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Viernes, 4 de enero de 2008

VISTO Y LEíDO

Brújula para magos

Especial reyes

 Por Liliana Viola

De haber existido la oferta de hoy en libros para chicos, los Reyes Magos habrían roto su tradición de mirra, incienso y miel mucho antes. Y Jesús, diríamos con liviandad y ciega esperanza, habría desarrollado su imaginación y visitado mundos lejanos sin moverse de su tierra. Otra tradición, la de regalar juguetes repetidos, también puede romperse si los nuevos reyes hacen antes del 6 de enero un paseo por las librerías. ¿No saben los gustos literarios de los niños? No importa. Una serie de ejemplares de no ficción, multiplicada por intereses puntuales más que por géneros, va en busca de lectores y lectoras. No puede fallar. Libros de lujo, tapa dura con ilustraciones originales o tradicionales apuntan al asombro y también a especificidades del gusto: para interesados en autos, en catástrofes, animales, experimentos científicos, make up, relatos curiosos, cuentos lindos pero cortos. Libros herederos del espíritu de las enciclopedias, con ilustraciones, datos y recortes curiosos de alguna zona de la realidad o fantasía. Entre todos, tal vez el que mejor combina tradición con novedad es El libro peligroso para los chicos (de Conn y Hall Iggulden, 272 páginas, Paidós, $99) que recupera en tiempos de Internet aquella vieja pretensión de enseñarlo todo, preparar para la aventura: los nudos que hay que conocer, cómo se fabrica un aeroplano que vuele, cómo funciona una catapulta, cuáles son las maravillas del mundo y por qué, cómo fabricar un arco y unas flechas, qué debemos llevar a un picnic. Datos y quehaceres pasados de moda pero imprescindibles para una infancia feliz con músculos no atrofiados por la virtualidad. Debido a la nostalgia de progenitores y también a la necesidad de luchar contra el aburrimiento que tienen los más chicos, este libro ha disfrutado de un record de ventas desde que salió, a fines de 2007.

Si esta propuesta suena demasiado naïve para los zapatitos que esperan emociones fuertes, el camino correcto siempre lo marca el Titanic. La cantidad de libros sobre la famosa catástrofe es tan espectacular como lo fue el buque. Sólo hay que pedir en librería, sólo basta poner Titanic en el buscador de Google para encontrarse con variedad de títulos. Pero si ya se han leído todas las historias de amor al respecto, los detalles de la catástrofe y los mil misterios que esconde el asunto, es el momento de leer el punto de vista que faltaba: la visión íntima de un protagonista niño. El viaje del Titanic contado por un niño (de Duncan Crosbie, Bob Moulder y Peter Kent, 30 páginas, $ 45) es una pequeña enciclopedia de la ilusión y el naufragio. El lujo empieza en la tapa (cartoné) con una imagen del barco en papel metálico y continua en el interior donde se dan todos los datos clásicos (dimensiones, fechas, cantidades, horarios, conjeturas) incluidas reproducciones de documentos, cartas, invitaciones, boleto, etc. Un niño ha armado este álbum donde van contando desde el momento en que va a subir al barco hasta el momento en que las circunstancias lo obliguen a bajar.

Otra opción para niños y niñas especiales: Enciclopedia de malos alumnos y rebeldes que llegaron a genios (Jean Pouy, Bernard, Anne Blanchard, $ 49) La idea es muy atractiva: un libro revulsivo que incluya una lista de todos aquello que fallaron en la infancia. Los que repitieron grados, los que enojaron a sus padres, los que tuvieron dificultades para aprender. Y luego oponer aquellas penurias, que muchos chicos lectores seguramente cargan justo al momento de leer, al futuro brillante que los hizo entrar en la historia. ¿Quién no ha debido escuchar, como debió el pequeño Churchill aquello de que “su trabajo escolar es un insulto a su inteligencia”? Los hombres elegidos entre los niños burros (sí, eligieron solo hombres, tal vez las mujeres siempre son aplicadas) no solo fueron importantes sino cruciales para el rumbo de la humanidad. Bastan los nombres de Chuchill, Dalí, Einstein y Graham Bell para presentar paradojas y destinos: “¿Qué puede hacer el niño que tiene un abuelo fonoaudiólogo, un padre profesor de dicción, una madre sorda y que se casará con una sordomuda? Inventar el teléfono”. Si bien la idea es muy interesante, el interior del libro no lo es tanto. Los autores se han consagrado a contar la vida pública y exitosa de cada héroe y han dedicado poco a investigar, inventar o seducir con los datos que más nos interesa: cómo y por qué fallaban. Por momentos el libro parece una excusa para hablar de hombres importantes. Leer con atención antes de comprar. Los niños, ya advertía El Principito, no son fáciles de engañar.

Si dueños y dueñas de zapatitos calzan menos 28, los reyes harán una excelente acción al dejar por allí a la cerdita Olivia –la estilizada niña cerda que el ilustrador y poeta Ian Falconer siempre presenta en blanco y negro con algunos toques de rojo y ocasionalmente verde– que este año vino con nueva aventura: Olivia y su banda (Ed. Fondo de Cultura Económica). Olivia es una cerdita que vive con su famila: mamá y papá cerdos y muchos hermanos cerditos. La mamá de Olivia le dice que se prepare porque irán a ver los fuegos artificiales. Entonces, loca de entusiasmo, Olivia exclama que además podrán oír a la banda musical. La historia como siempre es sencilla, más pequeña que una entrada en un diario íntimo de una cerdita. Pero los efectos entre relato y poses, los gestos y los detalles realizados en pocos trazos dan cuenta, más que mil palabras, de que efectivamente algo hay en los libros que alienta la imaginación, abre mundos, distrae al aburrimiento y son, como querría O. Henry, un verdadero regalo de los reyes magos.

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