mote para apuntar mejor a sus ansias de consumo: PANK, una sigla en inglés que podría traducirse como profesionales, tías, sin hijos. Fuera del target, este vínculo es parte de la red familiar comunitaria que teje sus nudos mucho más allá de la pareja y su prole.

 Por Luciana Peker

“¡La tía pata con sus patitos y patitas!”, titulé la foto donde estoy en una piscina rodeada por cinco sobrinos. Inmediatamente postearon: “¡Grande tía Sil, entreteniendo a los chicos!”. Así, la postergación o la no maternidad nos ofrece la oportunidad de elegir un nuevo rol. “Y a la pregunta de qué querés demostrar con esos regalos impresionantes que les hacés a tus sobrinos, la respuesta es que, frente a la no posibilidad de tener hijos propios, intento –a través de ellos– permitirle a mi corazón gozar fragmentos del mundo infantil actual”, cuenta María Silvina González, una auténtica tía PANK (Professional Aunt No Kids), una forma de nombrar a las tías profesionales sin hijos. La etiqueta es un rótulo del marketing, pero engloba un fenómeno real: tías dispuestas a comprar regalos, pasear o viajar con sus sobrinos/as sin necesidad de rendirse ante el mandato de la maternidad.

No se trata sólo de la oportunidad del mercado de ir por una porción de su billetera. En realidad, muchas de las tías PANK muestran su rebeldía al estereotipo Susanita y no quieren tener hijos o, al menos, nada las apura. Pero tampoco se privan de la diversión y la alegría que suele implicar compartir la vida con chicos y chicas. Y algunas, incluso, se convierten en eslabones imprescindibles y amorosos en tramas de crianza más comunitaria.

“Efectivamente, el fenómeno de las tías más presentes y con poder de consumo existe en la Argentina. Se trata de jóvenes adultas de entre 28 y 40 años, con hogares unipersonales, con carreras profesionales. Sabemos por estudios con niños que las tías son fuente de dinero y gratificación”, asegura María Ximena Díaz Alarcón, directora del Observatorio de Tendencias de la consultora Trendsity. Su socia, Mariela Mociulsky, apunta: “Este lugar de la tía canchera es una manifestación más de los cambios en los posicionamientos de género. Ser soltera hoy es una elección personal y la premisa de tener hijos ya no tiene el peso social de ser un mandato para las jóvenes. Hay movimientos como Single and Proud, que también reflejan el nuevo valor positivo de la soltería. Están las que no quieren tener chicos y comentan que se dan el gusto de compartir con los chicos la parte divertida de la crianza sin las responsabilidades. Ser tía es claramente más relajado que ser madre”.

“Muchas mujeres, especialmente entre las que han cursado estudios, llegan solteras promediando la treintena. Son mujeres independientes, seguras de sí mismas, de buena educación y buenos ingresos. Y si a esto le unimos su seguridad y resolución para moverse solas en la vida, hace que no piensen en la maternidad, porque pueden tener otro tipo de posibilidades para proyectar su amor por los niños”, enmarca Alberto Pierpaoli, director de The Gender Group, consultora en marketing inclusivo de género.

El fenómeno de las PANK engloba a 23 millones de tías jóvenes sin hijos que gastan 9 mil millones anuales de dólares en productos infantiles, según datos de Melanie Notkin, directora de Savvy Auntie, un sitio de Internet de Estados Unidos enfocado a tías y madrinas. No se sabe cuántos disfraces o ladrillitos se vendieron gracias a ellas, pero son indudablemente parte del engranaje para que en la Argentina el mercado del juguete mueva 350 millones de dólares al año y sea uno de los países con mayor crecimiento de consumo de juguetes.

La bióloga Silvana Sulkin encaja en la definición, pero cuando se puso de novia con Romina, las dos potenciaron su rol de tías con planificadas guerras de bombuchas con sus dos bandos de sobrinos/as. “Hay fechas que no se olvidan. El 7 de noviembre de 2001, mi hermana me hizo tía. Lo bueno es el amor, pero cuando mi hermana llegaba de trabajar yo tenía una noche tranquila y dormía de corrido. El amor no se acaba, llegaron dos sobrinas más y con todos disfruto, juego, me divierto sin el peso de las responsabilidades. En mi caso también pongo límites y respeto, aprendo con ellos y siento que toda la atención que les di vuelve en toneladas. En las aves hay helpers (ayudadoras) que ayudan en el nido y eso les da una ventaja: el aprendizaje para cuando críen a sus propios pichones”, apuesta.

Igualmente, las tías también pueden ser madres y vivenciar la magia de compartir un lazo único con sus sobrinos/as. O no ser tías de sangre, pero sí mantener un parentesco innombrable –o renombrado de tía– como amigas de las madres de sus rebautizados sobrinos. La locutora Fernanda Villanueva rescata: “Está buenísima la crianza en red, en donde se puede compartir el aprendizaje y podés descansar en que si algo no sabés, se puede preguntar a una tía y sentir que son igual de guías que vos. Además miro crecer a mis sobrinos y me emociona acordarme de cuando los tenía a upa o jugaba a pedirles un rulito del pelo. Es un flash”.

En la Argentina, además, ocupan un rol central ante el desmembramiento del rompecabezas familiar para muchas hijas de desaparecidas aguerridas en el arte de transitar todas las etapas de la vida sin madres. Lucía García Itzigsohn, periodista y columnista de género en el programa A cara lavada, de Radio Nacional, cuenta emocionada: “Ser madre y ser hija de desaparecidos supone muchas complejidades. La de no tener a quién recurrir en el día a día; si una además es periodista y ama su laburo, es muchas veces una complicación angustiante. No tener con quién dejar a los chicos puede transformarse, a veces, en un drama existencial. Yo la tengo a Maine, mi hermana, que casi siempre puede y quiere. Y mis hijos León y Mora tienen a la tía que juega, con la que cocinan y no hay horarios. Esa con la que todos soñamos”.

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