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Viernes, 4 de marzo de 2016

MARíA VICTORIA ARIAS

La desobediente

 Por Luciana Peker

María Victoria Arias tiene 46 años, estuvo casada más de veinte años, es madre de tres hijos (Carolina, Leila y Lucas), enseña literatura y ama cocinar verduras. Tiene el pelo negro ensortijado, los ojos delineados para remarcar su pasión y una pechera cautivante que lleva con orgullo y con la calle como escenario de mirada y disputas. María Victoria Arias podría ser una mujer de molde. Pero se salió tanto de los moldes que ya no se considera a sí misma una mujer, una mujer en el sentido patriarcal. Ahora es una mujer desobediente.

Su gran elección comenzó cuando se especializó en Educación Sexual Integral (ESI) y ella -igual que a las 16.000 personas entre chicos, chicas, docentes, tutores/as, preceptores/as, funcionarios, padres y madres que ya recibió en sus talleres- le cambió la vida. Por eso, creó la comisión de ESI en la colectiva Lohana Berkins. Trabaja en el Colegio 19 “Luis Pasteur”, la Escuela de Educación Media 2 “Agustín tosco” y el Bachillerato trans “Mocha Celis” donde es referente.

Dice y hace lo que le gusta. “No encarno en los mandatos de lo que me dijeron que tenía que ser”, arremete después de separarse -a los 42 años- y no abandonar solo a un hombre, sino a la monogamia para elegir por el poliamor, ser disidente y pansexual. Pero más allá de las definiciones disfrutar de relaciones con amores más jóvenes sin moral añeja ni reproches. “Soy desobediente. Esa fue mi forma de reconstrucción personal para librarme de violencias e historias que me trajeron dolor. En esta sociedad tener relaciones con gente a la que le llevas veinte años es disidente. Tampoco me gustan las personas por su genitalidad. Me puedo sentir atraída por personas de cualquier género. En esta sociedad eso es casi decir que sos puta”, se describe.

Empieza el año renovada después de un viaje por Perú y Ecuador, a puro mangos y mochila, pero sabe que en octubre ni su espalda ancha puede con todo lo que carga y escucha. En sus clases, antes que hablar –y nada la hace callar ni ser modosita- escucha y mira. Y sabe que en la escuela está la oportunidad para frenar la violencia antes que el espiral se vuelva inmanejable para chicas a la que saca del lugar de victimas y chicos a los que saca del estigma de victimarios.

En las escuelas secundarias de la Ciudad de Buenos Aires, una nueva normativa, obliga a que haya tres talleres de ESI –mínimo- durante tres talleres en el año. Pero los cambios no parecen ser auspiciosos. “Estoy preparada para el combate. Empiezo las clases con el escudo protector y las armas. Tengo una tozudez a prueba de todo” se enorgullece. “Me llaman siempre que hay noviazgos violentos. Convocamos a los dos a la escuela, sin criminalizarlos. Pero necesitamos programas para derivar a chicos y chicas que, en general, vienen de hogares violentos, pero, se están desarmando los recursos y la escuela está sola y explota”.

¿La implementación de la educación sexual va a avanzar o retroceder? “Por ahora es voluntarismo y la ley dice que el Estado tiene que garantizar la ESI. Pero va a ser peor –advierte-. El gobierno anterior tuvo un proyecto de ESI. En cambio, en este nuevo escenario político, en donde el Opus Dei está en el Ministerio de Educación de la Nación, tengo miedo que se vuelva a intentar una educación que supuestamente sea para el amor y que la ESI sea una pantalla para decir que la están implementando con contenidos retrógrados”.

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Imagen: Constanza Niscovolos
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