Viernes, 5 de enero de 2007 | Hoy
CONSEJITOS DE MARU BON BON
Queridas amigas, seamos sinceras. ¿Quién de nosotras puede decir que nunca se ha filtrado entre usted y su amante alguna sustancia non sancta, a veces intangible, las menos sólida y tibia? O sin ir tan lejos ¿acaso nunca temimos al desnudo a sabiendas de esas protuberancias que se forman sobre la cintura cuando a falta de mejor cosa que llevarse a la boca nos atoramos, tarde a tarde, con bizcochos y sandwichitos? Por no mencionar ese abandono al que nos condena la falta de pasión y que hace crecer vergeles en nuestras piernas. Pero, como para todo, siempre hay un buen truco que nos permitirá conservar la hidalguía sin perder placer. A saber:
La cabeza erguida, las nalgas apuntando al techo, los abdominales en tensión y una invitación a que la tomen por detrás hará que el/la partenaire de sus goces olvide, o ni siquiera vea, que su vientre ha perdido su cauce. También puede relajarse y simplemente tenderse boca abajo, así eso que la ayuda a flotar en la pileta quedará tan chato como el colchón –o superficie elegida– lo permita.
Si su cuerpo se relaja durante el coito, ¡albricias! Deje que fluyan los gases y no se contraiga, no cierre las piernas abruptamente como si así pudiera evitar fruncimientos de nariz. Además de ser inevitable esa mueca, reaccionando abruptamente sólo conseguirá delatarse. En lugar de eso, deje escapar un comentario sobre el nuevo alimento de sus gatos y/o perro. Y por las dudas no le cierre la puerta a su mascota: además de quedarse sin excusas, ¿por qué privar a los animales de un buen espectáculo? Ellos suelen disfrutar tanto como cualquiera.
Gima bien fuerte, use sus dotes de actriz dramática, bufe si es necesario, resople, sorprenda. Y quédese tranquila, perro que ladra no muerde y gas que trona no huele.
¿Que todavía le quedan en la entrepierna unos mechones cual bigotes? Nada más sexy que usar sus propias manos para guiar lo que usted desee hacia el punto álgido y de paso ocultar con ellas los mechones sobrantes. Así se mostrará orgullosa de sus partes –si quiere que la vean bella, debe sentirse bella–, a la vez que cachonda, decidida y, si la suerte la acompaña, ¡hasta depilada!
Sí, queridas amigas, también es posible que sea la vulva la que emita la queja del gas que se acumula. Pero es sólo una cosquilla para quien se aventura en su interior. Y también otra buena excusa para explicar ruidos menos sensuales. En caso de que habilite usted sus partes traseras y algo se filtre entre sus cachas, ¡nada que decir! El riesgo es de los audaces, igual que el triunfo, y no hay mejor lubricante que las sustancias naturales. Y recuerden que no hay coquetería que justifique privarse de ningún goce.
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