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Viernes, 20 de enero de 2006

MONDO FISHON

La nena me escribe, me vende (y me moraliza)

“Mirá las noticias y agradecé que no te haya alcanzado algo tan terrible como un tsunami. ¡Siempre hay alguien peor que vos!” “Encontrá tiempo para estar solo. Disfrutá tu película o libro favoritos.” “Cuando te levantes mirate al espejo y decí en voz alta: ‘¡Soy mejor y mejoro cada día!’.” Se supone que las frasecitas salieron de la pluma, o mejor dicho del teclado del último boom en ventas de Gran Bretaña. Porque la autoayuda en este mundo moderno y rapaz nunca pasa de moda, pero después de los escandaletes de grandes sabios del joie de vivre como Paulo Coelho y (nuestro más modesto pero no por ello menos iluminado) Jorge Bucay, y especialmente de después de tanto chongo y tan poca chica vení-que-te-enseño-a-vivir, la industria bestsellerística encontró otra vuelta de página a sus finanzas. La novedad que ha venido a revitalizar el sector se llama Libby Rees, tiene, ni más ni menos, 10 años, una andanada de lecciones por brindar, y una triste historia de vida que comenzó cuando tenía sólo 7 y sus padres se divorciaron y tuvo final feliz con Help, hope & happiness (Ayuda, esperanza y felicidad). Dice la leyenda que la aventura de escribir se desató cierto día al regreso de un paseo por el bosque en compañía de su madre: Libby se declaró triste por los vericuetos del divorcio; dijo: “Si cada vez que tiro un palo para que el perro lo persiga pienso que tiro lejos algo que me molesta, todas mis angustias desaparecerán”. Y la madre, preocupada por estimular a su inquieta primogénita, la alentó a tipear sus pensamientos, navegar por Internet hasta encontrar una agente literario y así las cosas hasta que Aultbea Publishing la convenció de firmar contrato con la nena. No por uno, sino por tres libros en total. No se saben a ciencia cierta los números. Claro que las malas lenguas reparan en algunos detalles: que la nena menciona La sociedad de los poetas muertos aunque nunca vio la película (habla, en realidad, de las implicancias filosóficas del carpe diem), que es para reponerse de los divorcios ajenos pero nunca habla de la separación de papá y mamá (que algunas sugerencias suenan excesivamente maduras) y otras sutilezas del estilo. Será que la gente es mala y comenta. Será que nadie le cree a la chicuela cuando dice: “Estuve triste... pero las ideas de mi libro me ayudaron”.

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