Viernes, 21 de abril de 2006 | Hoy
Por Verónica Gago
El documental Las exiliadas del neoliberalismo (2004) es un trabajo pionero por la forma en que conceptualiza –en palabras e imágenes– la migración boliviana como exilio social. Realizado por la feminista María Galindo, integrante del colectivo Mujeres Creando de Bolivia, el video recoge el testimonio de decenas de mujeres que migraron a trabajar a España, la mayoría como personal doméstico, y que en sus historias de vida hacen visible una cadena más larga: del engaño y la usura del microcrédito ofrecido por los bancos de ese país a la desesperación de la deuda y la fuga desesperada e ilusionada de la migración como única salida para conseguir dinero. De visita en Buenos Aires para presentar el libro La Virgen de los Deseos (Tinta Limón) y escuchar los testimonios de las migrantes bolivianas en Argentina, la mayoría empleadas en los talleres-maquilas, María conversó con Las/12, polemizando también con la forma en que el gobierno de Evo Morales maneja el tema.
¿Cómo fuiste construyendo la imagen del exilio para pensar las formas de expulsión del neoliberalismo?
No fue preestablecido. El primer dato que teníamos era el sobreendeudamiento de las mujeres y el tema de la usura bancaria. Sabíamos que eso empezaba con venderte ilusiones como la microempresa, que fue una de las formas que usó el neoliberalismo para disfrazar el desempleo y otras formas de sobreexplotación. Nuestra pregunta fue entonces, ¿dónde acaba esa deuda? Ahí encontramos a la deudora huyendo y la deuda convertida en mecanismo de migración. Con las entrevistas en Madrid y Barcelona vimos además que no se trataba de “el deudor”, ni “el prestatario”, sino de “la endeudada”, es decir, la mujer que asume una deuda con una responsabilidad familiar. Estas mujeres envían sus remesas para la sobrevivencia de su familia y casi no se quedan con nada de dinero para ellas. Hay ahí además una doble bancarización: ellas pagan su deuda desde el lugar donde migran y desde allí envían sus remesas por lo que les cobran intereses dos veces. No hay ningún negocio más rentable para la banca que prestar a migrantes. Además, ellas están atravesadas por la condición de mujeres-madres, lo que hace a la migración mucho más dura, porque no pueden a migrar con sus hijos a las sociedades del norte. Deben solicitar a sus propias madres que se hagan cargo de los niños o esa función la asume la hija mayor. Eso implica irse con todo un sentimiento de culpa por dejar a los hijos, por dividir la familia. Entonces, al propio desgarramiento por migrar se suma el hecho que luego son condenadas, a veces por sus propios hijos, precisamente por irse. Así llegamos a la idea de exilio: a partir de una condición de expulsión de la sociedad que no puede absorber a estas mujeres.
¿Cómo repercutió en Bolivia la visibilización del trabajo esclavo boliviano en Argentina?
En Bolivia, de cada tres personas de sectores empobrecidos, hay una que está vinculada con alguien que debió irse del país. La migración como mecanismo de sobrevivencia es algo que está muy presente y se ha convertido en parte del sueño: en ningún círculo de clase media para abajo encuentras a alguien que no desee salir del país para encontrar una salida. Se sabía, entonces, lo que pasaba en Argentina. Pero se relativiza demasiado: “Estar afuera es de todas maneras mejor que estar adentro”. Y esto es muy fuerte. En términos de impacto, se le dio mucho énfasis al tema de la discriminación racial que sufren los bolivianos en Argentina o en los países del norte y es eso lo que más sensibiliza. En cambio, la sobreexplotación es asumida como algo que ya sabemos todos que es así, como algo que hay que pagar como derecho de piso. En las entrevistas que hice en España, para esas mujeres el hecho de tener tres trabajos para apenas cubrir transporte y una muy mala alimentación, no les parecía ni extraordinario ni grave ni dramático, sino algo que debes asumir así porque si no, tampoco entras en concurso. Lo de los talleres en Argentina no ha sido una novedad, sino que fue tomado como parte de la cuota que como bolivianos estamos dispuestos a pagar en cualquier sitio.
Y por parte del gobierno del MAS, ¿hay alguna política innovadora para asumir este tema?
Yo diría que no. Creo que no hay una política de Estado, porque Evo no tiene ninguna política para la economía informal boliviana, que es el núcleo de donde la gente sale: es allí donde se endeuda y donde se convierte en migrante. En España, de la masa migrante, la gente boliviana es valorada porque está dispuesta a abaratar al máximo su mano de obra, porque exige lo menos y porque es gente tímida que se autoinvisibiliza mucho. Entonces, Evo maneja mucho eso desde el punto de vista de “cómo nos valoran, cómo nos necesitan”: en lugar de cuestionar que nuestra gente es valorada por ser la más barata, más sumisa y menos exigente del continente. Esto Evo lo está leyendo de una manera populista y simplista.
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